Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 18, 33b-37
Pilato llamó a Jesús y le preguntó: «¿Eres Tú el rey de los judíos?»
Jesús le respondió: «¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?»
Pilato replicó: «¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?»
Jesús respondió:
«Mi realeza no es de este mundo.
Si mi realeza fuera de este mundo,
los que están a mi servicio habrían combatido
para que Yo no fuera entregado a los judíos.
Pero mi realeza no es de aquí».
Pilato le dijo: «¿Entonces Tú eres rey?»
Jesús respondió:
«Tú lo dices: Yo soy rey.
Para esto he nacido
y he venido al mundo:
para dar testimonio de la verdad.
El que es de la verdad, escucha mi voz».
Palabra del Señor.
Homilía Mons. García Cuerva Solemnidad de Cristo Rey del Universo Domingo XXXIV Tiempo Ordinario
Celebramos hoy la solemnidad de nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo y el origen de esta fiesta está en una encíclica del Papa Pio XI de diciembre de 1925. Una encíclica que se llamaba «Quas Primas» y en realidad creo que es importante releer aunque sea algún fragmento de aquella encíclica del Papa Pio XI de 1925 para entender cuál era la motivación que él tenía en aquel momento para poder instaurar esta fiesta de Cristo Rey.
Y digo, y cito a Pio XI cuando decía: “En la primera encíclica que al comenzar nuestro pontificado enviamos a todos los obispos del orbe católico analizábamos las causas supremas de las calamidades que veíamos abrumar y afligir al género humano porque la mayoría de los hombres se habían alejado de Jesucristo y su ley suprema. Así en su vida y costumbres como en la familia y en los gobiernos de los estados, sino también que nunca resplandecería una esperanza cierta de paz duradera entre los pueblos mientras los individuos y las naciones negasen y rechazasen el imperio de nuestro salvador Rey del Universo”.
En realidad lo que está diciendo Pio XI es que cree que muchas de las calamidades y las situaciones difíciles que vivía el mundo, que vivía la sociedad de 1925 y años antes, tenía que ver con que el género humano, con que los hombres y las mujeres de su tiempo, se habían olvidado de Jesús. Jesús no reinaba en sus corazones, Jesús no reinaba en las familias, Jesús era dejado de lado en los valores de los gobiernos y entonces, un poco la motivación de aquel Papa hace casi ya cien años era volver a darle centralidad a Jesús.
Volver a darle centralidad al Evangelio, volver a darle centralidad a los valores del Evangelio y del reino de los cielos. Entendiendo que mucho de lo que sufría el mundo en aquel momento tenía que ver con que se había dejado de lado al mismo Jesucristo. Hoy, 2024 casi cien años después como dije, noventa y nueve años después podemos preguntarnos si verdaderamente hoy Jesús reina en nuestros corazones y si Jesús reina en nuestra sociedad.
Y quizá tengamos que decir igual que Pio XI hace noventa y nueve años que mucho de los problemas, de las calamidades, de las situaciones difíciles que vive el mundo es porque se han dejado de lado los valores del Evangelio acaso, no tiene que ver con eso el mundo en guerra como sabemos que vive en muchos lugares del mundo acaso, no tiene que ver con dejar de lado los valores del Evangelio, la violencia en la que vivimos, el sálvese quien pueda.
El valor del dinero por sobre todo. Muchos le han dado valor al rey del dinero, del tener, del poder y entonces, quizá igual que Pio XI hace tantos años tengamos que volver nosotros a pedirle a Jesús que reine en nuestros corazones, que reine en nuestra sociedad, que reine también en las políticas públicas que llevan adelante los gobiernos.
Pero creo que tenemos que pensar también inmediatamente ¿Cuál es la imagen de este Rey Jesucristo que queremos que reine en nuestros corazones y en nuestra sociedad? Y ojo con creer que nuestro Rey es como en el que creían los Zelotes, aquel grupo judío en la época de Jesús que creían que el Rey que ellos esperaban, el Hijo de Dios que esperaban era un revolucionario, que cortara cabezas, que viniera y que instaurará, que sea a la fuerza su reinado. Ese no es el Rey Jesucristo.
