¡Qué bueno y delicioso es que los hermanos se sienten juntos!
Es como ungüento perfumado derramado en la cabeza.
Que baja por la barba de Aarón, hasta el borde de su ornamento.
Es como rocío del Hermón que destila por las colinas de Sión.
¡Allí envía el Señor la bendición, la vida por siempre!”
(Sal. 132)
En un tiempo de gran vitalidad eclesial y en el umbral del Adviento, los consagrados de la Arquidiócesis realizaron un encuentro fraterno –el primero presencial desde el inicio de la pandemia– para celebrar juntos la vida en este tramo del camino y compartir las gracias, los desafíos y las esperanzas que les deja el sínodo concluido. ¡Tanto para dar gracias, para seguir haciendo oración y gesto, dando cauce al Don! Tuvo lugar el sábado 11 de diciembre de 2021 en la Santa Casa de Ejercicios Espirituales.
En los meses previos, a lo largo de las diez semanas en que se desarrolló la Asamblea, se concretaron de modo virtual reuniones preparatorias a cada una de las sesiones, para informar y dialogar con las comunidades, a fin de que el aporte de los delegados sinodales pudiera llevar a la Asamblea la reflexión, el discernimiento y las propuestas de la Vida Consagrada en Buenos Aires. Por su parte, en las sucesivas sesiones algunos de los delegados sinodales presentaron aportes personales o comunitarios sobre los distintos capítulos del Documento de Trabajo. La fluida y enriquecida comunicación e intercambio durante el tiempo de Asamblea llegó también a las cuatro comunidades de monjas carmelitas que desde la oración y el trabajo acompañaron los pasos del camino sinodal desde sus inicios.
Luego de la bienvenida inicial, Mons. Ernesto Giobando SJ ofreció una “visita guiada” por la Santa Casa, recordando momentos significativos de la vida de “la beata de los Ejercicios”, María Antonia de San José (Mama Antula), y presentando las obras de restauración y su uso actual. Fernanda González, laica consagrada, presentó la Hospedería y Centro de día “Refugio de María”, espacio donde se desarrolló el encuentro.
La experiencia de la Asamblea
Los sinodales presentes compartieron su vivencia. La Asamblea fue ocasión de aprender a acercarse a la Iglesia diocesana –“uno siempre en su charquito, su radio parroquial”. Un tiempo de gracia de poder meditar, ver la pluralidad, cómo el Señor genera obras para atender situaciones –hospitales, cárceles, capacidades distintas–; la asamblea ayudó a ver la realidad de la misión: una “riqueza tremenda”. Se apreciaron matices, diversidad, pero sobre todo mucho deseo de comunión y la certeza de que el Espíritu Santo es el que impulsa. Comunión, caminar juntos, el deseo de salir, de hacer algo por el otro. ¿Cómo? Una invitación a animarse a poner en común algunas iniciativas personales.
La experiencia dejó una semilla de esperanza también por ver gente joven con ganas de hacer cosas, transformación de la misión. “Como una marea la Asamblea; si nos comprometemos, el Espíritu hará grandes cosas”.
Mons. Giobando, por su parte, refirió el acompañamiento que significó desde el inicio el proceso sinodal, y el trabajo como equipo de obispos. “Si el espíritu de comunión nosotros lo fomentamos, vamos a poder descubrir lo que Dios nos pide”. La experiencia fuerte de ver a los laicos: la cantidad de participantes y la libertad para expresar, para ir cambiando actitudes clericalistas muy arraigadas. “Si nos animamos como Vida consagrada en Buenos Aires a caminar juntos, Dios atiende especialmente cuando estamos en comunión”.
Los consagrados destacaron también que “el caminar juntos se ha venido fortaleciendo desde hace dos años”. En la Asamblea se manifestó un espíritu fraterno y de tanto respeto, unidad de criterios, el compromiso de cada sinodal de haber leído el material; profundizar para una Iglesia abierta: “«aprite et spalancate», una invitación a abrir nuestra mente, corazón, al servicio de la Iglesia”.
