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Homilía Mons. García Cuerva XVII Domingo de Tiempo Ordinario

por prensa_admin

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     11, 1-13

    Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos».

Él les dijo entonces: «Cuando oren, digan:

        Padre, santificado sea tu Nombre,

        que venga tu Reino,

        danos cada día nuestro pan cotidiano;

        perdona nuestros pecados,

        porque también nosotros perdonamos

        a aquellos que nos ofenden;

        y no nos dejes caer en la tentación».

    Jesús agregó: «Supongamos que algunos de ustedes tiene un amigo y recurre a él a medianoche, para decirle: «Amigo, préstame tres panes, porque uno de mis amigos llegó de viaje y no tengo nada que ofrecerle,» y desde adentro él le responde: «No me fastidies; ahora la puerta está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme para dártelos».

    Yo les aseguro que aunque él no se levante para dárselos por ser su amigo, se levantará al menos a causa de su insistencia y le dará todo lo necesario.

    También les aseguro: pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá. Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá.

    ¿Hay entre ustedes algún padre que da a su hijo una serpiente cuando le pide un pescado? ¿Y si le pide un huevo, le dará un escorpión?

    Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan!»

Palabra del Señor.


Homilía Mons. García Cuerva XVII Domingo de Tiempo Ordinario 

En el Evangelio de este domingo, Jesús nos enseña a rezar y me parecía entonces resaltar tres verbos y también después tres frases. En primer lugar, los tres verbos están ligados a aquella oración del Evangelio donde Jesús nos dice: “También les aseguro, pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá”. “Pidan”; pedir es propio de los pobres, pedir es propio de aquellos que tienen conciencia que no pueden solos, pedir es lo que hacen aquellos que necesitan. Qué bueno que podamos cada uno de nosotros hacernos conscientes de nuestra propia pobreza, saber que nada podemos solos y entonces le pedimos a Dios y también tenemos una actitud humilde de pedir a los demás. 

Creo que a veces nos encontramos con gente extremadamente orgullosa que cree que puede sola, que no necesita de nada ni de nadie y entonces hoy el Señor nos vuelve a hacer experimentar la propia pobreza.  Pobreza espiritual, pobreza del corazón y por supuesto también la pobreza material, la pobreza ligada a las cuestiones sociales de lo no satisfecho, del hambre, del dolor, de la injusticia, del no llegar a fin de mes. Cuánta pobreza que cada uno de nosotros podemos experimentar y entonces ya sean pobrezas del corazón, ya sean pobrezas ligadas a pobrezas materiales, creo que todos tenemos que experimentar el pedir, “Pidan”. Nos hace también tomar conciencia que necesitamos de Dios. 

La segunda acción, el segundo verbo, dice: ”Busquen”, busquen y encontrarán. Celebramos este año el jubileo de la esperanza y es propia de los varones y las mujeres esperanzados buscar. Buscar significa no quedarnos de brazos cruzados ni de brazos caídos, es seguir rastreando los signos de Dios en nuestra vida y también en la historia. Buscan aquellos que tienen la certeza de que Dios no nos abandona porque Él es nuestra esperanza. Él es nuestra roca, Él es nuestro baluarte. En Él radica nuestra esperanza y entonces salimos a su búsqueda, lo necesitamos. Seguimos buscando en nuestra sociedad también justicia, paz, fraternidad. No andamos de brazos caídos creyendo que está todo perdido. Por eso el Señor nos vuelve a insistir con este verbo, “Busquen”, buscar. 

Y el tercero nos dice llamen, nos dice: “Llamen y se les abrirá”. Llamar, clamar al cielo, seguir clamando con fuerza como lo hizo hoy en la primera lectura Abraham que insistió una y mil veces para que Dios perdone al pueblo de Sodoma y Gomorra. Hoy el Señor también está dispuesto a escuchar nuestro clamor, nosotros también hoy queremos llamarlo. Lo necesitamos mucho, lo necesitamos para nosotros y lo necesitamos también para los demás. Por eso la necesidad de la oración de intercesión. 

Pidamos, experimentemos la propia pobreza. Busquemos, sigamos siendo peregrinos de esperanza. Llamemos, sigamos clamando al cielo y hagámoslo por nosotros y también por los demás como lo hace Abraham hoy en la primera lectura. Esos son los tres verbos. Las tres frases, tomarlas del Padre nuestro que hoy Jesús le enseña a sus discípulos. 

En primer lugar, todos decimos “Padre”. Si decimos Padre y es el Padre de todos es porque entre nosotros somos hermanos. ¡Qué necesidad tenemos de fraternidad! ¡Qué necesidad tenemos de encuentro! ¡Qué necesidad tenemos de volver a encontrarnos y descubrirnos hermanos! Por eso creo que hoy decir: “Padre nuestro” es contracultural. En un mundo del sálvese quien pueda, en un mundo del egoísmo donde nos miramos con desconfianza, en donde creemos que el que piensa distinto es mi enemigo, con esta oración nos reconocemos hermanos. “Padre Nuestro”, no dejemos de seguir insistiendo con que somos hermanos. 

