La Solemne Vigilia Pascual se celebró en la Catedral Metropolitana de Buenos Aires, presidida por Monseñor Jorge García Cuerva, junto al obispo auxiliar Joaquín Sucunza y con la presencia del Arzobispo Iosif de la arquidiócesis ortodoxa de Buenos Aires y Sudamérica.
El amanecer de la vida
La Catedral Metropolitana se encontraba a oscuras y en silencio. La voz del Arzobispo Jorge García Cuerva se escuchó fuerte y clara al bendecir el Santo Fuego y prender el cirio pascual que sostenía el recién ordenado diácono Ariel Duarte. El Cirio se abrió paso hacia el altar y los pequeños cirios de los fieles fueron iluminando el templo, mientras una voz anunciaba: «¡La luz de Cristo!«.
Las tinieblas se apartaban a medida que la luz avanzaba y el canto del Pregón Pascual invitó a la alegría de los ángeles, la tierra y la Iglesia. El día de la promesa de la Salvación de Cristo llegó y la noche da paso al lucero de la mañana que brilla para siempre.
Las primeras lecturas del Antiguo Testamento nos recuerdan el principio de la creación, la bendición de Dios de todas las cosas que, en Él y por Él, están llenas de bondad. La gloria del Señor se manifiesta en la liberación del pueblo de Israel en Egipto y la ayuda a Moisés para separar las aguas del Mar Rojo. Sin embargo, y a pesar de la desobediencia de su pueblo, Dios sella una Alianza para cambiar sus corazones de piedra por corazones nuevos de carne.
En el Nuevo Testamento, San Pablo da cuenta de esa Vida Nueva gracias a la entrega de Jesús en la cruz. La Catedral se llenó de júbilo con el canto del Aleluya: la iglesia recibió la Buena Noticia que se reveló en el Evangelio según San Marcos, las mujeres fueron al sepulcro, lo encontraron vacío y alguien les dijo «No teman, ha resucitado. No está aquí«.
La Resurrección es un proceso
Monseñor García Cuerva destacó los sentimientos de las mujeres que visitaron el sepulcro: tristeza, abatimiento, preocupación, miedo; «Podríamos pensar que son sentimientos que también nos van invadiendo a nosotros, porque cada uno de nosotros tiene sus tristezas, cada uno de nosotros tiene sus abatimientos, cada uno de nosotros tiene sus preocupaciones. Sin embargo, igual que aquellas mujeres, vamos al encuentro de Jesús«, dijo el Arzobispo.
«Dice el Evangelio: ‘a la madrugada del primer día de la semana cuando salía el sol. De eso se trata. Tenemos que tratar de que amanezca en el corazón, que amanezca en nuestra vida. Que a pesar de las preocupaciones, de las tristezas, a pesar del abatimiento y a pesar del miedo, igual que aquellas mujeres, creemos que Jesús resucitó y entonces le queremos dar lugar a la luz en el corazón», remarcó García Cuerva.
«No es un tema de un momento para otro«, reconoció el Arzobispo. La Pascua no hace desaparecer las tristezas, las preocupaciones ni los miedos;»Es que el que tiene que cambiar sos vos, hermano. No es que se te van a ir los problemas de manera mágica. Dios no es mago. Pero tiene que empezar a amanecer en tu vida», insistió.
El padre Jorge, finalizó su homilía con la advertencia de que la Buena Noticia de la Resurrección te cambia para siempre y que «igual que aquellas mujeres, saldremos a la vida y ya no seremos los mismos. El sol salió. El resucitado está en tu vida. Y nos invita a creer y cargarnos de alegría y de esperanza«.
La alegría de Jesús resucitado
Renovados con el agua viva del bautismo, y habiendo renovado sus promesas bautismales, toda la asamblea participó de la Eucaristía que, hoy más que nunca, cobra un sentido pleno: Jesús, que murió por la salvación de todos, vive en el pan y el vino para todos.
Al finalizar la celebración, el arzobispo invitó a todos los presentes a glorificar a la mujer que más sufrió la muerte de Jesús y que más se alegró con su resurrección, su madre, María. Con el canto polifónico del Regina Coeli en las voces del coro de la Catedral, la imagen de la Virgen se descubrió tras haber estado resguardada durante el Sábado Santo.
Antes de despedirse, el Arzobispo recordó que, aunque la resurrección es un proceso «Tratemos de entusiasmar al mundo, porque tenemos la mejor Buena Noticia». Preguntó a los fieles: «Jesús, ¿está vivo o muerto?», y ante su respuesta: «¡Vivo!», les recordó: «Avisale a tu cara. Tenemos que saber, creer y vivir que Jesús está vivo».
Él está vivo y la Iglesia porteña toda, celebra en comunión la alegría de su resurrección.