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Homilía Mons. Jorge García Cuerva – Domingo XIX Tiempo Ordinario

por prensa_admin

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan     6, 41-51

    Los judíos murmuraban de Jesús, porque había dicho: «Yo soy el pan bajado del cielo». Y decían: «¿Acaso este no es Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo puede decir ahora: «Yo he bajado del cielo?»»
    Jesús tomó la palabra y les dijo:

«No murmuren entre ustedes.
Nadie puede venir a mí,
si no lo atrae el Padre que me envió;
y Yo lo resucitaré en el último día.
Está escrito en el libro de los Profetas:
«Todos serán instruidos por Dios».
Todo el que oyó al Padre
y recibe su enseñanza,
viene a mí.

Nadie ha visto nunca al Padre,
sino el que viene de Dios:
sólo Él ha visto al Padre.
Les aseguro
que el que cree, tiene Vida eterna.
Yo soy el pan de Vida.

Sus padres, en el desierto,
comieron el maná y murieron.
Pero éste es el pan que desciende del cielo,
para que aquél que lo coma no muera.
Yo soy el pan vivo bajado del cielo.
El que coma de este pan vivirá eternamente,
y el pan que Yo daré
es mi carne para la Vida del mundo».

Palabra del Señor.


Homilía Monseñor Jorge García Cuerva – Domingo XIX Tiempo Ordinario 

Quería comenzar hoy la reflexión teniendo en cuenta al profeta Elías en la primera lectura del Libro de los Reyes. Porque creo que algunas de las cosas que vive hoy Elías son un poco las cosas que también nos pueden pasar a nosotros. Elías había sido amenazado de muerte por la esposa del rey, por Jezabel y pienso las veces  que nosotros también hemos experimentado la amenaza de muerte. Por ejemplo, durante la pandemia de Covid 19.

Cómo sentimos en aquel momento fuertemente en nuestra vida, la amenaza de enfermarnos y creo que también todos tuvimos por lo menos la fantasía de que nos podíamos morir. De hecho, a todos se nos murieron seres queridos, a todos se nos murió gente conocida. Pero pienso también, las amenazas que vivimos en lo cotidiano, la amenaza frente a la inseguridad, la amenaza ante un futuro incierto, la amenaza a perder el trabajo. Cuántas amenazas que puede ser, al igual que el profeta Elías también vivamos nosotros.  

Entonces dice que frente a estas amenazas el profeta Elías se puso en camino y caminó por el desierto, caminar por el desierto es de alguna manera caminar sin un horizonte cierto. Caminar por el desierto es casi caminar no sabiendo para donde, porque de hecho, cuando uno puede ver un desierto ve que todo es igual. Que todo es igual de modo que camine para donde camine siempre me voy a sentir perdido. 

Y entonces, yendo a la actualidad, pienso cuántas veces nosotros también nos sentimos un poco perdidos. ¿Cuántas veces caminamos en la vida sin un horizonte cierto? Habiendo perdido un poco la brújula de la propia vida. A veces también la brújula en la vida de nuestros seres queridos o como familia. 

Llega un momento que Elías termina diciendo: “Basta ya Señor”. Y se quedó dormido. Seguramente muchos de los que nos siguen por la radio, por la televisión, por las redes sociales, habrán expresado con estas o con otras palabras también: “Basta ya Señor”, no doy más, me siento amenazado, siento que camino por el desierto y sin horizonte, me siento lleno de miedos como Elías entonces decimos: “Basta ya Señor”.  

Cuando creemos que está todo perdido, cuando creemos que no damos más, entonces, nos dice hoy, esta primera lectura que aparece un Ángel. Un Ángel que le va a decir al profeta Elías: “Levántate y come porque todavía te queda mucho por caminar”. “Levántate y come porque todavía te queda mucho por caminar”, estoy seguro que todos hemos experimentado momentos dramáticos o difíciles como los de Elías, pero estoy seguro también que en aquellos momentos, habrá habido algunas personas que, como Ángeles, se nos acercaron y nos dijeron: “Levántate”. 

