Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 13, 24-32
Jesús dijo a sus discípulos:
En aquellos días, el sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar, las estrellas caerán del cielo y los astros se conmoverán. Y se verá al Hijo del hombre venir sobre las nubes, lleno de poder y de gloria. Y Él enviará a los ángeles para que congreguen a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del horizonte.
Aprendan esta comparación, tomada de la higuera: cuando sus ramas se hacen flexibles y brotan las hojas, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano. Así también, cuando vean que suceden todas estas cosas, sepan que el fin está cerca, a la puerta.
Les aseguro que no pasará esta generación, sin que suceda todo esto. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. En cuanto a ese día y a la hora, nadie los conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, nadie sino el Padre.
Palabra de Dios.
Homilía Mons. Jorge García Cuerva Domingo XXXIII Tiempo Ordinario
Desde los comienzos de la fundación de la Ciudad de Buenos Aires San Martín de Tours fue su protector, fue su patrono, fue aquel a quien le hemos encomendado la vida de la ciudad y se conoce muy poco quizá de su vida popularmente pero hay una anécdota, una leyenda, una historia, que ha pasado de boca en boca sobre la vida de San Martín de Tours que creo que hoy también puede iluminar este momento.
Nos dice que preparándose para ser bautizado ya de adulto y siendo un soldado pasa por un camino por en el que ve a un mendigo con mucho frío y entonces, conmovido por el sufrimiento de esta persona que pasaba frío, corta con su espada la mitad de su capa y le comparte la mitad de su capa a este mendigo para qué puede cubrirse del frío. Dicen que después en sueños se le aparece Jesús justamente con la mitad de esa capa, cubierto con la capa para evitar el frío.
Es decir, que cuando había ayudado al mendigo en la calle en realidad lo había estado haciendo San Martìn de Tours con el mismo Cristo. Y ¿Por qué creo que esto es importante el día de hoy? Porque justamente acabamos de proclamar el Evangelio de Mateo 25, donde cuando se separa a los justos a las ovejas de los cabritos los que están a la derecha de Jesús le dirán: ¿Cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer? ¿Cuándo te vimos sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero y te alojamos? ¿Desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso y fuimos a verte? Y el Rey responderá: “Les aseguro que cuando lo hicieron por el más pequeño de mis hermanos lo hicieron conmigo”.
Es decir, que Jesús se identifica con los que más sufren. Jesús se identifica con los que están al costado del camino, con los más pobres, con los hambrientos, con los que no tienen casa, con los enfermos, con los presos. Ese es el rostro de Cristo, también en nuestra ciudad y entonces, celebrando hoy a nuestro Santo Patrono de la ciudad de Buenos Aires pensaba que podíamos también nosotros tomar estos dos verbos, estas dos acciones, que se dan en el diálogo entre los justos y el Rey.
Dice: “¿Cuándo te vimos hambriento? ¿Cuándo te vimos forastero? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso?” Ver. Me parece que la primera acción, ser capaces de ver sin prejuicios, ser capaces de ver sin miedos, ser capaces de ver con moviéndonos con el dolor a tantos Cristos sufrientes en nuestras calles. A tantos Cristos sufrientes quizá en un departamento sufriendo en la soledad, a tantos Cristos sufrientes en los geriátricos, a tantos Cristos sufrientes en nuestros barrios, jóvenes atravesados por la droga y el alcohol. A tantos Cristos sufrientes angustiados, todavía heridos por las consecuencias de la pandemia, a tantos Cristos sufrientes que están durmiendo en las calles.
Ver, tener una mirada empática, tener una mirada que sea capaz de limpiarse de todo prejuicio de todo ideologismo y que esa mirada a los más pobres, a los que sufren, nos toque el corazón. Por eso le pedimos hoy a San Martín de Tours que así como él vio la necesidad de aquel mendigo que pasaba frío y se conmovió nosotros también limpiemos la mirada con el colirio de la misericordia, que limpiemos la mirada con el colirio de la fraternidad, que limpiemos la mirada con el colirio de descubrir que el dolor de mi hermano tiene que ser el mío porque en él está Cristo.
Y la segunda acción lo dice el Rey cuando responde y dice: “Cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos lo hicieron conmigo”. Hacer, hacer es la otra acción. No solamente ver y conmovernos sino ponernos en acción, ser capaces de organizarnos como comunidades, ser capaces cada uno como ciudadanos de la ciudad, desde el gobierno, desde la Iglesia, desde las organizaciones intermedias, desde el empresariado pero todos comprometidos no solamente a ver sino también, a hacer.
Los argentinos somos especialistas en hacer diagnósticos, discutimos en una mesa de escritorio sobre la realidad. Pero a veces nos falta justamente hacer. Poner las manos en acción, poner las manos en la masa y realmente comprometernos en la solidaridad con los que sufren. Por eso entonces hoy, le pedimos a San Martín de Tours que así como él vio la necesidad de ese hombre con frio e hizo porque cortó su capa y le dio la mitad a la persona que estaba pasando frío y después descubre en sueño que era el mismo Jesús, nosotros también en Buenos Aires queremos encomendados en nuestro Santo Patrono ver la necesidad de los que sufren.
Nunca acostumbrarnos a que haya tanta gente que la está pasando mal y hacer. No quedarnos en el diagnóstico sino poner las manos en la masa y como San Martín de Tours compartir de nosotros, compartir desde el corazón, no lo que sobra sino lo que somos para, entre todos, tener una ciudad más fraterna, más justa más equitativa con los desafíos de siempre pero donde todos nos veamos como hermanos y hagamos y entreguemos la vida, unos por otros. Amén.