Desde la Comisión para las personas con discapacidad de la Arquidiócesis de Buenos Aires les compartimos la tercera edición de entregas que tienen como objetivo conocer y reflexionar sobre la realidad de las personas con discapacidad en nuestra sociedad y en nuestras comunidades eclesiales.
¿Cómo entender hoy la discapacidad?
- La deficiencia se refiere a una pérdida o un daño en una función humana, la discapacidad, en cambio, a una restricción a la participación social de la persona con deficiencia por un ambiente que no responde a sus requerimientos.
- La deficiencia está en la persona, la discapacidad la crea el entorno.
Ya hace tiempo que se ha desarrollado un cambio con respecto al modo de referirse a las personas con discapacidad, sin embargo, en la vida cotidiana se encuentran formas de llamarlas que la reducen a su deficiencia (sordo, ciego, deficiente mental, paralítico, inválido, etc.) o que buscan evitar la palabra ‘discapacidad’ por considerarla ofensiva (persona especial, persona con capacidad especial o con diferente capacidad, persona con necesidades especiales).
Esta terminología reduce la discapacidad a la deficiencia que la persona tiene, volviéndola un problema personal. Desde aquí se piensa que las dificultades que la misma tiene para ser parte de la vida de la sociedad y realizar actividades se basan en algo que es propio de ella. Entonces se afirma que no puede estudiar ni trabajar porque tiene una deficiencia.
Pero hace tiempo que las personas con discapacidad plantearon que discapacidad no es igual a deficiencia. Esta última es un daño en las funciones humanas que tiene diversos orígenes. En cambio, la discapacidad se refiere a la situación que experimentan las personas con deficiencia al relacionarse con un entorno que no respeta su modo de funcionar, que por no estar adecuado a sus requerimientos le restringe su participación, le impide acceder a los distintos ámbitos de la sociedad: educación, salud, transporte, trabajo, conformación de una familia, deporte, turismo, vivienda, justicia, etc. Desde esta perspectiva quien discapacita a la persona con deficiencia es la sociedad por no respetar su diversidad funcional.
Es interesante que reflexionemos sobre lo dicho para hacernos cargo como sociedad o iglesia de que su presencia, participación o exclusión se debe a cuestiones que son responsabilidad de todos y que no nos cuestionamos porque pensamos que es un problema sólo de la persona.
Para ayudar a caer más en cuenta de lo que decimos, les proponemos la siguiente situación. Una persona con discapacidad motora usuaria de silla de ruedas y una sin discapacidad deciden ir a misa desde su casa y para hacerlo tienen que viajar en un colectivo. Esta última accede al mismo, mientras que la primera no lo va a poder hacer porque la línea que pasa por su casa no tiene unidades accesibles. Pero supongamos que logra llegar al templo. Y allí puede darse una nueva situación: se encuentra que el ingreso al mismo es por una escalera y no hay rampa ni ascensor que permitan hacerlo. Conclusión, una logra cumplir con su cometido, mientras que la otra se quedó afuera. La persona que usa silla de ruedas no se quedó sin participar de la misa por su deficiencia, sino porque la comunidad cristiana no ha dispuesto los medios que le permitieran su ingreso.
Todas las barreras o restricciones son salvables con decisión e inversión. Tomemos conciencia que son las comunidades las que discapacitan a la persona con deficiencia, las que les impiden el acceso a los diversos ambientes o a la participación en actividades de su interés por no contar con los apoyos adecuados. La deficiencia está en la persona, pero la discapacidad la crea el entorno.