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Homilía Mons. García Cuerva Domingo XXXI Tiempo Ordinario

por prensa_admin

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos     12, 28b-34

    Un escriba se acercó y le preguntó: «¿Cuál es el primero de los mandamientos?»

    Jesús respondió: «El primero es: «Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas». El segundo es: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». No hay otro mandamiento más grande que estos».

    El escriba le dijo: «Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que Él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios».

    Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: «Tú no estás lejos del Reino de Dios».

    Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Palabra del Señor.


Homilía Mons. García Cuerva Domingo XXXI Tiempo Ordinario 

El texto de la Primera Lectura del Libro del Deuteronomio es un poco el testamento espiritual que Moisés le deja a su pueblo. Moisés había ayudado a la liberación del pueblo desde la esclavitud de Egipto, habían atravesado el desierto y ya entrando a la tierra prometida Moisés les deja estas palabras que escuchamos hoy del Deuteronomio donde dos veces les dirá: “Escucha Israel” y les insiste con que hay un sólo Señor que es este Dios al que tienen que amar profundamente, este es el mandamiento que el Señor tu Dios te enseñó que enseñaras a practicar en el país del que vas a tomar posesión. Por eso empéñate Israel y escucha y cumple estos mandamientos. 

El Señor nuestro Dios es el único Señor, amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas. Y termina Moisés diciendo: “Graba en el corazón estas palabras que yo te dicto hoy”. De algún modo este testamento espiritual de Moisés es el que va acompañar al pueblo al entrar a la tierra prometida y como digo dirá dos veces: “Escucha Israel” porque no es solamente escuchar con los oídos sino especialmente escuchar con el corazón. 

Grabar en el corazón esto de que hay un sólo Señor que es este Dios que acompañó al pueblo a la liberación desde el país de Egipto. En este tiempo sinodal en este tiempo en el que el Papa nos convoca a vivir de un modo sinodal, que es en definitiva caminar juntos como Iglesia, hemos insistido muchas veces en que tenemos que escucharnos. Hacer el apostolado del oído dice Francisco y así entonces como hoy Moisés en el Deuteronomio insiste al pueblo con escuchar. “Escucha Israel” creo que nosotros también tenemos que aprender a escucharnos entre nosotros. 

Muchas veces la intolerancia, los gritos, las descalificaciones, son en definitiva porque no sabemos primero escucharnos. En general cuando alguien habla estamos esperando que termine para poder hablar nosotros. En general tenemos muy poca paciencia y entonces cerramos los oídos a cualquier opinión que no sea parecida a la nuestra. Nos hemos tornado muy intolerantes y creo que la clave de la escucha así como insiste Moisés hoy en el Deuteronomio, así como nos insiste el Papa Francisco en todo lo que significa el sínodo como este tiempo de caminar juntos donde tenemos que aprender a escucharnos y como dijo en su momento a la Diócesis de Roma Francisco: «También tenemos que aprender a escuchar las voces que incomodan”. 

Sí, también las voces que incomodan. Por eso de esta Primera Lectura me gustaría que nos queden como estas dos ideas hoy Moisés presenta su testamento espiritual que está a punto de entrar a la tierra prometida. La historia nos dirá después que quien entra a la tierra prometida ya no sea Moisés, que morirá antes, sino que será Josué. Sin embargo, Moisés en este clima de despedida le deja al pueblo lo esencial. Le deja al pueblo esta síntesis que tiene que grabar en su corazón, reconocer quién es este verdadero Dios liberador que los acompañó y los sacó de Egipto. 

Al mismo tiempo le dice dos veces: “Escucha Israel” que también sea un testamento espiritual para nosotros. Centrar nuestra vida en Dios y al mismo tiempo y en esta época sinodal aprender a escucharnos. ¿Cuántas veces las dificultades en los vínculos familiares, cuántas veces las dificultades en los vínculos de trabajo, cuántas veces las dificultades en el diálogo entre la dirigencia no tiene más que ver que con cuestiones de escucha? No tenemos ni paciencia, ni ganas, ni respeto por opiniones distintas y por lo tanto, no nos escuchamos. 

Vamos al Evangelio, en el Evangelio aparece Jesús dialogando con el escriba. Los escribas eran los estudiosos de la ley, tenían que aprender de memoria el pentateuco que son los primeros libros del Antiguo Testamento y por eso recién podían ejercer su profesión de escribas a partir de los cuarenta años porque hasta ese momento eran estudiosos. A partir de los cuarenta años podían realmente ser escribas que le enseñen a otros. El gran riesgo de un escriba es el legalismo. Estudiar tanto la ley que ponen a la ley por encima de la persona humana que ponen a la ley por encima de las situaciones que viven las personas y esto también nos puede pasar a nosotros. 

