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Homilía Mons. García Cuerva Festividad de Cristo Rey

por prensa_admin

 Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     23, 35-43

    Después de que Jesús fue crucificado, el pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes, burlándose, decían: «Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!»

    También los soldados se burlaban de Él y, acercándose para ofrecerle vinagre, le decían: «Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!»

    Sobre su cabeza había una inscripción: «Éste es el rey de los judíos».

    Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros».

    Pero el otro lo increpaba, diciéndole: «¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que Él? Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero Él no ha hecho nada malo».

    Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino».

    Él le respondió: «Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso».

Palabra del Señor.


Homilía Mons. García Cuerva Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo 

Comienza el Evangelio de hoy diciendo que “El pueblo permanecía allí y miraba”. Miraba esa escena de la crucifixión del Señor, miraba la cruz y por eso en esta solemnidad de Cristo Rey del Universo quería invitarlos a todos como primera acción a volver a mirar la cruz, como aquel pueblo que permanecía allí y miraba tal cual nos describe el Evangelio de Lucas. 

Mirar la cruz. Mirar la cruz es dejarnos sorprender porque entregó la vida por amor a nosotros. Mirar la cruz es volver a ver que nos duele su dolor, que nos conmueve realmente lo que Él vivió. Mirar la cruz significa que no nos sea indiferente lo que Jesús hizo por nosotros. Mirar la cruz es dejar, una vez más, que el Señor toque nuestro corazón y que nos emocione e incluso que nos haga llorar. Mirar la cruz es también que nos llame la atención la solidaridad y el compromiso de Dios para con nosotros, que comparte toda nuestra vida, todo, incluso también la muerte. Mirar la cruz es también reflexionar sobre mis propios pecados y los pecados y las injusticias del mundo que Jesús carga en esa cruz. Mirar la cruz es que también se renueve nuestro compromiso con los crucificados de hoy. 

Por eso parecería casi contradictorio que hoy, celebrando la solemnidad de Cristo Rey del Universo, seamos invitados a mirar la cruz tal cual lo hizo aquel pueblo, en aquel lugar, en el Gólgota, en el Calvario. 

En segundo lugar, nos dice también el Evangelio de hoy que sus jefes y soldados se burlan. La burla es una acción o palabras con las que se procura poner en ridículo a alguien. Podríamos decir burlarse es reírse de, no reírse con. Y hoy se ríen de Jesús. Como Iglesia creo que, muchas veces, nos han dolido cuando se han reído de nuestra Fe, cuando se han burlado de nuestros símbolos religiosos. Recuerdo hace un tiempo cuando sucedió esto con el Pesebre. Cuando también se sacan las cruces a veces de espacios públicos, como se hizo en una época, queriendo con eso hablar de la diversidad, cuando en realidad nos estaban casi obligando a todos a pensar lo mismo. Y se estaba dejando de tener en cuenta que en las entrañas más profundas de la Fe de nuestro pueblo, el símbolo de la cruz es tan pero tan sagrado porque, insisto, nos habla del amor enorme que Dios tiene por nosotros. Cuánto nos ama. 

Por eso creo que hoy también es para cuidarnos de volver a revalorizar lo que es, por un lado, el ver a Jesús en la cruz y renovar nuestra Fe en ese Dios que nos ama tanto pero tanto que entrega su vida. Pero también pensar y tomar conciencia de lo que la cruz signifique, por eso cuánto tiene que dolernos la burla de un símbolo religioso o la burla también a veces de nuestra Fe.

En tercer lugar, aparece el que comúnmente se llama el mal ladrón, que es el ladrón que le dice a Jesús: “¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros también”. Yo pienso siempre que la pregunta es tan pero tan lógica, “¿No eres tú el Mesías?”, casi diría, es lógica la pregunta porque se la está haciendo a alguien que está crucificado, de quien todos están burlando, alguien que había sido torturado, alguien que había sido abandonado, por lo tanto, ¿Eres realmente el Mesías? ¿Eres realmente Dios? ¿Eres realmente tú El Salvador? Cuesta creerlo, presentándote así. Desnudo, en una cruz, burlado, escupido, maltratado. 

Creo que entonces tenemos que volver a pensar que esa pregunta es una pregunta provocadora, que nos invita fuertemente a decir: “Sí Señor, creo de verdad que eres el Mesías”. “Sí Señor, creo en todo tu poder desde esa cruz”. “Sí Señor, creo profundamente en el amor que entregas desde esa cruz a todos nosotros”. Poder, nosotros también, hacernos esa pregunta. Y creo también que esa pregunta la podemos llevar a la vida cotidiana. 

¿Cuántas veces nos encontramos con el rostro concreto de Cristo en los hermanos más pobres? Y poder también decir: “¿Eres tú el Cristo?” Cuando nos encontramos con un joven adicto. Cuando nos encontramos con un abuelo que vive en la calle. Cuando nos encontramos con alguien que revuelve la basura. Quizás su aspecto no nos habla claramente de la imagen que tenemos de Dios. Y entonces creo que por la Fe tenemos que decir: “Sí Señor, creo de verdad que eres el Cristo”. Porque como nos dijiste, estuviste preso y enfermo y te visitamos, estabas desnudo y te vestimos, tenías hambre y te dimos de comer. “Cada vez que lo hicieron por el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo”. 

Por lo tanto también, concentrarnos en la figura de la cruz y en el crucificado, es la posibilidad cierta de volver a renovar nuestra Fe. Renovar nuestra Fe en que en el crucificado está el mismo Dios. Y lo cuarto y último y termino, pensaba en el gesto enorme de la misericordia. Cuando el mismo Jesús, escuchando las palabras del otro ladrón: “Jesús acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”, le responde: “Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”. Alguna vez leí que dicen que este debe haber sido un muy buen ladrón, pero fue un muy buen ladrón porque le robó a Jesús su corazón. Le robó a Jesús un gran acto de misericordia en el instante previo a la muerte. 

Creo que tenemos que volver a pensar en aquella frase que también leí hace unos días: “No hay misericordia sin excesos”, “No hay misericordia sin excesos”. Y claramente Jesús en la cruz muestra una misericordia sin límites, una misericordia sin límites que también derrama sobre todos nosotros. 

La solemnidad de Cristo Rey es una solemnidad que estableció el Papa Pío XI en el año 1925 frente a las calamidades del mundo, y así lo plantea en la encíclica Quas Primas. El Papa Pío XI dice: “Hay que darle el reinado del mundo a Cristo, hay que darle lugar a Jesucristo como Rey del universo”. Y creo que, entonces, hoy vale la pena que cada uno de nosotros le dé lugar al reinado de Jesucristo en el propio corazón. Que le podamos dar también lugar al reinado de Jesucristo en nuestra sociedad, que le podamos dar lugar al reinado de Cristo en el mundo, para también nosotros poder una vez más descubrir cuánto nos ama Jesús mirando a la cruz. 

Que podamos una vez más darle lugar también en los espacios públicos al Señor, darle lugar a la pregunta provocadora, “¿Eres tú el Cristo?” Cuando nos encontremos con nuestros hermanos más pobres, y eso necesariamente nos generará compromiso y solidaridad. Y, por supuesto, también darle lugar al reinado de Jesucristo es darle lugar a su infinita misericordia, como la que hoy nos muestra con el buen ladrón. Que Cristo reine en nuestros corazones, que reine en nuestra sociedad, y los invito a todos durante esta semana a poder contemplar la cruz, dejarnos interpelar por el amor de Dios y darle un lugar especial en nuestras vidas, en nuestras familias, en nuestra sociedad. Que Cristo reine en nuestros corazones. Amén.

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