¡Feliz y santa Navidad! «Hoy les ha nacido un Salvador, que es el mesías el Señor», decía el Evangelio que leyó el Arzobispo Jorge García Cuerva en la misa de Navidad que celebró en la Catedral. La alegría del Niño Dios ya nacido, inunda los corazones de la Ciudad de Buenos Aires.
La Noche Buena dio paso al día de Navidad, el día en que Dios se encarnó en un niño que, sin encontrar posada donde nacer, finalmente fue acogido en un pesebre, rodeado de humildes pastores que reconocieron en él al Mesías. Un niño que contagia ternura y esperanza, que hace renacer la alegría, que hace brillar la luz sobre el todo el mundo.
«Hoy quiero resaltar este contraste entre el Emperador Augusto, seguro de sí mismo, con todo el gobierno; y por otro lado los pastores, hombres frágiles y marginados de los que no sabemos ni siquiera su nombre» comenzó describiendo el Arzobispo, «porque creo que Augusto y los pastores nos pueden mostrar a nosotros con qué actitud nos acercamos al pesebre, con qué actitud y con qué corazón recibimos la Buena Noticia del Nacimiento de Jesús«.
Una posible actitud que describió el Arzobispo: «Si nosotros nos parecemos a Augusto, si nos creemos seguros de nosotros mismos, si creemos que tenemos todas las respuestas, si creemos que somos dueños de nuestra vida, que tenemos todo bajo control, si no nos dejamos interpelar por la Buena Noticia del nacimiento de Jesús, nos vamos a perder de la mejor noticia».
Por otro lado, también describió una actitud de acercarse al pesebre con corazón de pastores: «Si en estos días de Navidad mostramos el corazón con toda su fragilidad, si nos animamos a ser como los pastores y nos ponemos delante del pesebre con toda nuestra pobreza, si le pedimos al Señor con fuerza que ilumine nuestras oscuridades, si hacemos de nuestro corazón un pesebre, pero un pesebre de verdad, entonces recibiremos también la alegría del Nacimiento de Jesús«.
«Él quiso nacer en ese lugar oscuro, en ese lugar de animales,en ese lugar con mal olor«, recordó el Arzobispo, y agregó: «No tengamos vergïenza y en Navidad mostrémosle al Señor la parte de nuestra vida, la parte de nuestro corazón que se parezca al pesebre. No nos escondamos delante de la ternura del niño, mostrémosle la vida, pero la vida como es» y agregó: «No nos presentemos delante de JEsús con la seguridad de Augusto, mostrémonos con la fragilidad de los pastores».
El Arzobispo reflexionó sobre un fragmento de la segunda lectura: «Que la gracia de Dios, que es fuente de salvación para todos los hombres, se ha manifestado» (Carta San Pablo a Tito 2, 11-14). Explicó: «¿Qué quiere decir que la gracia de Dios se ha manifestado? Quiere decir que hoy Dios nace gratis. Dios nace en el pesebre gratis«, y agregó «Quiere decir que nos ama tanto que no pone ningún requisito a cambio. Lo propio del amor es la gratuidad, y Dios nos ama gratuitamente, nos ama como somos«.
García Cuerva finalizó su homilía diciendo: «El Señor desde el pesebre nos dice que nos ama. En el llanto del bebé nos hace despertar de la indiferencia y darnos cuenta que hay muchos hermanos que necesitan de la alegría de la Navidad, pero también en la sonrisa del bebé nos está diciendo: «Te amo, no te escondas de mí»; en la sonrisa del bebé nos está diciendo: «Quiero compartir toda la vida con vos»; en la sonrisa del bebé nos dice: «Quiero nacer en el pesebre de tu corazón, no te muestres perfecto delante mio, no tengas miedo, soy Dios que desde el Niño, desde el pesebre, te digo una y mil veces que te amo y te quiero ver feliz«.
«Vayamos con el corazón abierto y las manos vacías al pesebre, estoy seguro de que María y José nos van a poner al Niño en nuestros brazos», invitó finalmente el Arzobispo.
Navidad, una nueva oportunidad de hacer del corazón de cada uno, ese rinconcito sencillo pero acogedor, que recibe a la Sagrada Familia para el nacimiento del Niño Dios. Sin riquezas, sin perfumes, sin brillos relucientes de esplendor, sino con lo que cada uno es y tiene, con la vida como viene. La Iglesia porteña se reúne en oración por el nacimiento del Salvador.