El martes 1 de noviembre a las 18 el Cardenal Mario Aurelio Poli celebrará una misa en el Monasterio San José de las Carmelitas Descalzas, sito en Humberto I 1352 de CABA, constituyéndose para la comunidad un acontecimiento único, en razón de que la imagen del padre de Jesús, actualmente en clausura, será bendecida por el Arzobispo y expuesta para siempre en una ermita que se ubicará en el patio que da a la calle del convento.
Es una talla en madera que según la tradición contada por las primeras hermanas estaría en el convento desde su fundación, que data del 8 de julio de 1874, cuando llegaron a nuestro país cuatro Carmelitas españolas de Cuenca y San Clemente.
Con el paso de los años y acrecentándose el número de jóvenes que tomaron el hábito, siguiendo el fervor de Santa Teresa de Ávila, fiel devota de San José y fundadora del primer monasterio del país hermano en 1562, las Hermanitas adoptaron la costumbre de “dejarle papelitos” con intenciones a esta imagen.
Nuestras Carmelitas son testigos de obtención de “gracias” de salud espiritual, física y material, que les eran y son encomendadas. La vida contemplativa las inspiró a que San José, conforme al término que utiliza el Papa Francisco, precisa “callejear”, y más aún por las muestras de piedad de la gente que se detiene a rezar frente al monasterio, demostrando piedad y necesidad de ser escuchada y protegida por el santo, quien ahora fuera del claustro les acercará a los fieles el Corazón de Cristo.
SAN JOSÉ MILAGROSO CALLEJEA BUENOS AIRES PARA COLMAR DE FAVORES
El Cardenal Mario Aurelio Poli en el Día de todos los Santos bendijo la ermita del “San José milagroso y callejero” de la ciudad de Buenos Aires, una conmovedora imagen expuesta en el patio del Monasterio de las Carmelitas Descalzas, en Humberto I 1352. Tras permanecer en el claustro desde su fundación en 1874, quedará a la vista de los fieles para colmarlos de favores. Se reconoce en el Padre de Jesús que “su amor es tan grande como su poder y sabe hacer posible lo imposible.”
Junto a más de un centenar de devotos y carmelitas, el Primado de la Argentina invocó al Señor pidiéndole que “experimentemos la intercesión resplandeciente y gloriosa de este querido Santo. Con todos los presentes vitoreó “Viva San José, ruega por nosotros”. Asimismo, leyó la Devoción de Santa Teresa de Jesús que entre sus párrafos se destaca “no me acuerdo de haberle suplicado cosas que no me haya dejado de hacer… grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado Santo…Aprovecha en gran manera a las almas que a él se encomiendan. Sólo pido por amor de Dios que lo pruebe quien no me creyere y verá por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso Patriarca y tenerle Devoción.”
Las Bienaventuranzas son como una Carta Magna
Previamente, en una misa celebrada con el obispo auxiliar de Buenos Aires Mons. José María Baliña y sacerdotes de diversas parroquias porteñas, en su homilía el Primado de la Argentina expuso “las Bienaventuranzas que Jesús nos entregó en el Evangelio de San Mateo son como una Carta Magna, para tener siempre a mano, nos da pautas muy concretas. Tener alma de pobres, no se preocupen si están afligidos serán consolados, sean misericordiosos como mi Padre es misericordioso y obtendrán misericordia, tengan el corazón puro, trabajen por la paz, si son perseguidos alégrense. Esto quiere decir que ya pertenecemos al Reino de los Cielos.”
Continuó “cualquiera de estas bienaventuranzas puede llevarnos a ese camino silencioso, oculto, que practica tanta gente anónima. El Papa nos recordó que estamos rodeados de santos anónimos, que no aparecen en publicaciones, su camino es silencioso, oculto, servicial, discreto, un caminito causa de alegría. Si alguien permanece con alegría a pesar de las pruebas, tenemos un santo a nuestro lado, si está cascoteado y no perdió la esperanza y la alegría es porque el fuego del amor permanece en él.”