La segunda de las frases que elegí en la oración, “Venga tu reino”. Necesitamos que entre nosotros se instaure el reino de Dios. Ese proyecto de Dios para la humanidad. Ese proyecto de fraternidad, de justicia, de equidad. Ese proyecto de paz. Esa paz con la que tanto nos insiste nuestro Papa León XIV. Por eso “Venga tu reino Señor”. Que se haga realidad la civilización del amor. Que se haga realidad un mundo más justo para todos. 

Y en tercer lugar, la frase: “perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos también”. ¡Qué necesidad tenemos de reconciliación! ¡Qué necesidad tenemos de perdón! De desistir del odio, de desistir de la bronca, de desistir del rencor. ¡Qué necesidad tenemos de experimentar el perdón en la vida personal, pero también el perdón en la vida pública! Hacer del perdón también una dimensión social, una dimensión pública. Que podamos clamar al cielo pidiendo que perdone nuestras ofensas el Señor, pero que también queremos aprender a perdonarnos entre nosotros. Y Él es un Dios de misericordia. Él es el que siempre nos da otra oportunidad. Por eso, no podemos nosotros dar otra oportunidad a los demás. 

Pidamos, experimentemos la pobreza y la necesidad que tenemos de Dios y de los demás. Busquemos, seamos peregrinos de esperanza, que no se cansan de seguir buscando. Llamemos, clamemos al cielo e intercedamos también por los demás como lo hizo Abraham. 

Padre nuestro, somos hermanos. No nos acostumbremos a vernos como adversarios y enemigos. Venga tu reino. Necesitamos, Señor, tu reino. El reino de la paz, de la justicia. El reino de la civilización del amor. Y perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos también. Enseñanos a perdonarnos. Enseñanos a curar las heridas porque nadie puede ser feliz con odio, con rencor, con resentimiento, con bronca. 

Termino. Creo que rezar es hablar con Dios y cada uno lo hace a su manera. Hoy en la primera lectura, Abraham clama al cielo. Y lo hace con sus palabras, intercediendo por el pueblo. Jesús hoy enseña la oración del Padre nuestro. Y seguramente sus discípulos habrán aprendido de él y habrán rezado después a su manera. 

En la carta pastoral que presentamos este año, “Vive Cristo, Nuestra Esperanza”, finalizamos la carta con una oración. Una oración que fue elaborada desde el corazón. Una oración que es fruto de muchas lágrimas, de mucho dolor, de mucha bronca, de mucha impotencia, de mucha lucha. La oración de los padres y los familiares de las víctimas que murieron en la tragedia de Cromañón. Una oración que al mismo tiempo es reflejo de mucha confianza en Dios, que a pesar de todo nunca nos abandona. Quiero terminar con la oración que escribieron estos familiares de tantos hermanos fallecidos en Cromañón en el 2004. Que expresa por un lado un sufrimiento gigante, pero que dio lugar también a una esperanza aún mayor. Y que se llama justamente, escrita desde el corazón, “Oración por la Esperanza”.

“Te pedimos Jesús, amigo, que nos ayudes a mantener siempre encendida la luz de la esperanza. Luz que fortalece, luz que guía nuestras vidas, aunque soplen vientos fuertes, que nos hagan dudar o debilitar. Esa llama no se apagará, iluminando siempre nuestros corazones. Virgencita María, que fuiste eterna compañera en momentos difíciles de nuestras vidas, nunca nos abandonaste. Envía tus gracias para que podamos dar ayuda a los hambrientos de fe, a los niños necesitados de amor y comprensión, a aquellos que sufren injusticias, a las mentes y cuerpos enfermos, a los que están confundidos por la avaricia y el poder. Que la esperanza sea nuestro escudo para dispersar nuestros temores y angustias, y así disfrutar de paz en nuestras almas. Fortalécenos y enséñanos a lograrlo, para poder ser testigos de la grandeza espiritual que da la esperanza, de la mano con la fe. María, Jesús, ángeles del cielo, sabemos que están a nuestro lado, indicándonos el camino correcto del amor, el perdón y la solidaridad. Sentimos esa mano amiga, tan solo les pedimos poder tomarla, para no soltarla jamás. Amén”. 

Desde el dolor, desde la lucha, desde la impotencia, pero también desde la esperanza, estos familiares de Cromañón fueron capaces de escribir esta hermosa oración que nos ayuda y nos alienta a nosotros también a seguir pidiendo, a seguir buscando, a seguir llamando, porque Dios escucha nuestro clamor y nunca abandona a su pueblo. Amén.

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