La Iglesia de Buenos Aires tiene cuatro nuevos sacerdotes que fueron ordenados por el Arzobispo Jorge García Cuerva en la parroquia San Benito, rodeados de sus familias, amigos y toda la comunidad de sacerdotes, religiosos y laicos de la Iglesia porteña.
Los rayos del sol se filtraban por los grandes ventanales de la iglesia e iluminaban el altar, como un guiño a todos los presentes que esperaban ansiosos: algo importante estaba por suceder allí, sobre todo para cuatro jóvenes de la Ciudad de Buenos Aires.
La celebración comenzó con el coro entonado «Somos pueblo de Dios Iglesia peregrina, como una gran familia que camina unida», mientras ingresaba una larga fila de sacerdotes y obispos que concelebraron junto a Mons. García Cuerva. Luego de la parte inicial de la misa y las lecturas de la Palabra de Dios, comenzó el rito de la ordenación sacerdotal.
Cuatro «aquí estoy» se escucharon con voz alta y firme cuando cada uno de los ordenandos fue llamado por el Arzobispo. Como hermanos pequeños que buscan el consejo y las recomendaciones del mayor, se sentaron alrededor del padre Jorge y escucharon con atención la homilía, con avidez reflejada en su rostro.
«Queridos Matías, Eduardo, Martín y Matías: quisiera si me permiten, comenzar con un consejo: sean pastores de oración«, comenzó García Cuerva, «Llevarle a Dios las preocupaciones, las angustias, las partes de toda la tarea pastoral, los pedazos del corazón sacerdotal, y decirle con confianza y como si fuésemos niños: “Papá, ¿me lo armás?”» agregó recordando una anécdota familiar.
«Ofrezcan sus cinco panes y dos pescados, ofrezcan y entreguen generosamente sus vidas para saciar el hambre del pueblo. Puede parecer poco a los ojos del mundo, pero Jesús hace el milagro», les recordó paternalmente el Arzobispo a los cuatro.
También les recordó el sentido del sacerdocio: «Serán al mismo tiempo pastores y pan, pan y pastores. Vidas que se multiplican en la entrega y que sacian, en nombre de Dios, el hambre de nuestra gente», y cuál es por qué profundo de la vocación sacerdotal: «Nos hicimos pastores para ser discípulos misioneros que caminan detrás del Maestro; para ser felices en la entrega«.
«Les deseo que sean sacerdotes muy felices y alegres; esa es la mejor pastoral vocacional; que no les falte resurrección, como nos dice Francisco en la exhortación Evangelii Gaudium; y que salgan al encuentro de Jesús en los barrios, en las calles y plazas de Buenos Aires, porque tenemos la certeza de que Dios vive en la ciudad» expresó García Cuerva.
Luego de aconsejarlos y expresar sus deseos para su vida sacerdotal, Jorge les hizo un último pedido: «Y por favor, no se olviden nunca: es el Señor el que hace el milagro de la multiplicación; ustedes sean siempre pan en sus manos».
La Iglesia no es otra cosa que la gran familia de Dios, y eso fue claramente visible cuando todos los sacerdotes presentes, sin importar su edad o su tarea, algunos con bastones, otros acompañando a los más ancianos, se acercaron, uno a uno, a imponer sus manos a los ordenandos.
Luego de la imposición de manos, Mons. García Cuerva ungió con los Santos Óleos las manos de los cuatro nuevos sacerdotes de la Arquidiócesis de Buenos Aires, quienes fueron revestidos con sus casullas y recibieron su cáliz y patena.
Todos los presbíteros dijeron a coro las palabras de la consagración «tomen y coman», «tomen y beban», entre ellas, las voces de los cuatro nuevos sacerdotes que, por primera vez hicieron aquello a lo que se sienten profundamente llamados: «denles de comer ustedes mismos», las palabras de Jesús que eligieron como lema de su ordenación.
La emoción de Matías, Eduardo, Martín y Matías se fusionó con la de todos los que los acompañaron en esta celebración que marcó el inicio de una nueva vida para cada uno de ellos, una vida de entrega y sacrificio, una vida de amor y pasión por quien los llamó a dejarlo todo para seguirlo, una vida llena de Dios.
Cuatro nuevos sacerdotes