Justamente la palabra Ángel significa enviado. El enviado por Dios. No dudo que en nuestra vida en los momentos más duros tuvimos nuestros ángeles, tuvimos las personas que nos animaron, que nos sostuvieron, que nos cargaron de pilas, que nos animaron a seguir. Que con otras palabras o quizás algunas parecidas nos dijeron: “Levántate porque todavía te queda mucho por caminar”, “Dale, no bajes los brazos”, “Vamos, seguí. No te caigas, anímate una vez más, seguí adelante”. 

Quería entonces con todos que hoy demos gracias por esas personas que en momentos difíciles, dramáticos, como los que vivimos a veces parecidos a los de Elías hemos recibido el ánimo, el optimismo, la esperanza de estos que hicieron como ángeles. Demos gracias a Dios hoy por ellos. Hagamos memoria agradecida de sus vidas y casi les diría, el compromiso terminada la misa, los llamemos por teléfono, les mandemos un mensaje de WhatsApp y les digamos: “Gracias porque en aquel momento difícil de mi vida estuviste. Fuiste para mí como un ángel”.

Y dice el Ángel: ”Levántate y come”, ”Levántate y come”, y en realidad sabemos que cuando dice ”Levántate y come”, no es solamente llenar la panza. Seguramente en aquel momento Elías tenía hambre de paz, en ese momento tenía hambre de amor, tenía hambre de esperanza. No daba más. Nosotros también tenemos un hambre profunda como hemos hablado el otro día, el domingo pasado. Y ¿Cómo se sacia esa hambre profunda? ¿Qué comemos en momentos difíciles?. Y en ese sentido, la segunda lectura del Apóstol San Pablo a los Cristianos de Éfeso nos puede dar una pista de lo que no tenemos que comer. 

Nos dice justamente el Apóstol San Pablo: ”Eviten la amargura. Eviten los arrebatos. La ira, los gritos, los insultos y toda clase de maldad”. Podríamos entonces, en momentos difíciles, como todos a veces vivimos, tener en cuenta lo que no tenemos que comer. Aquello que en realidad nos va a perjudicar mucho más. Hacer dieta de amargura, de arrebato, de ira, de grito, de insultos, y de toda clase de maldad.

El problema es que a veces justamente en los momentos difíciles nos llenamos de más bronca. Nos llenamos de más rencor, nos tornamos casi diría  odiosos, porque no soportamos lo que nos pasa y en lugar de elaborarlo, en lugar de sanar las heridas, las infectamos con maldad, con bronca, con rencor, con odio. Por eso, cuando hoy nos dice el Ángel: “Levántate y come porque todavía te queda mucho por caminar” tenemos que tener claro lo que no tenemos que comer para levantarnos. Y en eso, creo que San Pablo en la segunda lectura fue muy claro. Pero también, el Evangelio nos ayuda a darnos cuenta que es lo que sí tenemos que comer y nos dice justamente Jesús que Él es el pan vivo que desciende del cielo.

Él es el pan vivo que, si comemos de él, viviremos eternamente. Porque es el pan que nos da, que es su carne para la vida del mundo. La Eucaristía es la respuesta de Dios al hambre más profunda de los seres humanos, por eso, creo que hoy podemos volver a valorar lo que significa cada Eucaristía. Es recibir el alimento que sacia el hambre más profunda. Es recibir el alimento que nos ayuda a sostenernos en los momentos más difíciles.

Pidamos a Dios entonces en esta Misa especialmente por toda aquella gente que está pasando en este momento situaciones difíciles como las que describiamos del Profeta Elías. En segundo lugar demos gracias a Dios por los ángeles, por esas personas que se nos acercaron en momentos difíciles y nos dijeron: “Levántate porque todavía te queda mucho por caminar” y revisemos qué es lo que comemos con el corazón en momentos difíciles.

Cuidado, porque a veces lo que comemos es arrebatos, ira, amargura, gritos, insultos y toda clase de maldad como nos dice claramente San Pablo y en realidad la propuesta de Jesús es otra. La propuesta de Jesús es comer su carne, la verdadera comida, el pan de vida, la Eucaristía que es la respuesta de  Dios al hambre del mundo. Amén.

 

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