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Homilía Mons. García Cuerva – 3° Domingo de Adviento

por prensa_admin

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     3, 2b-3.10-18

    Dios dirigió su palabra a Juan Bautista, el hijo de Zacarías, que estaba en el desierto. Este comenzó a recorrer toda la región del río Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados.
    La gente le preguntaba: «¿Qué debemos hacer entonces?»
    Él les respondía: «El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga qué comer, haga otro tanto».
    Algunos publicanos vinieron también a hacerse bautizar y le preguntaron: «Maestro, ¿qué debemos hacer?»
    Él les respondió: «No exijan más de lo estipulado».
    A su vez, unos soldados le preguntaron: «Y nosotros, ¿qué debemos hacer?»
    Juan les respondió: «No extorsionen a nadie, no hagan falsas denuncias y conténtense con su sueldo».
    Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías, él tomó la palabra y les dijo: «Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; Él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Tiene en su mano la horquilla para limpiar su era y recoger el trigo en su granero. Pero consumirá la paja en el fuego inextinguible».
    Y por medio de muchas otras exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Noticia.
Palabra del Señor.


Homilía Mons. García Cuerva – Domingo III de Adviento 

Estamos reflexionando en este adviento en la Arquidiócesis de Buenos Aires con el lema: «Con Jesús renace la esperanza» y en este tiempo de fin de año, en este diciembre indudablemente nos puede resultar difícil sostenernos en la esperanza porque justamente, hacia fin de año nos gana la ansiedad que creo que es el veneno de la esperanza esto de querer apurar los tiempos y querer todo inmediatamente ya. 

De alguna manera eso va tentando contra la esperanza que es lo que se nos propone en este adviento «Con Jesús renace la esperanza» pero, al mismo tiempo, también en este tercer domingo de Adviento queremos encontrarnos en la alegría. El domingo de la alegría porque como nos ha dicho, ya varias veces, el Papa Francisco y lo decía de una manera muy gráfica también el beato, el cardenal Piroño «La alegría y la esperanza van juntas”. No puede haber un cristiano alegre que no tenga esperanza y no puede haber un cristiano esperanzado que no tenga alegría. Y por eso, creemos que también con Jesús renace la esperanza y con Jesús también renace la alegría.  

Y la primera lectura, el Salmo y la segunda lectura hoy insisten profundamente con la idea de la alegría. Lo habla Sofonías en la primera lectura cuando dice: «Grita de alegría hija de Sion. Alégrate y regocíjate de todo corazón hija de Jerusalén». Lo dirá el Salmo cuando nos dice: «Aclamemos al Señor con alegría» y lo volverá a insistir San Pablo cuando, en la segunda lectura, dice: «Alégrense siempre en el Señor», vuelvo a insistir: «Alégrense». 

Y entonces, le podríamos preguntar a Sofonías, autor de la Primera Lectura, le podríamos preguntar al salmista, y le podríamos preguntar a San Pablo si ellos no saben que ese mensaje se lo están dando a los argentinos en diciembre. De alguna manera podríamos decir «parecería que no conocen nuestra realidad, que no conocen las dificultades en las que estamos, que no saben nada de la ansiedad propia de fin de año”, que de alguna manera también nos gana el cansancio y entonces, el estado anímico parece que no tiene nada que ver ni con la esperanza ni con la alegría. Sin embargo, y aunque Sofonías, aunque el Salmista o, aunque Pablo hubiesen conocido nuestro país, no hubiesen conocido a la sociedad actual creo que el mensaje es un mensaje de vida. 

Es el mensaje de Dios que nos quiere animar en la esperanza y en la alegría en este tiempo complicado. La alegría que no depende de nuestro estado anímico ni tampoco del estado del clima. La alegría que es la certeza que tenemos en lo profundo del corazón de que Dios nos ama, de que Dios nos acompaña, de que Dios nos perdona. Esa alegría que tenemos que sostener en medio de las dificultades, esa alegría que es el desafío de estar alegres aunque sea de noche en nuestra vida y allí recuerdo una homilía del Papa Francisco en la capilla de Santa Marta en mayo de 2016 que cito textual: «La alegría humana puede ser borrada por cualquier cosa, por cualquier dificultad, pero la alegría que el Señor nos da, que nos hace exultar, nos hace gozar en la esperanza de encontrarlo, esta alegría nadie puede quitar. Esta alegría es duradera, incluso, en los momentos más oscuros. Pidamos al Señor- continúa diciendo Francisco- que el Señor nos dé la gracia de una alegría grande que sea la expresión de la esperanza y una esperanza fuerte que se convierte en alegría en nuestra vida». 

