La celebración de la Beatificación del Cardenal Eduardo Pironio se realizó en la Plaza del Santuario de Luján. Personas de todas partes se reunieron para esta fiesta de alegría y fraternidad, muchas de ellas pudieron gozar de el consejo, el acompañamiento y el testimonio del Beato Cardenal Pironio.
La misa fue presidida por el cardenal Fernando Verjez, enviado del Papa para la beatificación, quien concelebró con todos los Obispos y sacerdotes presentes. Al iniciar la celebración, el postulador de la causa, Padre Toni Witwer, hizo un breve repaso de la vida del Cardenal Pironio, marcada por la alegría de la entrega, la preocupación por la salvación del hombre, y la sencillez.
La emoción inundó la celebración, se quebraron las voces, se llenaron los ojos de lágrimas, se dibujaron sonrisas, y se estremecieron las almas al escuchar el mensaje enviado por el Papa: «concedemos que el Venerable Siervo de Dios, Eduardo Francisco Pironio, cardenal de la Santa Iglesia Romana, humilde pastor según el Concilio Vaticano II, testigo de esperanza y paciencia evangélicas, infatigable defensor de la causa de los hermanos más pobres, de ahora en adelante sea llamado Beato».
Durante la homilía, el cardenal Verjez, quien fue secretario del Cardenal Pironio hasta los últimos momentos de su vida, recordó las más grandes virtudes del Beato, su devoción por la Virgen María y su dedicación y entrega a las cosas del Señor: «Magnificat es la palabra y la oración que hoy nace espontánea en nuestros corazones, es la palabra que resume la vida del Cardenal Eduardo Francisco Pironio, es la palabra que repite continuamente en su testamento espiritual como expresión de gratitud al Señor y a María nuestra Madre».
Monseñor Verjez destacó el vínculo del Beato Pironio con la Virgen de Luján. En el Santuario fue ordenado sacerdote y recibió la ordenación Episcopal también, «vínculo que se perpetúa aún después de su muerte y sella su amor a la Virgen cuya presencia goza en el cielo».
«Cuando un hombre o una mujer son declarados beatos por la Iglesia, significa que han alcanzado la plenitud de la felicidad, de la alegría en la contemplación de Dios en la gloria del cielo«, explicó Verjez, «La Iglesia confirma que la persona está en íntima comunión con Dios y lo hace después de un largo proceso en el que se examina su fama de santidad, sus virtudes heroicas, es decir, su vida ejemplar, sus escritos e incluso la comprobación de un milagro atribuido a su intercesión».
Haciendo memoria agradecida de la vida del Cardenal Eduardo Pironio y el tiempo compartido, Verjez destacó sus virtudes heroicas y su práctica de las bienaventuranzas: «Hay una virtud que el Cardenal vivió de forma extraordinaria, considerándola un instrumento indispensable de santidad y apostolado: la humildad, como imitación e identificación con Cristo, manso y humilde de corazón. De hecho, había interiorizado la actitud del Señor Jesús que no vino a ser servido sino a servir «.
Recordó también una homilía del Beato al despedirse de Argentina para continuar su misión en Roma y destacó: «Tres cosas tenía muy claras: el Padre, la cruz y María».
Monseñor Verjez concluyó: «El Santo Padre Francisco dijo que hay santidad en América, que se ha sembrado y se sembrará mucha Santidad. El Beato es expresión de esa Santidad que brota del corazón del continente americano que es fiel al Evangelio. Por eso, la beatificación del Cardenal Pironio es una buena noticia, es una fiesta de alegría y fraternidad, es un don del Espíritu Santo para la Iglesia y para la noche Nación Argentina.
Una verdadera fiesta que puso de manifiesto la alegría compartida entre el cielo y la tierra, con un testimonio de vida que anima a tantos a seguir caminando hacia la Patria Celestial, donde ya espera el Beato Cardenal Eduardo Pironio.