Cáritas Buenos Aires celebró la VIII Jornada Mundial de los Pobres con encuentro para todos, todos, todos en la Plaza de Mayo y la celebración de la misa en la Catedral Metropolitana. Durante la mañana, las personas en situación de calle pudieron recibir un cambio de look, asistencia médica y compartir la mesa del almuerzo junto a los voluntarios, sacerdotes y obispos con música en vivo.
El Papa Francisco convocó a celebrar la VIII Jornada Mundial de los Pobres el Domingo 17 de noviembre de este año. La lluvia dio la bienvenida al día en Buenos Aires. Sin embargo, no fue impedimentos para el encuentro. Rápidamente, los voluntarios ubicaron mesas y banquetas en el atrio de la Catedral. Entre charlas, risas y saludos, se fueron congregando voluntarios, personas en situación de calle, peluqueros, sacerdotes, músicos, médicos y más.
El encuentro, alimento para el alma
Mientras la lluvia caía de a ratos, suavemente, grandes y niños fueron renovando su look con un corte de pelo y revisando su presión. La orquesta villera llegó con sus violines, flautas, y muchos otros instrumentos. Una vez ubicados, comenzaron a musicalizar la mañana mientras todos colaboraban con los preparativos, sin diferencias. La alegría desbordaba los rostros de todos.
La mesa fue dispuesta y todos se sentaron para compartir el almuerzo. Las milanesas y ensaladas nutrieron el cuerpo, una simple excusa para nutrir el alma con la alegría del encuentro.
La oración del pobre sube hasta Dios
Cáritas Buenos Aires celebró la VIII Jornada Mundial de los Pobres considerando todos los alimentos necesarios para el hombre. Por eso, terminado el almuerzo, todos fueron invitados a participar de la mesa del altar en la Catedral y celebrar la misa. El Arzobispo Jorge García Cuerva presidió la misa junto a el obispo auxiliar Pedro Canavó y el Vicepresidente de Cáritas Buenos Aires, el Padre Sebastián García SCJ.
Durante la homilía, García Cuerva invitó a reflexionar: «En esta Jornada Mundial de los Pobres, nos ponemos delante de Dios y le decimos ‘Señor, acá estamos, con nuestro estado anímico, con nuestras tristezas, preocupaciones… ¿cómo seguir, cómo podemos sostenernos en la esperanza a pesar de todo?«.
La respuesta a esa pregunta, el Arzobispo la descubre en el mismo Evangelio: «Jesús hoy nos dice que el Hijo del Hombre vendrá sobre las nubes lleno de poder y de gloria.prevén la luz sobre las nubes llenas de poder y de gloria. Es decir, ni en los peores momentos Jesús nos deja tirados; ni en los peores momentos Jesús nos abandona; y allí está la razón de nuestra esperanza«.
El padre Jorge se dirigió especialmente a todos los voluntarios, las organizaciones y los hermanos de Cáritas Buenos Aires con un mensaje de ánimo: «Renovemos nuestro compromiso, renovemos nuestra entusiasmo. Vale la pena jugarnos la vida por los demás. Vale la pena salir al encuentro de Jesús con el rostro concreto de lo que sufren«.
«Una vez más nuestros hermanos más pobres vuelven a ser nuestros maestros«, reflexionó el Arzobispo. «hoy lo pudimos ver en el atrio, en este almuerzo. ¡Cuántas sonrisas, cuánto entusiasmo, cuántas ganas! Aunque sea de sentarse un rato; aunque sea de sentirse dignos en una mesa por un rato con un plato de comida; aunque sea porque te miran a los ojos y te llaman por tu nombre. Y entonces, surge una sonrisa. Nuestros hermanos que más sufren saben de qué se trata. Porque justamente, como dice el Papa en el lema de este año ‘La oración del pobre sube al cielo y el Señor la escucha’. Ellos saben que Jesús no los deja tirados«, concluyó su homilía García Cuerva.
La esperanza que alcanza a todos
Cáritas Buenos Aires no es la única institución que acompaña a los que más sufren. En la VIII Jornada Mundial de los Pobres también estuvo presente la peluquería Prana para dar un corte de pelo digno a los hermanos en situación de calle, y los voluntarios de ¿Me regalás una hora? que dieron asistencia médica a todos los que la necesitaban.
La Iglesia porteña se une al Papa Francisco en oración y reflexión por las diversas pobrezas que experimentan los hombres, abrigados en la esperanza de que Dios siempre escucha y acompaña.