El Arzobispo realizó el gesto del lavatorio de los pies en la cárcel de devoto y celebró la Santa Misa de la Cena del Señor con los internos.
Mons. Jorge visitó el Jueves Santo el penal de Devoto y compartió allí la celebración de la eucaristía y el gesto del lavatorio de los pies.
Compartimos la homilía que dio durante la Santa Misa:
Homilía Mons. Jorge García Cuerva – Jueves Santo, Cena del Señor – 28 de marzo de 2024 – Penal de Devoto
La escena nos está hablando de Jesús que está con sus discípulos y se llama la Última Cena porque después de este momento en el que está compartiendo con los discípulos a Jesús lo van a apresar, lo van a condenar y lo van a crucificar. Es decir que esta era la última comida con sus amigos, la última comida con aquellos con los que había compartido los últimos tres años, en lo que les había enseñado un montón de cosas.
Por eso tenemos que imaginarnos cuáles serían los sentimientos que había en esa comida. Imagínense Jesús con los discípulos. Ellos muchos no entendían de qué se trataba esto, pero Jesús les había dicho que esa era la última comida y que después de eso lo iban a entregar.
¿Cómo se sentirían ustedes si estuvieran sentados en esa mesa? ¿Mal? ¿Están por matar a tu amigo? ¿Estamos tristes, mal, angustiados, preocupados? Realmente no era un cumpleaños, no era una fiesta de quince, era una cena de amigos en los cuales había mucha tristeza porque Jesús estaba despidiendo de ellos.
Y en general, imagínense cuando estoy seguro que ustedes en las visitas, cuando reciben un ser querido, quizás están dos horas en las que hablan de tiempo, hablan de un programa de la tele, hablan de Furia, de Gran Hermano; y recién al final, cuando te dicen que se cortó la visita, cuando tu vieja tu esposa, tus hijos empiezan a agarrar las bolsas para irse, es como que nos decimos las cosas más importantes. Nos decimos te quiero mucho, nos decimos te voy a extrañar, escuchas a tu vieja que te dice cosas lindas o le decís gracias por venir, y uno dice ¿por qué esperé a último momento para decirle eso? Es medio misterioso, pero es como que al final de la visita se abre el corazón y nos decimos un montón de cosas muy profundas.
Por lo tanto, hoy Jesús en esta comida también a último momento les está diciendo cosas muy profundas e importantes. Y como es la última comida, les quiere dejar una enseñanza para toda la vida. Y entonces hace ese gesto tan raro de lavarse los pies y ¿por qué digo gesto raro? Porque en la época de Jesús no usaban zapatillas y zapatos como nosotros, por lo tanto, la gente andaba como con ojotas, sandalias.
Cuando llegaba a una casa, llegaba con una mugre terrible, llegaba con los pies muy sucios, entonces había esclavos, que trabajaban en esa casa, y te lavaban los pies. ¿Por qué? Porque después cuando se sentaban a comer, como no había sillas, todos se sentaban en el piso y la mesa tenía el nivel del piso. Por lo tanto, cuando vos te sentabas en el piso si el de al lado no se había lavado los pies, tenía una baranda impresionante, tenía olor. Entonces era necesario lavarse los pies antes de sentarse a comer, porque no era que los podías esconder abajo de la mesa los pies, no, los pies quedaban ahí al lado tuyo, al lado de la mesa, al lado de tu compañero, había que lavarse los pies. Pero es una tarea de esclavos, por lo tanto, los discípulos no pueden entender cuando hoy el que hace ese gesto de Jesús. Dicen, ¿cómo vos, vos que sos el Hijo de Dios nos lavas los pies a nosotros? No Jesús, ese laburo es de esclavos, por eso Pedro no quiere que le laven los pies, porque le da vergüenza a Pedro.
Lo lindo de Jesús que hoy también eso lo quiere hacer con vos. Tiene para mí algunas cosas maravillosas.
Primero, Jesús nos lava los pies y no nos pregunta por dónde anduvimos, cuáles fueron los caminos por los que anduvieron esos pies. Jesús no te toma examen. Cuando te lava los pies, lo que quiere es lavarte de toda tu historia, de todos tus pecados, de todos tus dolores, de todas tus broncas, de todas tus miserias, y te lava sin preguntarte. No empieza a decirte, “ah, estos pies están muy mugrientos, ¿por dónde anduviste vos, pecador? Ah, vos debes haber hecho muchas macanas, mirá”. No. Jesús lava tus pies como lava tu corazón, sin preguntar por dónde anduviste, no toma examen. Para Jesús no tenemos prontuario, para Jesús tenemos historia, con cosas lindas y con cosas difíciles. Eso es lo primero.
