El Cardenal Mario A. Poli celebró esta mañana la Santa Misa Crismal en la Catedral Metropolitana. Acompañado por más de 300 sacerdotes y obispos, el Primado de Argentina invitó «a contemplar el sacrificio sacerdotal del Ungido del Señor, único mediador entre Dios y los hombres».

Con la Catedral de Buenos Aires colmada de sacerdotes y fieles, dieron comienzo las celebraciones de Semana Santa en la Misa Crismal, donde todo el clero se reúne en acción de gracias.

El Cardenal Mario A. Poli presidió la eucaristía acompañado por el Nuncio Apostólico, sus obispos auxiliares, demás obispos y sacerdotes, celebrando el día en que toda la iglesia hace memoria de la institución del sacerdocio de manos de Jesús. Mons. Poli agradeció y recordó a sus hermanos sacerdotes que «Cristo renueva el sacerdocio con esta misa».

Durante su homilía el Cardenal Primado de Argentina se dirigió hacia el clero porteño y sostuvo que: «creo que todos estamos advertidos que fuimos ungidos sacerdotes en virtud de un asombroso intercambio al recibir como don un ministerio que manifiesta, en todo momento, la grandeza de la obra de Dios que nos ha confiado y la frágil pequeñez de nuestra humana condición».

«No hay proporción entre el don recibido y nuestra pobre disposición a ser un instrumento de intercesión; somos un sacramento y para siempre; recibimos inmerecidamente una dignidad para el servicio y también una suave cruz, con el consuelo de contar con su mano abierta de perdón que siempre nos levanta», continuó.

Además, el Cardenal destacó que «todos somos hermanos» y que los sacerdotes son «testigos próximos de la presencia real de Jesús cada vez que celebramos sus misterios y nuestra alegría consiste en trasmitir a la asamblea de fieles que Él vive».

Al finalizar la homilía, Mons. Poli dio gracias a Dios por tantos dones recibidos en estos 10 años de ministerio, y destacó: «ustedes son parte de este don».

Luego el Cardenal bendijo los Santos Óleos que se van a usar durante todo el año en las distintas celebraciones y ritos religiosos, remarcando que todos los cristianos, especialmente los sacerdotes, tenemos que «ser la fragancia de Cristo».