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Homilía Mons. García Cuerva – Domingo XI Tiempo Ordinario

por prensa_admin

EVANGELIO

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 4, 26-34

    Jesús decía a sus discípulos:
    «El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga y al fin grano abundante en la espiga. Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha».
    También decía: «¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo? Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra, pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra».
    Y con muchas parábolas como estas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender. No les hablaba sino en parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo.

Palabra del Señor.


Homilía Monseñor García Cuerva – Domingo XI del Tiempo Ordinario. 16 de junio de 2024 – Catedral Metropolitana

En el relato del evangelio de hoy Jesús comienza con estas parábolas con las que trata de explicar de qué se trata el reino de Dios. Por eso dirá: “El reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra” y más adelante dirá: ¿Con qué se puede comparar al reino de Dios? Y dice que se parece a un grano de mostaza. Y creo que entonces es importante que podamos aproximarnos a esta idea de reino de Dios.

¿De qué se trata el reino de Dios? Con el que hoy Jesús quiere explicar con las parábolas. El reino de Dios podríamos decir que es el proyecto que tiene Jesús para la humanidad. El proyecto de hermandad, el proyecto de fraternidad, el proyecto de justicia por el cuál Jesús dio la vida. Es el sueño de Dios para todos nosotros. 

Jesús es un apasionado por el reino, de hecho la palabra “Reino de Dios” aparece ciento veintidós veces en los evangelios. Noventa veces en boca de Jesús, con lo cuál, Jesús habla del reino de Dios porque es un apasionado por el reino es un apasionado por contagiarnos esa idea del proyecto que tiene Dios para la humanidad. 

Como les dije, un proyecto de fraternidad, un proyecto de justicia por el que también nosotros estamos comprometidos a dar la vida. En algún momento el Papa Pablo VI llamaba al reino como el proyecto de la civilización del amor. El Papa nos invitaba al proyecto de construir entre todos la civilización del amor y más adelante San Juan Pablo II en el año 1999, a poquitos días de comenzar el tercer milenio, en diciembre de 1999 decía: “El desafío fascinante de construir un mundo animado por la ley del amor. La civilización del amor, fundada en los valores universales de la paz, de la justicia, de la solidaridad y de la libertad que encuentran en Cristo su plena realización. 

Más adelante nos dice: “El cristianismo contribuye a la construcción de una sociedad a la medida del hombre, precisamente infundiendo un alma y proclamando las exigencias de Dios en la que todas las organizaciones y legislaciones de la sociedad deben fundarse, si quieren garantizar la promoción humana, en la liberación de toda esclavitud y en el autentico progreso. Y todo esto es con el compromiso de los cristianos, mediante el testimonio de los cristianos y especialmente de los laicos en la vida ordinaria. Porque el hombre actual acepta el mensaje de amor más de testigos que de maestros y de estos cuando se presentan como auténticos testigos”. 

Leía este texto porque el Papa a poquitos días de comenzar el tercer milenio le dice a la humanidad “El mundo necesita de constructores de la civilización del amor. El mundo necesita de hombres y mujeres comprometidos con este proyecto del reino por el que Jesús dio la vida”. Creo que las palabras de Juan Pablo II son tan actuales hoy. Hoy también nuestra Argentina, hoy también el mundo, necesita de cristianos comprometidos en los valores de la justicia, de la libertad, de la solidaridad. El mundo necesita de testigos más que de maestros. De testigos auténticos, por eso en esta misa le pedimos especialmente que cada uno de nosotros se anime a ser constructor del reino. Con pequeños gestos cotidianos que quizás no aparezcan en ningún diario ni sean portal de ninguna noticia, sin embargo, con gestos cotidianos construimos el reino o también con gestos cotidianos destruimos el proyecto de Dios. 

Nada destruye más el proyecto de Dios que el egoísmo, que el individualismo, que la bronca, que el rencor, que la injusticia, que las guerras. Por eso, frente a todo eso, hoy con las palabras de Juan Pablo II nosotros queremos renovarnos en el compromiso de ser constructores del reino construyendo la civilización del amor. 

