La Iglesia celebró hoy, como cada Viernes Santo, un Viacrucis en el Coliseo de Roma, en esta ocasión para pedir por el don de la paz en todo el mundo.
Estaba previsto que el Papa Francisco guiara la meditación de esta celebración, pero debido al frío intenso en la Ciudad de Roma, y por prudencia para cuidar la salud del Pontífice, acompañó la oración desde su casa en el Vaticano.
Las meditaciones de las catorce estaciones del Viacrucis fueron preparados por el Santo Padre a partir de cartas y mensajes que recibió de personas que viven o vivieron en contextos de guerra en todo el mundo.
En el Coliseo romano, donde tantos santos tuvieron el viacrucis hacia a su martirio, fieles de todas partes del mundo se reunieron con velas y devoción para rezar el Viacrucis de Jesús, guiado por el vicario del Papa en Roma Angelo de Donatis.
El Viacrucis dio inicio con la oración «Jesús, el camino de la cruz lo recorremos escuchando tu sufrimiento reflejado en el de tantos hermanos y hermanas que en el mundo han sufrido y sufren la falta de paz»
Las meditaciones de todas las estaciones reunieron testimonios de personas de todas las edades y partes del mundo, «voces de paz en tiempos de guerra».
1ra estación: Jesús es condenado a muerte
El Papa Francisco reflexionó sobre las veces en que a los cristianos les toca decidir entre Jesús y Barrabás, entre la paz y la violencia, entre la fraternidad o el poder.
«La paz que todos deseamos no nace por sí misma, sino que espera una decisión por nuestra parte», inició la oración del Papa en la primera estación del Viacrucis, «En este contexto cargado de odio y rencor, también nosotros estamos llamados a expresar un juicio y a tomar nuestra decisión».
2da estación: Jesús es cargado con la cruz
Para la meditación de este momento, el Papa tomó la voz de paz de una migrante de África occidental. Un testimonio del horror, la tortura, la violencia, la injusticia, las falsas promesas, la privación de la libertad, la condena y la crítica que conducen a la desesperanza.
Ella oraba así a Dios: «¿Por qué hombres como nosotros deben considerarnos enemigos? Muchas personas que huyen de la guerra cargan cruces similares a la mía».
3ra estación: Jesús cae por primera vez
El eco de las voces de jóvenes de centroamérica que reconocen la destrucción de la paz en sus caídas en la pereza, el miedo, el desaliento, la vida fácil, la avidez de poder o bienes materiales, y la corrupción.
Su oración»Jesús, tu caíste bajo el peso de la cruz, pero te pusiste en pie, tomaste nuevamente la cruz y con ella nos diste paz. Nos impulsas a tomar las riendas de nuestra propia vida, nos animas a implicarnos y a decir no a muchos falsos compromisos que matan la paz».
4ta estación: Jesús se encuentra con su madre
Una madre de sudamérica que, al ser víctima de una bomba de guerrilleros, perdió una pierna y vio a su hija de 7 meses ensangrentada y su rostro incrustados de vidrios. Sin embargo, se dio cuenta de que difundir odio sólo creaba más violencia.
A pesar del dolor y el sufrimiento, esta madre descubrió que «no se puede vivir de resentimiento». Y que «enjugar las lágrimas de los demás no es tiempo perdido, sino la mejor medicina para curarse uno mismo».
5ta estación: Jesús es ayudado por el Cireneo
La oración de tres migrantes de África, Asia Sur y Oriente medio que, ante el dolor y la impotencia de la guerra, buscan no perder la esperanza.
«Soy una persona herida por el odio. El odio no se olvida, te cambia. El odio asume formas horribles» dice el testimonio de estos migrantes «Tengo dentro de mi un vacío de amor que hace que me sienta una carga inútil ¿Habrá un Cireneo para mí?» En su oración, piden por un Cireneo que sea «un lugar donde dar y recibir amor, un lugar donde esperar».
6ta estación: La Verónica enjuga el rostro de Jesús
Un sacerdote religioso de la Península balcánica, enviado al campo con otros rehenes, sin condiciones de higiene, bajo el maltrato y la violencia de sus captores, sólo encontró un consuelo: «la oración repetida en el corazón hizo maravillas».
«La providencia llegó bajo la forma de ayuda y comida a través de una mujer musulmana que llegó hasta mí abriéndose paso a través del odio. Fue para mí, como la Verónica para Jesús».
