Portada » Homilía Mons. Jorge García Cuerva Domingo XXVI Tiempo Ordinario

Homilía Mons. Jorge García Cuerva Domingo XXVI Tiempo Ordinario

por prensa_admin

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos     9, 38-43. 45. 47-48

    Juan dijo a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre, y tratamos de impedírselo porque no es de los nuestros».

    Pero Jesús les dijo: «No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de mí. Y el que no está contra nosotros, está con nosotros.

    Les aseguro que no quedará sin recompensa el que les dé de beber un vaso de agua por el hecho de que ustedes pertenecen a Cristo.

    Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que tienen fe, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler y lo arrojaran al mar.

    Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la Vida manco, que ir con tus dos manos al infierno, al fuego inextinguible. Y si tu pie es para ti ocasión de pecado, córtalo, porque más te vale entrar lisiado en la Vida, que ser arrojado con tus dos pies al infierno.

    Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo, porque más te vale entrar con un solo ojo en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos al infierno, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga».

Palabra del Señor.


Homilía Mons. Jorge García Cuerva Domingo XXVI Tiempo Ordinario 

En la primera lectura de hoy en el Libro de los Números Moisés por indicación de Dios comparte el espíritu que está sobre él con setenta ancianos. El Libro de los Números nos recuerda, nos relata lo que fue la travesía del pueblo judío desde la liberación de Egipto hasta el ingreso a la tierra prometida. Un camino arduo, un camino difícil, un camino en el cual el pueblo muchas veces se reveló contra Dios, un camino en el cual Moisés bajaba los brazos y decía: “Ya no puedo seguir guiando a este pueblo” y al mismo tiempo el mismo Moisés siendo intermediario y mediador entre Dios y su enojo por la infidelidad del Pueblo y este pueblo que no parecía de terminar de aprender nunca lo que significaba confiar en Dios que quería guiarlos a la tierra prometida. 

En esas idas y vueltas de este camino a largo de cuarenta años por el desierto llega este momento que nos relata el Libro de los números hoy. Donde Moisés, como dije, comparte el espíritu que estaba sobre él con los setenta ancianos y creo que es interesante quedarnos con esta primera idea de pensar que Moisés incluso siendo el elegido de Dios no se queda en una postura personalista creyendo que él es el único conductor, creyendo que él es el único salvador, que él es el único que puede sacar adelante el pueblo y llevarlo hasta la tierra prometida. 

Entiendo que a veces nosotros en nuestra cultura somos extremadamente personalistas, creemos que es una sola persona, un sólo salvador, es un único personaje histórico el que nos puede sacar adelante y entiendo que, esta primera lectura de hoy, nos habla de un trabajo compartido. Nos habla de un Moisés que comparte con estos setenta ancianos lo que es la conducción de su pueblo. 

En tiempos complicados, en tiempos difíciles creo que entonces aquí tenemos una nueva enseñanza. Animarnos a trabajar de manera articulada, animarnos a trabajar con otros, animarnos a trabajar en equipo, animarnos a trabajar en comunidad y no creer que habrá un líder salvador que nos sacará adelante. 

Al mismo tiempo, creo tanto que en la primera lectura como en el Evangelio percibimos una enorme intolerancia de estos setenta ancianos que decíamos nos describe el Libro de los Números parece que hay alguno de ellos que no habían ingresado a la carpa y, por lo tanto, inmediatamente le advierten a Moisés que hay que tener cuidado con esos dos que no entraron a la carpa porque ellos parecerían que no corresponden que sean parte de esa conducción colegiada. Parece que ellos dos no podrían tener el espíritu que compartía Moisés con los setenta. 

Aparece la figura de Josué, Josué es el que le dirá: “Señor, no corresponde. Ellos dos no entraron”. Como que quedaron afuera, como que Moisés entonces tiene que rechazarlos. De alguna manera el Evangelio nos dice algo parecido, allí será el discípulo Juan el que, como saben que algunos en nombre de Cristo han querido expulsar demonios, “Pero no son de los nuestros” dice Juan entonces también le piden a Jesús que los rechacen, le piden a Jesús que queden afuera. 

En Josué, en la Primera Lectura y en Juan en el Evangelio encontramos mucha intolerancia y ¿Qué es la intolerancia? La intolerancia es la falta de respeto o el rechazo a ideas distintas o a creencias distintas o a modos de vivir distintos. Juan y Josué no son malas personas, Juan de hecho es uno de los discípulos de Jesús y Josué será finalmente el sucesor de Moisés, será el que entre en la tierra prometida. Por lo tanto, no estamos hablando de dos personas totalmente intolerantes pero sí que por momentos se les colaba la intolerancia y, en ese sentido, creo que a nosotros nos pasa un poco lo mismo. Nosotros no somos malas personas, entiendo que tratamos de hacer las cosas lo mejor posible pero también se nos cuela la intolerancia y se nos cuela la intolerancia religiosa, la intolerancia política, se nos cuela la intolerancia con el que piensa distinto, con el que vive distinto, con el que cree en algo distinto. 

