Este tiempo sinodal que transita la Iglesia universal, y particularmente la Iglesia porteña, invita a todos los bautizados, laicos, sacerdotes y religiosos; a caminar juntos, a compartir y trabajar de manera colaborativa en la responsabilidad de Evangelizar, para hacer llegar la Buena Noticia a todo el mundo como corresponsales de Cristo.
Anunciar el Evangelio es una tarea de todos, la Iglesia no trabaja con unos siguiendo indicaciones de otros, sino que trabajan en conjunto, cada uno desde su rol, cada uno aportando sus dones y talentos en su vocación.
Los sacerdotes que pastorean y guían a los seguidores de Cristo, los religiosos que acompañan desde la oración y la entrega de su vida en la caridad y el trabajo, y los laicos que son testimonio de Jesús en la vida cotidiana.
Juntos, se logra llevar adelante la tarea de evangelizar, hacia dentro y hacia afuera de la Iglesia. Una Iglesia colaborativa, en la que todos comparten y asumen una misma responsabilidad y construyen una red de trabajo para conocer el sueño de Dios.
Esa es la Iglesia Sinodal de la Arquidiócesis de Buenos Aires que busca renovarse para acompañar los desafíos del siglo XXI, que busca reconocerse como miembros distintos de un mismo cuerpo que trabaja como una unidad.
En este último tiempo, el Papa Francisco y también el Sínodo arquidiocesano de Buenos Aires, invitan a reconocer y actuar frente a una necesidad que es evidente: la de trabajar en conjunto.
«Trabajar juntos» es ser Iglesia desde el diálogo, la escucha y el respeto; es ser Iglesia que sale de sí misma para ir al encuentro de la realidad y la necesidad del otro; es ser Iglesia que crece, aprende y encuentra nuevas oportunidades de anunciar el Evangelio con Estilo Sinodal.
La noticia es una: Dios, en su infinito amor y misericordia, se hizo hombre y entregó su vida por la salvación de todos con su resurrección; la misión de todos los bautizados, corresponsales de la Buena Nueva, sin importar edad, profesión o rol en la familia de la Iglesia.
Corresponsales de Jesús, bautizados que buscan renovar cada día su vocación apostólica para llevar adelante su misión con pasión entusiasta, bajo la guía del Espíritu Santo y en un camino sinodal.