EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según San Marcos (1, 7-11)
Juan predicaba, diciendo:
«Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo».
En aquellos días, Jesús llegó desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán.
Y al salir del agua, vio que los cielos se abrían y que el Espíritu Santo descendía sobre él como una paloma; y una voz desde el cielo dijo: «Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección.»
Palabra del Señor.
Homilía Mons. García Cuerva – Fiesta del Bautismo del Señor. 07 de enero de 2024 – Catedral Metropolitana
Como nos decía el guion al comienzo, pensar hoy en esta fiesta del bautismo del Señor es también pensar en nuestro propio bautismo.
El Papa Francisco insiste con que tenemos que tener presente cuál es la fecha de nuestro bautismo. Así como celebramos el cumpleaños el día que nacimos, dice que también tenemos que celebrar el día de nuestro nacimiento a la vida de Dios, nuestro nacimiento a la vida de la Iglesia.
Por eso quisiera revisar con ustedes y poder compartir algunas reflexiones ligadas a nuestro propio bautismo.
La palabra bautismo significa sumergirse y por eso bautizamos con agua, porque es sumergirme en Cristo, es sumergirme en Cristo, es pasar a ser otro Cristo a partir de mi bautismo.
Como nos dice también Francisco: “el mundo necesita evangelizadores con espíritu”. Bueno, nosotros somos bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu para parecernos y ser otro Cristo.
Y pensaba, por ejemplo, en nuestro país donde el porcentaje de bautizados es muy grande porque desde la piedad popular tenemos todos muy metidos la importancia de este sacramento. Si es verdad que somos tantos los bautizados, poder revisar y tomar conciencia si efectivamente nos hemos sumergido en Cristo. Si pudiésemos decir que todos nuestros sentidos, que toda nuestra vida es hablar y actuar en nombre de Cristo.
Vivimos en una sociedad injusta, vivimos en una sociedad violenta, vivimos en una sociedad con los vínculos rotos. Seguramente si estamos sumergidos en Cristo deberíamos ser testigos de la paz, testigos de la reconciliación, tendríamos que seguir apostando por el perdón, tendríamos que vivir más que nunca el mandamiento del amor al prójimo. No por mérito propio, sino porque hemos recibido la gracia, en el bautismo, de sumergirnos en Cristo como decía al comienzo.
Por eso creo que en este día especialmente, por un lado, recordar la fecha de nuestro bautismo. Creo que eso nos puede ayudar a revalorizar lo que el bautismo significa. Pero al mismo tiempo poder tomar conciencia que bautizarme significa sumergirme en Cristo y parecerme a Él, y no parecerme a Él físicamente, parecerme a Él en los gestos, en las actitudes, en las palabras.
Pudiésemos pedirle a Dios que bautice todos nuestros sentidos, que tomemos conciencia definitivamente de lo que significa ese sacramento que es tan popular, sacramento que no podemos negar porque todos quieren recibirlo. Y por eso también en nuestras comunidades hemos querido abrirnos a la posibilidad de que cualquiera que quiera recibir el sacramento lo pueda hacer.
Recuerdo tan solo en la peregrinación a Luján, esa propuesta que se hace a los peregrinos que, en el camino, si no están bautizados y tienen el deseo de hacerlo, se los invita a que se bauticen. O en nuestras comunidades que intentamos no poner requisitos imposibles de cumplir, sino tan solo ofrecer la gracia de Dios a través de este sacramento. Por eso, la importancia de tomar conciencia qué significa.
Y al mismo tiempo, hoy el relato del Evangelio nos dice que el Espíritu Santo descendió sobre Jesús cuando salió de las aguas del Jordán y se escuchó una voz del cielo que decía: “Tú eres mi Hijo muy querido en quien tengo puesta toda mi predilección”.
Que también recordar la fecha de nuestro bautismo sea tomar conciencia que el día que fuimos bautizados, quizá muy de pequeños, también se abrieron las puertas del cielo y se escuchó una voz que decía: ”Tú eres mi Hijo muy querido”. Somos hijos muy queridos de Dios. Y lo que Dios quiere para nosotros, sus hijos, es que seamos verdaderamente felices. Lo que Dios quiere para nosotros, sus hijos, es que podamos plenificarnos en esta vida.
Por eso me parece que estas expresiones también, Tú eres mi Hijo muy querido, nos está diciendo Dios: “te amo, sos mi Hijo, no tengas miedo, te amo, soy tu padre, aquí estoy, te acompaño en el camino de la vida”.
Todavía quizá nos quedan algunos resabios de tenerle miedo a Dios. Todavía quizá nos quedan algunos resabios de imaginarnos en un Dios juez que me castiga o que está vigilándome. Nada que ver, nuestro Dios es un Dios que es amor y un Dios que el día de nuestro bautismo dijo por primera vez y para siempre: “Tú eres mi Hijo muy querido”.
No solamente entonces recordar la fecha de nuestro bautismo, no solamente recordar lo que significa el bautismo, que es sumergirme en Cristo y tener actitudes de Jesús en la vida cotidiana y en la vida pública, sino también tomar conciencia que Dios es un Padre bueno, que el día de nuestro bautismo dijo, igual que el día del bautismo de Jesús: “Tú eres mi Hijo muy querido”.
Y nos quiere felices, nos quiere bien, nos quiere libres, nos quiere hermanos.
Termino con una oración que escribió un sacerdote jesuita español que se llama Benjamín González Vuelta y esa oración justamente se llama Bautiza mis sentidos. Quisiera hacerla con ustedes para tomar conciencia una vez más que bautizarme y haber sido bautizado significa que toda mi vida hable de Jesús.
Dice esta oración: “No amanezcas, Señor, que todavía mis ojos no aprendieron a verte en medio de la noche. No me hables, Señor, que todavía mis oídos no logran escucharte en los ruidos de la vida. No me abraces, Señor, que todavía mi cuerpo no percibe tu piel en los saludos y la brisa. No me endulces, Señor, que todavía mi garganta no saborea tu ternura en medio de lo amargo. No me perfumes, Señor, que todavía mi olfato no huele tu presencia en el olor de la miseria. Bautiza mis sentidos con el lento discurrir de tu gracia encarnada fluyendo por mi cuerpo”.
Que el Señor renueve nuestro bautismo. Que todos nuestros sentidos hablen de Cristo. Que seamos otros Cristos en el mundo y entre todos entonces construyamos un mundo más justo y más fraterno. Amén.