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La Vigilia de Pentecostés de los jóvenes

por Justina Kleine

Los jóvenes de la arquidiócesis recibieron la llegada del Espíritu Santo con una gran fiesta de Vigilia de Pentecostés bajo el lema «Animados por tu amor, salimos al encuentro», el sábado por la noche en el Colegio Nuestra Señora de las Nieves, con juegos, testimonios, música y oración.

Jóvenes de diversas parroquias y grupos eclesiales, de entre 16 y 29 años, llegaron el sábado por noche al Colegio Nuestra Señora de las Nieves donde fueron recibidos con música y juegos que les permitieron acercarse e intercambiar experiencias entre ellos.

Con detalles simples como el mes de cumpleaños, la inicial del nombre o el barrio de origen, los jóvenes se divirtieron buscándose y conociéndose en la fiesta inicial de la Vigilia.

Llegado el momento de la cena, se ubicaron en diferentes mesas organizadas por edades para compartir unas hamburguesas y la dinámica propuesta por la Vicaría de Jóvenes.

Un panel de testimonios dio pie a la dinámica que invitó a reflexionar sobre quién es el Espíritu Santo, qué realidades interpelan a los jóvenes y cuáles son los desafíos actuales de la Iglesia joven en Buenos Aires.

El recientemente ordenado sacerdote Hugo Portillo, la autora del libro «El amor no pasará jamás» Felicitas Meilán, y el miembro de la Comunidad Centu, Cris Alum, compartieron sus experiencias e inquietudes respecto de estas preguntas.

Aunque las experiencias del sacerdocio, el contacto con el dolor de la enfermedad y la orientación sexual parecen tan dispares, los tres testimonios coincidían en su experiencia del Espíritu Santo en sus vidas.

El Espíritu como el abrazo que dignifica, que reconoce el valor de la persona, que hace sentir que es el lugar donde ser, donde quedarse, donde salir al encuentro para crecer en el amor.

La coherencia, la autenticidad, la hospitalidad y el diálogo son los principales desafíos que identificaron los jóvenes en las mesas para la Iglesia de hoy.

Hugo, Felicitas y Cris contaron sus experiencias acerca de las realidades que los interpelan: el poder reconocer otra persona igual a uno en el necesitado, el pobre; la necesidad de ser amados, escuchados, reales, y honestos; el deseo de no permitir que otros jóvenes se pierdan del amor de Dios.

Después de la cena, los jóvenes se reunieron nuevamente en el microestadio para hacer una oración al Espíritu Santo, y disponer el corazón para recibirlo y dejar «que el amor de Dios me cambie profundamente».

La oración guiada, invitaba a encender una luz y reconocer al Espíritu Santo en la solidaridad frente al individualismo, en la conversación frente al ritmo desenfrenado de hoy, en la compañía frente tanta soledad. 

El Espíritu Santo que crea comunión y permite que todos pueden entenderse, encontró a los jóvenes de la arquidiócesis de Buenos Aires para compartir la experiencia del Amor de Dios.

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