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Homilía Mons. García Cuerva – Domingo Cuarto de Cuaresma

por prensa_admin
Homilía Mons. García Cuerva – Domingo Cuarto de Cuaresma

EVANGELIO

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan (3, 14-21)

Dijo Jesús:
De la misma manera que Moisés
levantó en alto la serpiente en el desierto,
también es necesario
que el Hijo del hombre sea levantado en alto,
para que todos los que creen en Él
tengan Vida eterna.
Sí, Dios amó tanto al mundo,
que entregó a su Hijo único
para que todo el que cree en Él no muera,
sino que tenga Vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo
para juzgar al mundo,
sino para que el mundo se salve por Él.
El que cree en Él, no es condenado;
el que no cree, ya está condenado,
porque no ha creído
en el nombre del Hijo único de Dios.
En esto consiste el juicio:
la luz vino al mundo,
y los hombres prefirieron
las tinieblas a la luz,
porque sus obras eran malas.
Todo el que obra mal
odia la luz y no se acerca a ella,
por temor de que sus obras sean descubiertas.
En cambio, el que obra conforme a la verdad
se acerca a la luz,
para que se ponga de manifiesto
que sus obras han sido hechas en Dios.»

Palabra del Señor.


Homilía Mons. García Cuerva – Domingo Cuarto de Cuaresma. 10 de marzo de 2024 – Catedral Metropolitana

La semana pasada, el domingo pasado concretamente, el tercer domingo de cuaresma, Jesús en el templo decía: “si destruyen este templo en tres días lo volveré a levantar”. Los judíos enseguida interpretaron que se refería al templo de piedra que había sido construido durante 46 años, pero en realidad Jesús se refería al templo de su cuerpo. Estaba de alguna manera anunciando su muerte y su resurrección al tercer día. Se refería al templo de su cuerpo y entonces nosotros también tenemos que pensarnos como templos de Dios. Cada uno de nosotros, nuestros cuerpos también son templos del Espíritu.

En la primera lectura de hoy, que es del segundo libro de las crónicas, un libro del Antiguo Testamento que quizá no mucho conozcamos, textualmente dice la primera lectura, “todos los jefes de Judá, los sacerdotes y el pueblo contaminaron el templo”. Todos los jefes de Judá, los sacerdotes y el pueblo contaminaron el templo. Y entonces, si el templo no es solamente el templo de piedra, sino que también nuestros cuerpos son templos de Dios, son templos del Espíritu, podríamos pensar de qué se contaminó nuestro templo, de qué se contamina nuestro cuerpo.

Porque ese es el verbo que se dice, todos los jefes de Judá, los sacerdotes y el pueblo contaminaron el templo. Entonces, preguntarnos, ya que nosotros somos templos de Dios, de qué estamos contaminados.

Y yo creo que nosotros estamos contaminados de intolerancia, nos cuesta demasiado respetar al que piensa distinto, inmediatamente lo descalificamos.

Creo que también estamos contaminados de desinformación, lo que decimos comúnmente, compramos pescado podrido. Lo que dicen las redes, lo que leí en internet, ya lo doy por verdadero, ya creo que es real tan sólo porque lo encontré en las redes. Y entonces así, estamos contaminados de desinformación y de pescado podrido. Y decimos, lo leí en el Facebook, como si eso fuera el argumento de autoridad para dar por real alguna noticia.

Creo que también estamos contaminados de queja constante y también de mala onda. Vivimos apesadumbrados, de brazos caídos y no encontramos nada positivo. Nos cuesta, como nos dice el dicho, mirar la parte del vaso llena.

Creo que también estamos con una contaminación afectiva porque son muy contaminados nuestros vínculos, a veces contaminados de celos enfermizos, contaminados de envidia, contaminados de luchas de poder. Tenemos enfermos los vínculos, nos cuesta vivir la fraternidad.

Y creo también que hay una contaminación social a la que el Papa Francisco dice que es una degradación social. También estamos viviendo tiempos complicados en los cuales, socialmente, tenemos esta contaminación que podemos ligarla a una fuerte crisis cultural, una fuerte crisis de valores, crisis económica, crisis social.

