EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo (23, 1-12)
Jesús dijo a la multitud y a sus discípulos:
Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de Moisés; ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen. Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo.
Todo lo hacen para que los vean: agrandan las filacterias y alargan los flecos de sus mantos; les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, ser saludados en las plazas y oírse llamar «mi maestro» por la gente.
En cuanto a ustedes, no se hagan llamar «maestro», porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A nadie en el mundo llamen «padre», porque no tienen sino uno, el Padre celestial. No se dejen llamar tampoco «doctores», porque sólo tienen un Doctor, que es el Mesías.
El mayor entre ustedes será el que sirve, porque el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado.
Palabra del Señor.
Homilía Mons. García Cuerva – Domingo XXXI Tiempo Ordinario. 05 de noviembre de 2023. Catedral Metropolitana
Los protagonistas de las tres lecturas de hoy son personas que deberían estar al servicio de la comunidad.
En la primera lectura del profeta Malaquías, nos habla del reino de Judá en el siglo IV a.C. Los judíos vivían sometidos al imperio persa y allí se describe a los sacerdotes de ese momento que no ejercen su autoridad como corresponde, como Dios pide, sino que no dan gloria a Dios, se apartan del camino y hacen acepción de personas.
En el Evangelio, Jesús, luego de que le hicieron trampa en los evangelios anteriores, podríamos decir en términos de hoy, lo operaron a Jesús, hoy responde a los escribas y a los fariseos diciendo que no hacen lo que dicen.
Jesús hoy dice que son exigentes con los demás, pero que no con ellos mismos. Jesús dice hoy que les gusta ocupar los primeros puestos, ser reconocidos, que aparentan y que se sienten importantes.
En cambio, la segunda lectura de hoy, frente al mal ejemplo, tanto de la primera lectura del profeta Malaquías, como el mal ejemplo de los escribas y fariseos que describe Jesús en el Evangelio, la segunda lectura nos habla de Pablo, este apóstol que es un ejemplo de entrega absoluta, capaz de entregar toda su vida por los cristianos de Tesalónica, siendo como una madre que trabaja, así dice la lectura, día y noche.
Por eso entonces, me parece importante como primera base de la reflexión de hoy tener en cuenta que las tres lecturas nos hablan de quienes deberían estar al servicio de la comunidad.
La primera lectura y el Evangelio criticando a quienes no hacen lo que deberían hacer.
En cambio, la segunda lectura de Pablo, mostrándolo a él como ejemplo de entrega por la comunidad.
Creo que las lecturas de hoy nos tienen que llamar a todos a la reflexión, pero especialmente a la dirigencia política, a la dirigencia empresaria, a la dirigencia sindical, a la dirigencia religiosa, en definitiva, a todos los que tenemos alguna responsabilidad en la comunidad.
Creo que la palabra de Dios es luz que viene a iluminar las oscuridades que tenemos en la vida. Y creo que a veces como dirigentes tenemos algunas oscuridades que me parece bueno que reconozcamos y que hoy las lecturas nos dicen. La lucha por el poder, buscar reconocimientos y aplausos, vivir pendientes de la imagen y vivir pendientes del cargo, vivir haciendo trampa como hacían esos fariseos que le hicieron algunas operaciones a Jesús para hacerle decir lo que no había dicho. La incoherencia de vivir alejados de la vida, especialmente de la vida de nuestra gente que está atravesada por problemas económicos, que está atravesada por la inflación. Las madres que viven quebradas por el problema de la droga en los barrios con sus hijos y tantas situaciones difíciles que vive nuestro pueblo, situaciones que a veces la dirigencia las conoce de muy lejos, de demasiado lejos. Y entonces me acuerdo del poeta Pablo Neruda cuando decía: «¿Cómo comprenderán mis versos quienes no tocaron mi sangre?«. A veces estamos demasiado lejos de la sangre de nuestro pueblo y entonces no comprendemos verdaderamente lo que le pasa.
El Papa Francisco ha hablado mucho del clericalismo que es una deformación en el ejercicio de la autoridad por parte del clero, por parte de la dirigencia religiosa. Lo define como una plaga o como un veneno de la iglesia. Muchas veces el Papa se ha referido al carrerismo del clero, es decir, buscar un cargo, al apego del dinero, a la lejanía de los pobres, al olvido de las periferias existenciales. Justamente hace unos días el Papa Francisco tuvo una intervención en el sínodo que finalizó el fin de semana pasado. Y allí, hablando justamente de la deformación a veces que hay en el clero, en la dirigencia religiosa el Papa decía lo siguiente, y leo textual: “Cuando los ministros exceden en su servicio y maltratan al pueblo de Dios, desfiguran el rostro de la iglesia con actitudes machistas y dictatoriales. Es doloroso encontrar en algunos despachos parroquiales una lista de precios de los servicios sacramentales al modo de un supermercado. O la iglesia es el pueblo fiel de Dios en camino, santo y pecador, o termina siendo una empresa de servicios variados. Y cuando los agentes de pastoral toman este segundo camino, la iglesia se convierte en el supermercado de la salvación, y los sacerdotes son meros empleados de una multinacional. Es la gran derrota la que nos lleva el clericalismo. Y esto con mucha pena y escándalo. Basta ir a las sacristías eclesiásticas de Roma para ver el escándalo de sacerdotes jóvenes probándose sotanas y sombreros, o albas y roquetes con encaje. Continúa el Papa diciendo, el clericalismo es un látigo, es un azote, es una forma de mundanidad que ensucia y daña el rostro de la esposa del Señor, esclaviza al santo pueblo fiel de Dios. Y el pueblo de Dios, el santo pueblo fiel de Dios, sigue adelante con paciencia y humildad, soportando los desprecios, el maltrato, las marginaciones de parte del clericalismo institucionalizado. Y con cuánta naturalidad hablamos de los príncipes de la iglesia, o de promociones episcopales como ascensos de carrera, los horrores del mundo, la mundanidad que maltrata al santo pueblo fiel de Dios”.
En este texto fuerte, el Papa nos cuestiona, y creo que las lecturas de hoy y estas palabras de Francisco nos tienen que llamar a todos a la reflexión y a la conversión.
Y digo a todos, a toda la dirigencia política, empresaria, religiosa, pero a cada uno de nosotros que también tiene responsabilidad, aunque sea como padre de familia, ni más ni menos. A la reflexión y a la conversión de todos.
Porque no faltará quien diga, se refiere solamente a los políticos. ¿Acaso estarán hablando de mí? ¿Serán críticas para toda la dirigencia? Y entonces, me acuerdo de aquel dicho popular que dice: “al que le quepa el sayo, que se lo ponga”. Amén.