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Homilía Mons. García Cuerva – Domingo XVII Tiempo Ordinario

por prensa_admin

EVANGELIO DEL DÍA

Lectura del santo evangelio según san Mateo  (Mt 13, 44-52)

En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: «El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en un campo. El que lo encuentra lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, va y vende cuanto tiene y compra aquel campo.
El Reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una perla muy valiosa, va y vende cuanto tiene y la compra.
También se parece el Reino de los cielos a la red que los pescadores echan en el mar y recoge toda clase de peces. Cuando se llena la red, los pescadores la sacan a la playa y se sientan a escoger los pescados; ponen los buenos en canastos y tiran los malos. Lo mismo sucederá al final de los tiempos: vendrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los arrojarán al horno encendido. Allí será el llanto y la desesperación.
¿Han entendido todo esto?» Ellos le contestaron: «Sí». Entonces él les dijo: «Por eso, todo escriba instruido en las cosas del Reino de los cielos es semejante al padre de familia, que va sacando de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas».


Homilía Mons. Jorge García Cuerva – Domingo XVII Tiempo Ordinario. 30 de julio de 2023 – Catedral Metropolitana

Hoy Jesús continúa relatando parábolas, estas historias sencillas que, con palabras fáciles, comprensibles por todos, nos hablan de cosas profundas. 

Siempre digo que es difícil hablar en fácil, porque a veces creemos que hay que utilizar palabras complicadas, que hay que tener un lenguaje muy académico para decir cosas profundas. Y el Señor hoy nos muestra que no es así, que, con imágenes sencillas, con imágenes cotidianas, se pueden decir cosas muy importantes. 

Y para hablar del Reino de los Cielos, una vez más, Jesús utiliza este recurso de las parábolas. Utiliza este recurso de hablar contándonos historias que son fáciles de comprender por todos. 

En la primera parábola nos habla de que el Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido. Un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder y vende todo lo que tiene para comprar el campo donde está el tesoro. 

Y la segunda parábola de hoy nos dice que se parece el Reino de los Cielos a un negociante que se dedica a buscar perlas finas y que cuando encuentra una perla fina de gran valor, vende todo lo que tiene para comprar la perla. 

Hay un verbo que se repite en estas dos primeras parábolas del Evangelio de hoy, el verbo encontrar. En ambas parábolas la persona en el primer lugar dice un hombre y en el segundo lugar habla de un negociante, encuentran. Encuentra el tesoro, encuentra la perla. 

Y pensaba que, para encontrar, incluso como nos dice la primera parábola algo que está escondido, hay que estar atentos. Salvo que uno encuentre algo por casualidad, siempre para encontrar hay que estar atentos. 

Creo que en realidad tenemos que tener un corazón atento como el que nos dice que tiene el Rey Salomón en la primera lectura, un corazón prudente, un corazón inteligente. 

Quizá para estar atentos tengamos que agudizar la mirada porque muchas veces nos gana el descontento, la depresión y entonces uno vive como en un estado general de tristeza. Es como ponernos anteojos oscuros y entonces vemos todo mal, todo oscuro. Y entonces para poder encontrar algo de gran valor tenemos que poder estar atentos y agudizar la mirada, limpiar la mirada para poder ver más claro. 

Y sin lugar a dudas también tenemos que tener este corazón, como les decía, un corazón comprensivo, un corazón atento, un corazón prudente. 

Abrirnos a las sorpresas de Dios, estar atentos y descubrir que Dios pasa por nuestra vida. Y quizá alguno de los que hoy nos siguen por los medios de comunicación dice: “pero en mi vida no pasa nada bueno”. Y justamente entonces lo que le vamos a pedir juntos hoy a Dios es que no pierdas la capacidad de buscar, de descubrir que Dios está en tu vida. Que en las pequeñas cosas cotidianas como en la vida de aquel hombre que encuentra el tesoro, como en la vida de aquel negociante que busca perlas finas, Dios te puede sorprender. 

Poder tener un corazón atento, poder tener una mirada limpia y descubrir el paso de Dios en nuestra vida para encontrarnos con el gran tesoro. El gran tesoro es Jesús. El gran tesoro es el proyecto de Dios para cada uno de nosotros. Enamorarnos de Jesús y descubrir que Él está junto a nosotros. 

Y por supuesto, eso implicará renuncias. Eso implicará renunciar al conformismo, renunciar a la comodidad, renunciar a la resignación, renunciar a creer que nada bueno puede pasar, renunciar a la desesperanza. 

Es volver a enamorarnos de Jesús, es volver a enamorarnos de su proyecto de solidaridad, de compromiso, es volver a recuperar la alegría. En definitiva, es volver a jugarnos la vida por el Señor. 

Muchas veces lo que nos gana es la acedia espiritual, como que se nos va achanchando el alma, como que vamos perdiendo las ganas. Y hoy quisiera pedirle en esta misa, con todos ustedes, al Señor que nos vuelva a enamorar, que volvamos a sentir ganas de encontrarlo. Y por eso tenemos que salir a buscarlo. 

¿Y dónde? En la vida familiar, en la vida cotidiana, en medio de los líos y de los problemas, en medio de las ollas de la cocina, en medio de los cuadernos y deberes de los chicos, en medio de las herramientas de trabajo, en medio de la calle. Porque el Señor camina con nosotros. No pierdas las ganas de salir a buscarlo y encontrarlo. 

Limpiemos la mirada porque el Señor está. Tengamos un corazón atento y prudente como el de Salomón porque el Señor está. Él es el gran tesoro. 

Seamos capaces de volver a apostar, de volver a enamorarnos, de salir a buscarlo y de volver a jugarnos la vida por su proyecto. 

El proyecto de Dios es el proyecto de la fraternidad. El proyecto de Dios es el proyecto de un mundo más justo. El proyecto de Dios es el proyecto de la amistad entre los hombres. Es el proyecto de la paz.

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