Por eso, tomando esta frase del libro de Las Crónicas, de esto de que el templo fue contaminado, quisiera que cada uno y todos pudiésemos reflexionar sobre la contaminación de nuestros templos del espíritu, nuestros cuerpos, la contaminación de nuestra mente, la contaminación del corazón, la contaminación social, la contaminación en los vínculos.

Y del mismo modo que cuando decimos que hay un río contaminado, hablamos de la necesidad de sanearlo, la necesidad de curarlo, creo que también tenemos que pensar en la necesidad de sanear nuestros templos del espíritu, la necesidad de sanear nuestras vidas e, indudablemente, el mejor purificante es el mismo Señor, el mismo Jesús.

En el Evangelio de hoy se cita diciendo “de la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado en alto para que todo el que cree en Él no muera, sino que tenga vida eterna”.

¿A qué se refiere esto? Se refiere a una escena del libro de los Números, otro libro no tan conocido del Antiguo Testamento, donde se dice que la gente empezó a hablar muy mal de Moisés en el desierto y hablar muy mal de Dios, comenzaron a criticar a Moisés, podríamos decir que estaban contaminados de chismes y entonces dice que contaminados de chismes en algún momento el pueblo le pidió perdón a Dios porque dice que Dios envió al desierto unas serpientes abrazadoras que los iban picando e iban muriendo.

Dios en su infinita misericordia los perdona y le dice a Moisés “levanta en alto una serpiente de bronce y aquellos que la miren quedarán curados”. De alguna manera el Evangelio refiere a esta escena, entonces levantar en alto al Hijo del Hombre, ser levantado en la cruz es un poco un modo de sanarnos.

Creo que hoy el mejor purificante se llama Jesucristo, Jesucristo que desde la cruz nos ama, Jesucristo que desde la cruz nos muestra todo su amor.

Necesitamos del amor de Jesús para poder realmente sanear nuestro corazón de intolerancia, de desinformación, sanear nuestras vidas de queja constante, de tristeza, sanear nuestras vidas de esa contaminación afectiva porque tenemos vínculos enfermos.

Necesitamos poner a Dios en el centro para también poder curarnos de la contaminación social, mirarlo a Jesús en la cruz como nos propone el Evangelio de hoy.

Y también el mismo purificante, entre comillas, es el mismo Jesús cuando hoy también el Evangelio lo define como la luz, la luz que ilumina nuestras oscuridades.

Podríamos definir también a las oscuridades como un contaminante, la oscuridad de la tristeza, la oscuridad del pesimismo.

El mismo Jesús es luz. Los rayos del sol pueden iluminar nuestra vida exterior, pero el único que ilumina nuestro corazón, nuestra alma, nuestra vida más profunda es Jesús.

Por eso quisiera en este cuarto domingo de cuaresma que podamos por un lado tomar nuevamente conciencia de que somos templo de Dios, templo del Espíritu.

Por otro lado, así como nos dice la lectura del libro de las crónicas, que podamos reconocer que también nuestros templos estamos contaminados, contaminados de tristeza, de desinformación, contaminados de mala onda, contaminados en los vínculos y contaminados socialmente.

Y queremos sanear nuestra vida y lo hacemos con el mejor purificante, mirando al Señor en la cruz, porque Él desde la cruz nos sana, nos salva y nos ama y nos perdona absolutamente de todo.

Mirando a Jesús, luz del mundo, porque como luz del mundo atraviesa nuestra vida e ilumina nuestras oscuridades más profundas.

Hoy también tenemos la imagen de nuestra Santa Argentina, Mama Antula, esta imagen que celebramos el 7 de marzo, esta vida, perdón, que celebramos el 7 de marzo. Pidamos por su intercesión a Mama Antula que pueda realmente lograr que en nuestra vida podamos ser saneados, podamos ser curados, podamos ser perdonados por el Señor Jesús.

Santa Mama Antula, te pedimos por el pueblo argentino, te pedimos por nuestra sociedad, te pedimos por nuestras familias, intercede por nosotros.

Amén.

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