Bautismo y Redención de Jesús
Por otra parte, observó al Bautismo y la Redención de Jesús como camino que nos convoca a la santidad. “Una de las expresiones del Concilio Vaticano II que nos da mucha esperanza está escrita en la Constitución: la luz de la gente sobre la Iglesia en este tiempo contemporáneo. Ahí se dice que Dios en un arcano designio de amor ha decretado llevar a toda la humanidad a la vida divina, acto de misericordia grandísimo que solamente se lo puede entender por su infinita misericordia y el gran amor que tiene a la humanidad. Eso lo quiso hacer a través de la redención de su hijo Jesús. “
En cuanto a la existencia de la Iglesia manifestó que está “para evangelizar y para llevar a todos los hombres a la vida divina. La fiesta de todos los santos nos hace pensar que se empieza a cumplir ese deseo de Dios de tenernos con Él, la que nosotros celebramos mientras peregrinamos. El Apocalipsis –señaló- nos abrió esta ventana al cielo, ahí está esa multitud que viene de la tribulación y han lavado sus vestiduras en la sangre del Cordero. Remarcó “el amor del Creador da históricamente a la humanidad la apertura al Reino de los Cielos.”
“Todos tenemos un origen en la vida cristiana. Si la santidad es un camino todos hemos empezado por el mismo camino de partida: el Bautismo. Agradezcamos por haber sido bautizados, desde las aguas de la salvación fuimos marcados con el sello, llamados y elegidos para entrar al Reino. Entre las gracias y dones que Dios nos ha regalado y las virtudes de la fe, esperanza y caridad, nos ha hecho el gran favor de pertenecer a un pueblo santo, y no lo merecemos, son gracias bautismales.”
Prosiguió: “cada vez que nos persignamos con agua bendita, cuando nos rosean, nos hacen recordar el bautismo y el sentido es que además recordamos nuestra vocación a la santidad, a la esperanza a la cual fuimos llamados. Agradezcamos a nuestros padres, abuelos o alguien que insistió a nuestros padres que teníamos que iniciar este camino.”
Invitó a pensar en la Pascua: “surge desde el costado abierto de Cristo, el manantial de la redención. Somos un pueblo de perdonados, de redimidos por Cristo, con su sacrificio de amor nos volvió a abrir las puertas del cielo cerradas por instigación del demonio. ¿Que estaba pensando Jesús en la cruz cuando a su discípulo más amado le dijo ahí está tu madre, la mamá que en ese momento dilató su corazón con terribles dolores que no había sufrido en el parto? Son momentos de gran llamado a la santidad. Jesús en el Evangelio de San Juan enunció “Cuando yo sea elevado atraeré a todos hacia mí.”
El arzobispo se refirió: “muchos piensan en el camino de santidad como un camino de méritos, me porto bien, hago bien las cosas, cumplo los preceptos de la Iglesia, pero en principio es Dios quien nos atrae, bastaría recordar las palabras de Santa Teresita cuando su pulmonía ya le impedía respirar: Atráeme, atráeme.”
Santidad
Poli apuntó:” la santidad es una atracción amorosa de Jesús, la Eucaristía es un deseo ardiente. “He deseado ardientemente celebrar esta Pascua con ustedes”. Nos recordó el Papa en la última carta apostólica que estamos congregados por el amor ardiente de Cristo que siempre nos sirve la mesa del amor para renovar nuestra vocación a la santidad, renovar el amor que hemos perdido en el camino y nos vuelve a poner en el camino. Qué verdad y que belleza –exclamó-tiene la Iglesia de conducir por este camino. Evocó una frase de San Artémides Zatti de la familia salesiana “Para Jesús siempre lo mejor”.
Advirtió “¡Los santos hacen tantas gauchadas! En Buenos Aires hay 15 santuarios, la mayoría de santos más los de Cristo y de la Virgen. Se dice que mucha gente va a pedir, pero es más la que va a agradecer, y esto es lo que se merecen los santos, quienes son intercesores, amigos de los hombres que están cerquita de Dios y conocen nuestros traspiés y caídas porque caminaron como nosotros, aunque también conocen el camino de la gracia. Pensemos que Dios vuelva a calentar nuestro corazón, que arda como el de Jesús.”
Por último, precisó el anhelo de encontrarnos algún día en la comunión de los santos. “Para eso comulgamos, para eso pedimos, perdonamos y tenemos que perdonar, para eso escuchamos a Jesús en las bienaventuranzas. Ayudémonos unos a otros, recemos unos con otros y por otros la oración común por la intercesión de los santos que ya están en el cielo. Igualmente pensemos en aquellos que Dios quiso poner a nuestro lado, aunque no los percibamos: “el santo de la casa de al lado” como dice Francisco. Que el Señor nos conceda todas estas gracias.”