7ma estación: Jesús cae por segunda vez
Dos adolescentes del norte de África que viven desde hace muchos años en campos para desplazados, piden por el regreso a sus casas y atestiguan que «aquí la vida no es buena».
Joseph dice «Sin paz no lograremos levantarnos, una y otra vez se promete la paz, pero volvemos a caer bajo el peso de la guerra, nuestra cruz». Por su parte, Johnson implora «Queremos la paz para volver a casa. La paz está bien, la guerra está mal».
8va estación: Jesús se encuentra con las mujeres de Jerusalén
Un testimonio proveniente del sudoeste asiático cuenta como su pueblo, que ama la paz, está aplastado por la cruz del conflicto, la violencia y los ataques a los lugares de culto. Recuerda como las mujeres dieron fuerza a Jesús en su camino del Calvario.
«También de entre nosotros salió una mujer, convertida en madre espiritual de muchos, que en defensa de su gente se arrodillo frente al poder desplegado por las armas y, dispuesta a dar su vida, pidió con mansedumbre, la paz y la reconciliación. Ahora, como entonces, con la confusión del odio nace la danza de la paz».
9na estación: Jesús cae por tercera vez
Ante la pérdida de varios miembros de su familia a manos de la guerrilla y sus bombas, una Consagrada de África central que no encontraba el consuelo a su dolor, pidió a Jesús una respuesta y la recibió: «Ama como Jesús te ama».
Ella transmite la enseñanza que recibió «Aunque haya perdido todo, incluso la casa donde crecí, todo pasa, menos Dios».
10ma estación: Jesús es despojado de sus vestiduras
Dos jóvenes, de Ucrania y de Rusia, cuentan su testimonio de la guerra. Mientras el ucraniano rescata las palabras esperanzadoras de su abuela «verás que todo pasará y con la ayuda del buen Dios volverá la paz», el joven ruso no comprende la necesidad de la guerra, se siente culpable por ella y, ante la pérdida de sus familiares, dice «Estoy despojado de la felicidad y de los seños para el futuro».
Frente a esta realidad, la Iglesia pide «Jesús, por favor, haz que haya paz en todo el mundo y que todos podamos ser hermanos».
11ra estación: Jesús es clavado en la cruz
Un joven de cercano oriente migró escapando de los horrores de la guerra, «Ña guerra ha sido la cruz de nuestra vida, la guerra mata la esperanza».
Pide con ardor «En el nombre de Jesús que abrió los brazos en la cruz, tiendan la mano a mi pueblo».
12da estación: Jesús muere perdonando a sus verdugos
Una madre de Asia Occidental que perdió a hijos y sobrinos a manos de terroristas en su ciudad, escapó para proteger a su familia.
A pesar del dolor de la pérdida, en su oración suplica «Los muertos están los brazos de Jesús y nosotros que sobrevivimos, intentamos perdonar al agresor porque Jesús perdonó a sus verdugos. En nuestros muertos creemos en ti, Señor de la Vida. Queremos seguirte y testimoniar que tu amor es más fuerte que todo».
13ra estación: Jesús es depuesto de la cruz
Una religiosa de África Central que perdió a una hermana asesinada por los terroristas busca el ejemplo de la Virgen que acogió a su hijo muerto en sus brazos. «Es necesario no dejar de encontrar la valentía de soñar un futuro de esperanza, de paz y de reconciliación».
«Él es nuestra paz. Él es nuestra verdadera victoria y nada nos separará jamás de su amor», reza.
14ta estación: Jesús es colocado en el sepulcro
Un grupo de mujeres jóvenes del sur de África sufrieron la violencia, el maltrato del cuerpo y del alma, el despojo de su dignidad. Sin embargo mantienen la esperanza «Sabemos y creemos que el sepulcro no es la última morada, sino que todos estamos llamados a una vida nueva».
En la última visita del Papa a sus tierras, pidieron una convivencia pacífica y humana y dejaron su oración a los pies de Jesús por la paz para su pueblo y el perdón de los agresores que aún les genera miedo y temor.
El Viacrucis en el Coliseo concluyó con una oración de gracias a Jesús por el motor de paz en su Viacrucis, con la bendición del Obispo de Donatis y el inicio del gran silencio del Sábado Santo.