El ejercicio de la escucha fue notable. Un proceso de enriquecimiento, de ir conociéndonos y por lo tanto “conocer la Iglesia que late en el corazón de cada uno, lo que se vive en cada lugar”. Permanece el desafío de seguir creciendo en la escucha, en los acuerdos. En el camino de estos cuatro años se manifestó tanto la preocupación por el clericalismo como “la ternura propia de la Madre Iglesia por amparar, proteger y cuidar a los sacerdotes”. Una nueva conciencia de que el verdadero diálogo es con las diferencias, el «discutir con altura» distintas ideas y posturas, diversos intereses.
Inquietudes y propuestas
Luego del almuerzo “a la canasta”, en el diálogo se compartieron también algunas mociones, mirando a cómo abordar las propuestas surgidas en la Asamblea Sinodal, a partir de una pregunta motivadora: de las cuatro dimensiones propuestas por el sínodo, ¿cuáles resuenan más en mi corazón, o qué eco provocan como deseo, vigencia, carisma?
Se propusieron algunas acciones. En relación al Documento Final –que en sus seis textos ofrece un rico material para la reflexión y la oración, el diálogo y el discernimiento–, llevarlo a otras comunidades; trabajarlo juntos, realizar una lectura comunitaria.
Otra propuesta estuvo vinculada a la oportunidad de dar un paso más en el compartir la riqueza del carisma propio, desde la inquietud de conocernos más; reunirse en el lugar favorece palpar más de cerca la realidad comunitaria, la oración, las pastorales, anima la comunión, abre a la experiencia de la gratuidad. Otra propuesta tuvo que ver con compartir momentos fuertes litúrgicos –encuentro, celebración, oración.
Se refirió la experiencia que por cercanía comparten las consagradas de cuatro distintas familias religiosas que cooperan en la Parroquia Basílica Santa Rosa de Lima: llevan un grupo de “WhatsApp”, se juntan una vez al mes; de a dos organizan un encuentro, en día Domingo. La idea es que quienes organizan, sean dos que no pertenezcan a la misma consagración. A veces se reúnen en una plaza. Esta práctica se fue fidelizando en el tiempo; resulta un espacio de riqueza. Otro ejemplo fue el caso de religiosas de distintas congregaciones pertenecientes al decanato Flores, que realizaban el “Té antes de cada sesión” en tiempo de Asamblea.
Se propone establecer cuatro fechas fijas en el año, realizando cuatro encuentros, uno de los cuales podría ser misión; estos encuentros podrían hacerse por vicarías. Se reconoce que “cuesta venir, pero estar juntos ayuda”.
La jornada culminó con la celebración de la Eucaristía en la histórica Capilla Mayor de la Santa Casa.
El sínodo al Carmelo y el Carmelo en el sínodo
La comunidades monásticas de la Arquidiócesis han participado del camino sinodal desde sus inicios, con su intercesión constate, la comunicación asidua y a través de sus aportes. Tras la culminación de la Asamblea, dos de ellas invitaron a sinodales a compartirles la experiencia. El 17 de diciembre, la priora Hna. Noelia Guadalupe del Corazón Eucarístico junto a la comunidad recibieron con gran alegría la visita de los sinodales en el Monasterio de San José –el primero fundado en la Arquidiócesis (1874), en el barrio de Constitución. Ya en 2022, el 8 de marzo tuvo lugar el encuentro en el Monasterio de Santa Teresa de Jesús, en el barrio de Almagro, donde la priora Hna. Mercedes del Corazón de María y demás hermanas participaron de la animada reunión que incluyó un momento de cantos.
Estos encuentros fueron ocasión de una experiencia gozosa y enriquecida de comunión en la diversidad, de la vitalidad del don del Espíritu en el sentir con la Iglesia que nos une. Las carmelitas expresaron las necesidades que perciben a partir del diálogo con las personas que se acercan al monasterio con sus dificultades y sus búsquedas –especialmente la necesidad de acompañamiento espiritual, de orientación, la sed de comunión, de encuentro con Dios–, compartieron las dificultades que implica la conversión hacia un estilo sinodal, destacaron el valor y la necesidad de trabajar juntos sacerdotes, laicos y consagrados, hicieron propuestas, expresaron la alegría y la esperanza del caminito de comunión que desde hace cuatro años mueve a los miembros de la vida consagrada en Buenos Aires.
Damos gracias al Señor por el camino recorrido, y nos disponemos a seguir “caminando juntos” haciendo “todo lo que Él nos diga” (cf. Jn 2,5).