Lo segundo, de alguna manera cuando le tenemos que poner los pies a Jesús para que nos lave, estoy mostrando a Jesús toda mi miseria. Porque vieron que, en general, los pies no son lo más limpios que tenemos del cuerpo. Al contrario, te puedo llegar a mostrar las manos, te muestro la cara si sos lindo como yo, pero es raro que te diga, mirá mis pies, y qué sé yo. Viste, aparte, en general, podés tener hongos, podés tener una uña encarnada, podés tener una uña machucada, la media agujereada. Entonces nos da como vergüenzita.
Delante de Jesús, y esto sería lo segundo, no tenemos que tener vergüenza. A Jesús le tenemos que juzgar toda la vida. ¿Por qué? Por eso que te dije antes, porque no te juzga y no te condena. Delante de Jesús no hay que caretearla, delante de Jesús no hay que hacer conducta, porque Él te ama como sos. No vale la mentira delante de Jesús. Por eso mostrarle toda tu vida, toda tu miseria, no hay ningún problema.
Y lo tercero, Jesús nos enseña, con este gesto que hace, que tenemos que ponernos al servicio de los demás. Porque quién puede levantar la mano y decir, yo estoy totalmente puro, santo, limpio. Somos todos más o menos iguales. Todos tenemos nuestras macanas, todos, todos somos pecadores. Yo siempre digo lo mismo, la única diferencia entre quienes están aquí detenidos y los que andamos por la calle, es que hay algunos pecados que están en el código penal, que se llama delito. Me doy el ejemplo que doy siempre. En la parroquia mía, había unas señoras que hablaban mal de todo el mundo. Y entonces me acuerdo que una vez les dije, el día que el chumerío esté en el código, ustedes están todas en cana. ¿Por qué no están en Cana? Porque el chumerío no aparece todavía. Y de reclusión de 8 a 25 años para quien hablaba mal de los demás. Todavía no está. Pero si llega a estar, estas señoras venían para acá. Entonces digo, somos todos pecados. Todos necesitados del amor de Dios. Y por eso nos tenemos que poner al servicio los unos de los nosotros. Porque hoy Jesús nos deja, como les dije, el mejor regalo. Nos deja el mandamiento del amor. Nos deja el mandamiento del amor.
Te pido entonces que hoy pienses que estas tres cosas.
Primero, que pienses en Jesús, que te ama y no te pregunta y no te toma examen y no te dice por dónde anduvieron tus pies. Porque para Jesús no tenemos prontuario, tenemos historia.
Lo segundo, no tengas vergüenza de mostrarle toda tu vida a Jesús. No importa que tu corazón, que tus patas, no importa. Lo importante es que confíes que te ama y que dejes que hoy te laven los pies, que es una muestra de profundo amor.
Y, en tercer lugar, que aprendamos lo que nos está diciendo hoy, ponernos al servicio los unos de los otros. Porque nadie es más que nadie. Somos todos iguales, todos hermanos. Todos hermanos.
Vamos ahora a hacer el gesto del lavatorio de los pies. Imagínate que es Jesús al que le mostras tus pies. Que te dice, no importa por dónde anduviste. Lo importante es por dónde vas a andar de hoy para adelante. Que no le importa si estás sucio o si no estás sucio. Porque delante de Jesús no tenemos vergüenza. Porque no es un juez, no es un fiscal. Delante de él no tengo que hacer conducta. Delante de Jesús me muestro cómo estoy.
Te lava, te ama y te enseña que el mejor modo de aprender a vivir en esta vida es poniéndonos todos al servicio de los demás. El gran problema que tenemos en el mundo es que algunos se sienten más que otros. O porque tienen más guita, o porque tienen más estudios, miran desde arriba. ¡Qué loco! Hoy el Hijo de Dios mira desde abajo. Porque cuando se arrodilla para lavarte los pies, te mira desde abajo. Él, que es el Hijo de Dios, te mira desde abajo. Y nosotros andamos mirando por arriba del cogote.
Miren cuántas cosas bien que nos enseña Jesús. Cosas que no quedaron en el pasado, sino que las podemos vivir hoy. Y lo vamos a hacer ahora entre nosotros.