Junto con el reino de Dios, el Evangelio de hoy nos habla de un sembrador. En realidad dice “Un hombre que echa la semilla», es decir, no es un profesional de la jardinería. Pero es un hombre que cree en la fuerza de la semilla. Es un hombre que cree que vale la pena sembrar y confía en la fuerza interna de la semilla. Confía en la fuerza y en su poder. Por eso echa semillas por todos lados. 

Diría que el hombre hace su parte pero después tiene conciencia que el que hace gran parte de la obra es Dios y por eso dice que; sea de día sea de noche la semilla germina y el hombre no sabe cómo es eso. Pero bueno, al final a él le tocará cosechar. Pensaba que el hombre así como confiaba en la semilla confía en los tiempos de las semillas. Es paciente, no le gana la ansiedad, no se apura para arruinar todo que es lo que por lo general hace la ansiedad. No atropella. Sabe esperar. 

Creo que cada uno de nosotros cuántas veces hemos necesitado gente que nos sepa esperar. Que no nos atropellen, que no nos apuren. De alguna manera este hombre hoy sabe esperar. Tiene paciencia y confía en la fuerza de la semilla. 

En tercer lugar, la semilla. La semilla que es promesa de lo nuevo. La semilla que es un poco el reflejo de la vida porque es pasado, cuando uno mira una semilla sabe de qué árbol viene. Es presente porque uno tiene la semilla en sus manos o la semilla está en la tierra y es futuro porque confiamos en que la semilla germine y dé mucho fruto. 

Pienso que la vida de cada uno de nosotros es como una semilla. Una semilla que sabemos que tiene un montón de cosas buenas dentro. Cuando uno siembra, uno cree en la fuerza de la semilla. ¿Seremos capaces de creer en la fuerza que hay en cada uno de nosotros? Serán capaces, por ejemplo; ¿Quiénes educan, de creer en la fuerza interna que hay en sus alumnos ? de eso se trata la educación. 

La palabra educar viene de Educere “Sacar de adentro lo mejor del otro”. Que lindo cuando alguien confía y quiere sacar algo de adentro del otro porque confía que el otro tiene mucha fuerza y mucha riqueza interna. Por eso, quería que hoy por un lado nos comprometamos una vez más a ser constructores del proyecto del reino de Dios. 

Por otro lado, igual que ese hombre que echa la semilla confiemos en Dios. Que no nos dejemos ganar por la ansiedad, que no apuremos y arruinemos todo. Que no atropellemos la vida de los otros y que, como semilla, creamos que lo mejor está dentro y puede salir. De esa misma manera tenemos que tratarnos, creyendo que en el otro hay cosas buenas. 

Quería terminar hoy y en el día del padre con una oración que escribí, tomando un poquito la antífona del salmo que decía “Es bueno darte gracias señor”. Sintetizo toda la homilía de hoy con esta oración que comparto con ustedes porque creo que muchas veces han sido los padres los que han confiado en nuestras potencialidades. Han sido los padres los que no nos apuraron. No nos atropellaron, han sido los padres los que, con gestos cotidianos, nos enseñaron a construir un mundo más justo, un mundo más fraterno. 

Por eso, en homenaje a todos los papás o quienes hicieron de papás, se me ocurrió hacer esta oración que ahora comparto con ustedes: “

 Es bueno darte gracias Señor por quienes sembraron valores en nuestra vida. Es bueno darte gracias Señor por quienes ayudaron a educarnos y a sacar de nosotros lo mejor. Es bueno darte las gracias señor por quienes nos supieron esperar respetando nuestros tiempos y no dejándonos ganar por la ansiedad. Es bueno darte gracias Señor por quienes confiaron que verdaderamente podíamos germinar, crecer y dar frutos. Es bueno darte gracias Señor por quienes en algún momento nos dejaron sólos como el sembrador que en un momento está durmiendo pero eso fue para que podamos despegar y ser protagonistas de nuestra propia vida. La fuerza de la vida encerrada en la semilla envejece y se extingue si no hay una mano que confía en su pequeñez y arriesgue su tiempo, su tierra y su trabajo. Gracias por esas manos que confiaron en nosotros para que no seamos semillas que envejezcamos solos. Gracias porque nos ayudaron y nos sembraron para que hoy podamos germinar y construir cada uno con pequeños gestos, todos los días, el reino de Dios por el que Jesús entregó su vida. Amén. 

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