Pretendemos tener igual que Josué y que Juan el monopolio de la Fe, como que todas las cosas de Dios pueden pasar solamente a través nuestro o también el monopolio de las ideas, como que las únicas ideas que valen son las mías o también el monopolio del modo de vivir. El único modo de vivir es el que yo considero, el que yo considero válido. Insisto, entonces, no somos malos podemos ser buena gente pero creo que tenemos que advertirnos igual que Juan y que Josué, del nivel de intolerancia con el que vivimos que creo que en estos últimos años en Argentina se ha ido acrecentando enormemente. 

Al mismo tiempo creo que la expresión más fuerte de esa intolerancia está en boca de Juan cuando dice: “No son de los nuestros. Esos que no son de los nuestros dicen expulsar demonios en tú nombre”. El no ser de los nuestros, es romper la fraternidad. Decir: “No son de los nuestros” es decir, ellos no son dignos como nosotros. El decir “No son de los nuestros” es casi considerar que el otro es mi adversario y mi enemigo. 

El Señor Jesús, en el Evangelio, al mismo tiempo creo que nos puede dar algunas pistas para romper con esta intolerancia. Para romper con este “No son de los nuestros”. Dice: “Si tu mano es ocasión de pecado córtala” y sabemos que esta es una expresión simbólica pero con lo que sí la podemos cortar es con el delito acusador, que a veces, sale de nuestra mano. Con lo que sí la podemos cortar es con andar señalando de un lado a mis amigos y del otro lado a mis enemigos. Con la que sí la puedo cortar es con marcar diferencias con mi mano entre nosotros y ellos. Eso sí que la puedo cortar, con el dedo acusador, con el dedo que señala, con el dedo que marca los defecto de los demás, con la mano que separa nosotros y ellos.

Si tu pie es ocasión de pecado córtalo, lógicamente no es cuestión de cortarme los pies pero sí podemos cortar con eso de patearnos los tobillos como dice el dicho, de hacernos zancadillas o de pretender ponerle la pata al otro para que no pueda avanzar en la vida. Si tu ojo es ocasión de pecado córtalo, no es cuestión de sacarme el ojo de cortarlo, pero si puedo cortarla o arrancar de mi vida la mirada condenatoria, la mirada prejuiciosa, la mirada partidista que vuelve a ponernos a unos de un lado y a otros del otro y sigue marcando cada vez más la intolerancia.

Que ojalá cada uno de nosotros pueda tener gestos concretos para crecer en la tolerancia. Un modo de ser absolutamente intolerantes es decir: “Este Evangelio no es para mí”. Un modo de ser intolerante es decir: “Los intolerantes son los otros“. Cuidado, porque ese tipo de expresiones marcan que yo me pongo de un lado y los demás son distintos, por suerte yo estoy de este lado. Nos dice en un momento Moíses respondiendo a la intolerancia de Josúe “Ojalá el pueblo fuese profeta”. Ojalá significa Dios quiera en arabe, a mi me gustaría decir; Ojalá nuestro pueblo argentino sea tolerante, ojalá nuestro pueblo argentino sea respetuoso de ideas distintas, de modos de vivir distintos, de creencias distintas, ojalá nuestro pueblo argentino no divida entre nosotros y los otros. Ojalá nuestro pueblo no diga nunca: “No son de los nuestros” ojalá, Dios quiera.

Término,  a fin de año el veinticuatro de diciembre el Papa Francisco abrirá la Puerta Santa para dar apertura al jubileo 2025. Al jubileo de la esperanza, la puerta santa significa una apertura a un tiempo de gracia, a un tiempo de misericordia. Cristo es la puerta y esa puerta se abrirá, será la puerta de San Pedro pero también se abrirán otras puertas que serán puertas de misericordia puertas del jubileo. 

Que ojalá también podamos dejar la intolerancia de lado nosotros abrir las puertas de nuestra mente para aceptar a los distintos. Abrir las puertas del corazón para tener una apertura afectiva que nos falta tanto. Que las lecturas de hoy, que esta invitación y convocatoria del Papa al Jubileo 2025 genere en nosotros un dinamismo de apertura. Apertura de puertas, pero fundamentalmente, en la Argentina de hoy, apertura de corazones, apertura de mentes, porque trataremos de encontrarnos en la fraternidad y dejar definitivamente de lado y desterrar entre todos la intolerancia que tanto daño nos viene haciendo hace tantos años. Amén. 

Banner antes del título

También te interesará

Dejar comentario

Holaaaaa