La Iglesia porteña celebró con inmensa alegría la ordenación diaconal de Jesús Carides, Ignacio Leggieri, Gonzalo Mordeglia y Hugo Portillo Espínola esta mañana en la Parroquia San Benito Abad.
Con una ceremonia sencilla pero profunda, de espíritu familiar y comunitario, musicalizada con las suaves voces e instrumentos del Coro Diocesano, los cuatro nuevos diáconos compartieron su alegría y emoción con amplias sonrisas en sus rostros y alguna que otra lágrima aquí y allá.
Duranta la homilía, el Arzobispo Mario Poli, quien presidió la celebración, invitó a los jóvenes que recibieron el ministerio diaconal a seguir el ejemplo de Jesús y de su «amor hasta el extremo» en el lavado de los pies a sus discípulos, para «servir con amor a Dios y a los hombres», destacando que dar, sembrar el bien y compartirlo, y hacerse servidor de los demás es lo que hace madurar frutos de santificación para la salvación de todos.
Monseñor Poli destacó la tarea de los diáconos principalmente en el servicio de las mesas como ministros del altar, para que «no falte el pan en la mesa de los pobres ni el Pan de Vida en la mesa del altar»; y además su ayuda al Obispo y a su presbiterio en el anuncio de la palabra de Dios; preparando el sacrificio de la Eucaristía y repartiendo el Cuerpo y la Sangre del Señor; proclamando el Evangelio a los que no creen y catequizando a los que creen; dirigiendo las celebraciones litúrgicas, en la administración del bautismo, la autorización y bendición de los matrimonios, el viático a los moribundos y el presidir las exequias con el consuelo de la fe.
Recordó también la convicción renovada en el Sínodo Arquidiocesano de ser una Iglesia de la caridad en Buenos Aires, priorizando el amor, en especial, en la integración y justicia de los más pobres, para la tarea de los cuatro jóvenes como Ministros de Jesús, testigos del bien y de la verdad, guiados por la Fe, cimiento de la vida, y la Esperanza, anhelo para la felicidad que proviene del Evangelio.
Al realizar sus promesas de obediencia, se pudo escuchar en todo el templo, con fuerza y claridad, el «Sí, queremos, con ayuda de Dios» a cuatro voces de los ordenandos que, de rodillas frente al Arzobispo, recibieron sus consejos en un gesto paternal lleno de miradas de emoción y gran significado.
Acto seguido se llevó a cabo la imposición de manos y oración de consagración, signos visibles de la ordenación diaconal, que concluyó con el abrazo fraterno de los cuatro nuevos diáconos y los gritos de alegría, emoción y entusiasmo de sus familiares y amigos.
Como Iglesia de Buenos Aires, les damos gracias a Gonzalo, Jesús, Hugo e Ignacio por su entrega y servicio, y los acompañamos en la oración por los frutos de su misión evangelizadora en el ministerio del diaconado.