Este texto de Francisco me parece que nos puede ayudar a nosotros a sostenernos, más allá de los problemas diarios en la esperanza y en la alegría tema central de la Misa de hoy y nos preguntan varios hoy en el Evangelio a Juan Bautista: «¿Qué debemos hacer?». ¿Qué debemos hacer? es la pregunta que le hacen en varias ocasiones en el Evangelio a Juan Bautista, entonces podemos aprovechar nosotros también la pregunta y decir: ¿Qué debemos hacer para sostenernos en la alegría? ¿Qué debemos hacer para que esa alegría aumente aunque los tiempos que vivamos sean tiempos difíciles? 

Y la clave de Juan Bautista me parece que nos puede ayudar. En primer lugar, dice Juan Bautista: «El que tenga dos túnicas dé una al que no tiene y el que tenga qué comer haga otro tanto». Podríamos pensar entonces que una clave para tener alegría es animarnos a compartir recordando aquella cita quizás de Hechos capítulo 20 que dice que hay más alegría en dar que en recibir. Entonces, ahí tenemos una clave para la alegría: compartir. 

Preguntan otros: «¿Y nosotros qué debemos hacer? Y dice Juan Bautista: «No exijan más de lo estipulado» y se me ocurre pensar que para nosotros será no exigir de más, aflojar un poco. Quizá no exigirnos demás a nosotros mismos creyendo que siempre tenemos que hacer algo más y, entonces, vivimos en la insatisfacción constante de que no llegamos a cumplir con las metas que nos pusimos. Aflojemos quizás en estas metas de diciembre con nosotros mismos, no nos exijamos demás pero no exijamos demás a los demás que también están cansados, que también están con problemas, que también necesitan de un tiempo de descanso. 

No exigir demás puede también ser una pista para recuperar y sostenernos en la alegría y no vivir en la queja constante y en la frustración de no lograr lo que nos exigimos. ¿Qué debemos hacer le preguntan otros? No extorsionen a nadie, no hagan falsas denuncias conténtese con su sueldo, no extorsionen a nadie tiene que ver eso también con no ser corruptos. Tiene que ver con llegar a la noche y dormir tranquilos porque nuestra consciencia nos habla de una honestidad que nos permite descansar tranquilos. 

Me parece que tiene que ver con ser verdaderamente honestos en la vida cotidiana, me parece que también tiene que ver con esto de no hacer falsas denuncias, en no difamar, ni calumniar a nadie con esa arma poderosa que tenemos entre los dientes y que se llama lengua. Quizás también podamos entonces recuperar y sostenernos en la alegría siendo honestos y también, no hablando mal de los demás, no difamando, no calumniando, no dañando la reputación de los demás con noticias falsas ni tampoco atribuyendo a los demás delitos que no cometieron. 

No difamar, no calumniar, no mentir sobre la vida de los demás que también puede hacernos sostener en la alegría. Una vez leí que hay gente que vive resucitada, que hay gente que lucha por resucitar todos los días, que hay gente que la pelea todos los días. Esa gente es testimonio de alegría. Creo que nos tenemos que animar a adelantar un poquito la alegría de la resurrección viviendo nosotros también en este desafío de sostenernos en la alegría más allá de las dificultades. 

Tratar de nosotros vivir la alegría del resucitado y quizá las pistas que nos da hoy San Juan Bautista pueden ayudarnos. Nos puede ayudar a ser generosos y compartir, nos puede ayudar no exigir demás ni a los demás ni a uno mismo, aflojar un poco como decimos. Nos puede ayudar a ser honestos, no hacer falsas denuncias, no difamar ni calumniar a nadie. Pequeñas pistas para sostenernos en la alegría que nos invitan las lecturas de hoy. 

Que Dios nos ayude a todos, a sostenernos en la esperanza y la alegría y aunque nos parezca imposible porque estamos en la Argentina del 2024, en diciembre, en un ritmo de locos, sepamos que sí es posible. Y es posible aunque la alegría pueda parecer imposible porque, como nos dice Francisco, la alegría que el Señor nos da, que nos hace gozar en la esperanza de encontrarlo, esa alegría nadie la puede quitar porque es duradera. Incluso, en los momentos más oscuros. Amén.

 

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