Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 21, 25-28. 34-36
Jesús dijo a sus discípulos:
«Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas. Los hombres desfallecerán de miedo por lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán. Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria.
Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación.»
Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra.
Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante del Hijo del hombre».
Palabra del Señor.
Homilía Mons. García Cuerva Primer Domingo de Adviento
En primer lugar quiero compartir la imagen y el lema que acompañará el Adviento y la Navidad aquí en la Arquidiócesis de Buenos Aires: “Con Jesús renace la esperanza”. Esta es, la propuesta, la imagen con la que queremos compartir con todos, “Con Jesús renace la esperanza” y ¿Por qué quiero compartir esta imagen? Porque la idea es, justamente, a partir de este primer fin de semana de Adviento poder llenar todos los negocios, poder llegar a todas las vidrieras y compartir esta imagen con los vecinos, compartir esta imagen con las distintas familias, poder tener pegada en las vidrieras, en los negocios, en las parroquias, en las distintas instituciones del barrio esta imagen, queriendo compartir con todos el mensaje: “Con Jesús renace la esperanza”.
Y para hablar de la esperanza releía un libro que en realidad ya tiene varios años que se llama “Vivencias de navidad” de un autor alemán y él plantea la diferencia que hay entre una esperanza incierta y una esperanza cierta. Dice que esa es la gran diferencia que existe entre estos dos tipos de esperanza, la incierta y la cierta. Este autor alemán había vivido el horror de la segunda guerra mundial y de los campos de concentración y, entonces, toma como ejemplo para definir la esperanza incierta lo que sucedía en los campos de concentración donde, en general, se corría hacia fin de año el rumor de que iba a haber próximas liberaciones. De que algunos iban a poder salir del campo de concentración sanos y salvos.
Y entonces, muchos se aferraban con el alma a esos rumores que por supuesto después no se cumplían y entonces esa esperanza incierta se derrumba y después venía el desengaño, el miedo, el desaliento, la profunda tristeza y la angustia. Pero, la diferencia con la esperanza cierta es que tiene como fundamento una certeza y entonces, este mismo autor alemán recordaba cuando era chico que los abuelos les decían en la noche de Navidad que, detrás de una puerta, iba a estar el árbol con los regalos y entonces, la esperanza cierta era que los chicos sabían que detrás de la puerta había algo bueno.
No dudaban si había algo bueno o nada, no, había algo bueno seguro porque confiaba en la palabra de los padres y de los abuelos. En todo caso el debate era cuán hermoso o cuán grande era el regalo, cuán grande o cuán lindo era lo que iban a recibir. Esa es la diferencia entre la esperanza incierta que es, sólo rumor, que después genera incertidumbre y angustia cuando no se cumple y el autor daba esta triste experiencia del campo de concentración; con la esperanza cierta que es la esperanza de los niños cuando confían en nosotros y confían que algo bueno les va a pasar.
La esperanza cierta es aguardar una promesa en la que se puede confiar, de eso se trata la esperanza cierta. De aguardar una promesa en la que se puede confiar y hoy nosotros, en la primera lectura tenemos una promesa cierta en la que podemos confiar, nos dice el Libro del profeta Jeremías: “Llegarán los días en que yo cumpliré la promesa que pronuncié”. “Llegarán los días en que cumpliré la promesa que yo prometí”. Que lindo, que lindo entonces poder escuchar la voz de Dios que nos dice: “Llegarán los días en que cumpliré mi promesa”.
La voz de voz de Dios es una promesa en el que sí podemos confiar, por eso esa es la esperanza cierta que tiene que volver a renacer en nuestro corazón en esta navidad y entonces, como los niños estaremos ansiosos pero con una ansiedad sana, una ansiedad que en realidad es la esperanza de que algo bueno nos va a pasar porque Dios no nos miente, porque Dios cumple sus promesas y entonces llegarán esos días.
Al mismo tiempo, creo que el Evangelio también nos ayuda cuando nos dice: “Tengan ánimo y levanten la cabeza” justamente eso es lo que tenemos que hacer en tiempos complicados. Tener ánimo y levantar la cabeza, porque las promesas de Dios se cumplen porque Dios nos hace tener esta esperanza cierta de aguardar una promesa en la que sí o sí podemos confiar porque es palabra de Dios.
Al mismo tiempo, el Evangelio nos advierte que no nos dejemos aturdir por los excesos y las preocupaciones de la vida, porque sabe que esa esperanza cierta tiene que se defendida en medio de los cansancios de fin de año, en medio de los problemas, en medio de las preocupaciones y de todo lo que nos pasa. Por eso, lo que nos está advirtiendo es: no dejen que los problemas aplasten esa esperanza”, no dejen que los problemas acaben con la esperanza. No dejen que los problemas sean tan pero tan grandes en sus vidas, que la esperanza se vaya apagando.
Al mismo tiempo, plantea también que tenemos que cuidarnos, entre otras cosas dice, de la embriaguez. Y la embriaguez está relacionada con las borracheras, y justamente la borrachera tiene que ver con escapar de los problemas. En general, quienes toman demás y no es por diversión, quienes toman demás muchas veces, es para olvidarse de los problemas. Es para escapar de los problemas, de eso se trata una adicción, de eso se trata el alcoholismo, de eso se trata el embriagarse, el emborracharse, escapar de los problemas.
Y escapar de los problemas parece que tampoco es la solución porque entonces nuestra esperanza será una esperanza falsa, será una esperanza de caricatura, no será una esperanza cierta. La esperanza cierta tiene raíces en la realidad, en medio de los problemas y en medio de las dificultades y de lo que vivimos cotidianamente. Vamos entonces, a pedirle al Señor que en esta Navidad se haga realidad este lema: “Con Jesús renace la esperanza” pero una esperanza cierta, cómo esperan los niños cuando confían en la palabra de sus padres y abuelos. No aquella esperanza incierta como la que recordaba tristemente este autor alemán que en realidad es aferrarse con el alma a rumores que después, lo único que provocan cuando no se cumplen, es desaliento, miedo y angustia.
Nuestra esperanza cierta es porque creemos en Dios cuando nos dice: que llegarán los días en que cumpliré mi promesa” y por eso, entonces, levantamos la cabeza y queremos tener ánimo y queremos hacerlo en medio de los problemas que no queremos que nos aplasten. Por eso escuchamos al Señor cuando nos dice: “no se dejen aturdir por los excesos y preocupaciones” pero tampoco queremos escaparnos de los problemas. Tampoco queremos huir de las dificultades porque creemos que nuestra esperanza sea también una esperanza encarnada como es lo que celebramos en Navidad. La encarnación del mismo Dios.
Termino planteando cómo seguir alimentando la esperanza y no dejar que esa esperanza cierta se apague con una poesía que se llama: “Entonces ¿Qué hacemos?”. “¿Qué hacemos con los pies de barro, con los sueños rotos, con las noches de vigilia y las puertas cerradas? ¿Qué hacemos con la Fe asediada, el amor negado, los golpes injustos y el desaliento? ¿Qué hacemos con la pobreza, con el fracaso, con el hambre, con la guerra, con la tristeza que campa a sus anchas por tantas vidas? No rendir la esperanza, ni blindarnos contra la tormenta. No renunciar a los sueños, seguir buscando la llave que abra la vida, que libere la alegría, que desencadena la paz, la abundancia y la justicia y seguir confiando con la esperanza que con nuestro barro tú haces milagros. Amén.