Nuestro Rey tal cual nos dice Jesús en el Evangelio: «Mi realeza no es de este mundo» sino que el Rey del Evangelio entonces es un Rey sencillo, es un Rey frágil, es un Rey vulnerable, es un Rey al que acusan injustamente y del que todos se burlan. Es el Rey que hoy está dialogando con Pilato pero es un Rey sin poder aparentemente. Es un Rey al que todos señalan, un Rey al que van a terminar crucificando.
Su corona no será de diamantes sino que será de espinas, su trono no será un gran sillón sino que será una Cruz, no tendrá un manto real sino que le habrán puesto una capa para burlarse de Él. Por eso, creo que hoy tenemos que volver a replantearnos si realmente queremos que Jesucristo reine en nuestros corazones y en nuestra sociedad como lo pedia Pio XI hace noventa y nueve años pensar nosotros también que queremos que reine pero para eso volver a la imagen original de nuestro Rey.
No es un Rey con capa de armiño y corona de diamantes, no es un Rey con una corte real, sino que es un Rey sencillo al que tenemos que aprender a descubrir. Pilato no lo descubrió, Pilato se perdió la oportunidad de darse cuenta que estaba al lado del Rey del Universo, que no nos pase a nosotros y para eso entonces, tendremos que aprender a limpiar la mirada. Sacarnos esta idea del Rey de corona y empezar a encontrarlo en los hermanos que más sufren. Encontrarlo en los frágiles de nuestra sociedad, encontrarlo en aquellos que nadie que nadie quiere, encontrarlo en aquellos que todos se burlan, encontrarlo en aquellos que todos discriminan. Allí está nuestro Rey: en los pobres, en los que sufren, en los enfermos, en los marginados, en los que están solos.
En aquellos que no la están pasando bien pero de alguna manera Jesús se identifica con ellos y, en segundo lugar, no solamente tenemos que aprender a mirarlo sino que tenemos que aprender de alguna manera a ser sus seguidores. Y entonces, que se note en nuestra vida y en las actitudes de todos los días que Jesús reina en mi vida.
Y ¿Cómo me daré cuenta que Jesús reina en mi vida? Si en mi corazón reina la fraternidad, si en mi corazón reina el perdón, si en mi corazón reina la amistad social, si en mi corazón reina la alegría, si en mi corazón reina la esperanza más allá de todo y todos.
Quiero decir que estamos ante un enorme desafío: por un lado con Pio XI como lo hizo hace noventa y nueve años que una vez más Jesús reine en nuestra sociedad y que también reine en nuestra vida porque entendemos que mucho de los problemas que tenemos y de las grandes calamidades que vive el mundo es porque se dejó de lado a Jesús y al Evangelio. Pero, para que esto suceda en primer lugar tenemos que descubrirlo a Jesús Rey limpiando nuestra mirada, limpiando nuestra mente de esa idea de creer que tiene corona, capa y espada de armiño con una corte con un gran palacio.
El Rey que nosotros creemos es el Rey crucificado, es el Rey que hoy está en diálogo con Pilato como un pobre hombre al que están condenando injustamente y junto con limpiar la mirada y descubrirlo en los pobres de hoy, tenemos que también darle lugar en el corazón y que se note en nuestras actitudes que Él comienza a reinar. Que se note que Jesús reina en mi vida pero como perdono, que se note que Jesús reina en mi vida porque no hablo mal de los demás, que se note que Jesús reina en mi vida porque me siento hermano de todos y no discrimino a nadie.
Que se note que Jesús reina en mi vida porque soy solidario, generoso. Que se note que Jesús reina en mi vida porque a pesar de todo sigo creyendo y teniendo alegría y esperanza. Creo que estamos ante la oportunidad, noventa y nueve años después de Pio XI de recomenzar, actualizando su mensaje y animándonos a decir: «También estamos llenos de problemas pero, a pesar del mundo que vivimos volvemos a apostar a que Jesús reine en mi corazón y entonces, entre todos hacer que vuelva a reinar en la sociedad”.
Creo que aquel planteo que hizo Pio XI hace cien años es muy actual. Dependerá de cada uno de nosotros darle lugar en nuestra vida a Jesucristo Rey del Universo que se identifica con los pobres, con los marginados, con los que sufren porque viviendo los valores de este Rey del Universo, seguramente podremos entre todos construir un mundo más justo y más fraterno. Amén.