«Somos la Iglesia de la Eucaristía«, gritaba la Iglesia Porteña el pasado fin de semana en la Plaza de Mayo durante la fiesta de Corpus Christi.
Una Iglesia que reconoce en la Eucaristía, un aparente trozo de pan y cáliz de vino, la presencia viva y completa de una persona verdaderamente humana y verdaderamente divina.
Una Eucaristía que es pan que se parte y se comparte, que reúne en torno a la mesa de Dios en la cena con el Padre, con el Hijo, con el Espíritu Santo y con el prójimo; una Eucaristía que es comunión.
Una Iglesia que quiere celebrar a ese Dios misericordioso que se quedó en la Eucaristía; que quiere alabarlo, adorarlo, anunciarlo.
La fiesta de Corpus, al igual que tantas celebraciones de la Iglesia, mostró las diferentes formas de celebrar a Jesús Eucaristía. Una Iglesia tan diversa como la cantidad de carismas de los fieles, una Iglesia tan diversa como los distintos diseños de las estolas de los sacerdotes.
Pero todos, sin importar cómo, reunidos para celebrar a Jesús en el pan y el vino, el centro y la razón de ser de la Iglesia, el motivo de toda celebración litúrgica.
Una liturgia viva es una manifestación la presencia de la Eucaristía en un encuentro gozoso y festivo con Jesús y con el hermano; es el encuentro silencioso y personal con un Cristo que sana, santifica y envía a dar testimonio de él.
En la celebración de la liturgia, cada gesto, cada signo, cada palabra es un abrazo de Dios Padre, es una sonrisa y una mano tendida de Jesús, es el calor y el impulso del Espíritu Santo.
La celebración de la liturgia, es el canto de alabanza y gozo de un pueblo que, como la Virgen María, descubre la grandeza del amor de Dios y recuerda que allí está el alimento que da vida.
«Somos la Iglesia de la Eucaristía» rezaba la fiesta de Corpus, una Iglesia que se compromete individual y comunitariamente para convocar y acoger en una liturgia viva, que renueve el asombro ante el milagro de la Eucaristía, que reúna en comunión y encuentro profundo con Jesús y con el hermano.
«Denles ustedes mismos de comer» dijo Jesús en el Evangelio de San Lucas. Alentar y esforzarse en una animación de la liturgia viva que evidencie la Eucaristía, es ofrecer los cinco panes y dos peces para que Jesús los parta se comparta con todos.