Transformarnos también en escribas, cuando a veces en nuestras comunidades parroquiales le ponemos tantas exigencias a la gente. Le ponemos un montón de requisitos para celebrar un sacramento que en realidad no lo pide ni el código del derecho canónico. ¿Cuántas veces ponemos requisitos en Cáritas, en la catequesis? Y en definitiva nos transformamos en una Iglesia aduana a la que Francisco tanto critica. Una Iglesia que se parece más a un puesto de gendarmería en un camino porque le ponemos requisitos y le pedimos un montón de información y de datos a la gente que se acerca.

Que distinto es esta Iglesia aduana de la Iglesia hospital de campaña que nos propone el Papa también, la Iglesia que recibe a los heridos de la vida, la Iglesia que abraza a todos. La Iglesia que por encima del legalismo pone a las personas. Como me gusta decir, la vida de la gente en general como la de todos nosotros se ha ido complicando en estas épocas y entonces tenemos que ser facilitadores de la gracia de Dios. No complicarle la vida a los demás, en definitiva, creo que acercarse a nuestras comunidades tiene que ser la posibilidad de recibir el abrazo de ternura del Padre y no frías disposiciones que muchas veces lo único que hacen es alejar a la gente. 

Por eso cuando hoy el escriba le pregunta: “¿Cuál es el más importante de los mandamientos?” Creo que en realidad el escriba tiene un cuestionamiento interno. El escriba quizá se está dando cuenta quizás que es demasiado legalista, y entonces, sabiendo que en la época de Jesús los judíos tenían más de seiscientos trece mandamientos, el escriba dice “bueno, de estos seiscientos trece mandamientos, ´¿Cuál es el más importante?´” ¿Cuál es el que realmente tengo que vivir? Y allí Jesús responderá y lo voy a leer textual: “El primero es nuevamente aparece aquí “Escucha Israel, el Señor nuestro es el único Señor «»Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón y con toda el alma, con todo tu espíritu y todas tus fuerzas”. 

Hasta aquí similar a lo que decía Moisés en la Primera Lectura pero agrega Jesús “Amarás a tu prójimo como a ti mismo, no hay otro mandamiento más grande que estos”. Y creo que lo que Jesús le está enseñando justamente al escriba es que no se puede vivir el amor a Dios separado del amor al prójimo. En ese sentido, creo que tenemos que descubrir que nuestra unión con Dios tiene que ser una unión cada vez más profunda con el hermano. El escriba acepta la respuesta de Jesús y la repite pero si uno presta atención no repite lo que dice Jesús y anda más sino que le dice y agrega una parte claramente y la parte que agrega dice: “Amar al prójimo como así mismo vale más que todos los holocaustos y que todos los sacrificios”. Justamente el escriba se da cuenta que el amor a Dios y el amor al prójimo valen mucho más que cualquier ritualismo que cualquier legalismo. 

Que lindo que nosotros también igual que el escriba podamos en nuestra actividad pastoral descubrí que no hay nada más importante que que el amor a Dios concretado al prójimo. Que podamos vivir de verdad lo que significa darle lugar a Dios en nuestra vida pero sin lugar a dudas mirando también al prójimo. Alguna vez el Papa Benedicto XVI decía que cerrar los ojos al prójimo nos vuelve ciegos ante Dios y por eso creo que el escriba se debe haber ido contento. Se debe haber contento porque Jesús le enseñó donde estaba el núcleo de la Fe: en el amor a Dios y al prójimo y que eso valía mucho más que los holocaustos y sacrificios. 

El Salmo que leímos donde dice: “Yo te amo Señor tú eres mi fortaleza, yo te amo señor tú eres mi roca, tu eres baluarte” que podemos nosotros también, en la vida cotidiana, ser fortaleza, ser roca, ser baluarte para los demás. Que podamos descubrir que así como Dios es nuestro escudo, Dios es nuestra fuerza salvadora, nosotros también tenemos que serlo para los otros. Cuando nuestra gente se acerca a nuestras comunidades, cuando la gente se acerca a las parroquias que puedan sentirse y encontrarse con el Dios de la Vida. Con este Dios que es fuerza salvadora, con este Dios que es roca, con este Dios que es baluarte, con este Dios que ama. 

En definitiva, que se encuentren con el Dios de la vida aquellos que se sienten oprimidos, aquellos que sufren, aquellos que la están pasando mal. Desterremos también nosotros de nuestras prácticas pastorales todo legalismo porque eso no hace más que alejarnos de Dios, eso no hace más que mostrar una imagen de Dios que no es real porque se aleja en definitiva del Dios padre y madre, del Dios que ama a todos. Amén. 

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