Cáritas Buenos Aires, la Red Solidaria, el Hogar de Cristo y No más chicos descartables celebraron una fiesta de unidad y esperanza al compartir la cena de fin de año con los hermanos en situación de calle en la Plaza de Mayo. Con diferentes actividades misioneras, pesebre viviente, bautismos, y una gran cena compartida en sencillas mesas en la plaza, celebraron la previa a la Navidad y el Año Nuevo.
Las actividades comenzaron al promediar la tarde, y concluyeron con música en vivo y un espíritu de alegría y fraternidad por la noche. El buen clima no sólo se notaba en la temperatura agradable de la ciudad, sino también en las sonrisas, las miradas, los saludos y agradecimientos de todos los que participaron de una u otra forma de la mesa común.
Testimoniar la vida como viene
El Hogar de Cristo se hizo presente con vecinos de barrios como Villa Soldati, Ciudad Oculta, Barrio Mujica, Barrio Ramón Carrillo, entre otros. Con tambores y estampitas, recorrieron las calles aledañas a la Plaza de Mayo dando testimonio del impacto que Dios ha tenido en sus vidas.
El Niño Dios, que nace para los pobres, es la ilusión y el fundamento de tantas vidas de estos barrios que acompaña el Hogar de Cristo y No más chicos descartables. Los cantos, y la alegría de estas familias fueron verdadero testimonio para tantos vecinos porteños que, en medio del trajín de la rutina diaria, tuvieron una imagen distinta al escuchar y ver la sencillez de querer toda vida como viene.
Hacer vida el pesebre
Mientras la mayoría de los voluntarios, sacerdotes y fieles recorrían las calles en la misión navideña, algunos se quedaron en la Plaza a ensayar el pesebre viviente. Con esmero y dedicación repasaron cada momento de la historia del Nacimiento, desde el anuncio del ángel a María, hasta la llegada de los reyes magos a Belén.
Al llegar toda la comitiva a la plaza, comenzó la función. Con la humildad y la emoción por interpretar el inicio de la historia del Salvador, cada uno de los actores se lució en su papel. El ángel llevaba unas alas esbeltas y blancas, la Virgen pintaba una sonrisa maternal, José demostraba una confianza abandonada, el burrito llevó a la Sagrada Familia con mucha responsabilidad, los pastores se acercaron al nacimiento con humildad, y los Reyes Magos entregaron sus regalos con profunda devoción.
El pesebre es el lugar donde Dios eligió nacer. Sin riquezas ni grandes lujos, sino en la situación más adversa, en medio de los animales, cercano a los más pobres y humildes. La interpretación del pesebre viviente fue un fiel reflejo de que Dios nace para todos, y cercano a las periferias.
Hijos de Dios para siempre
Luego del pesebre, todos pasaron a la Catedral Metropolitana para celebrar juntos el bautismo de más de 20 niños y adultos que recibieron el Sacramento de iniciación en la Fe. «Vamos mamá, que nos toca el bautismo», se escuchó la voz de un niño mientras se dirigían a la Catedral.
Comenzó la ceremonia, y con gestos muy sencillos y palabras paternales, el Arzobispo Jorge García Cuerva recordó: «desde el momento que nos bautizamos Dios hizo una promesa, que te ama mucho, que sos su hijo querido y que sos como su hijo predilecto«.
«El padrino y la madrina no están para las fotos de los papás, el padrino y la madrina están para acompañar en la vida, para que estemos juntos como familia, porque todos somos hijos de Dios», recordó García Cuerva. «Somos todos bautizados, por eso hay amigos, hermanas, papás, mamás, padrinos, madrinas, porque somos familia. Nadie puede ser solo en la vida, nos necesitamos mucho y por eso el bautismo nos regala el amor de Dios y nos regala una familia», agregó.
Elegir seguir a Dios implica renunciar al demonio. «El diablo es maldito, se disfraza de cosas que nos gustan y que nos arruinan la vida. El diablo se disfraza de cosas que te atraen y que después no te dejan ser feliz. El diablo se disfraza de droga, de alcohol, de egoísmo, de chusmerío, de mentira. El diablo se disfraza de violencia. No anda de cuernitos rojos», advirtió el Arzobispo antes de las promesas bautismales.
Junto con el obispo auxiliar Pedro Canavó, Padre Adrián Bennardis, el Padre Sebastián García SCJ y el padre Gastón Colombres, realizaron el signo del agua, la luz y los Santos óleos para todos los bautizados. La alegría de los nuevos hijos de Dios desbordaba en sus rostros.
Compartir la mesa entre todos
Al concluir la celebración de los bautismos, todos ofrecieron sus manos para instalar mesas, caballetes y tablones en la Plaza de Mayo que estaba decorada con banderines de colores. Un pequeño escenario ya estaba preparado para recibir a múltiples artistas musicales.
El proyecto CantArgentina, liderado por Juan Carr, que busca unir las voces de todos los argentinos a una sola voz, presentó la canción de este año, Himno de mi Corazón, que transmite el deseo de libertad, amor y hermandad que comparten todos los argentinos
Los sandwichitos de carne y la ensalada rusa fue el menú compartido en la mesa común. Voluntarios, sacerdotes, personas en situación de calle y vecinos de diferentes barrios, todos reunidos en un mismo lugar y un mismo espíritu: el de reconocer a un Jesús hermano, cercano que se hizo hombre y nació en un pesebre, que enfrentó las dificultades de la vida, pero siempre con la alegría y la esperanza en Dios que es padre de todos.
El año se acerca a su fin, y la cena de fin de año sirvió para reconocer y agradecer las bendiciones recibidas, confiados en que un nuevo 2025 comenzará con nuevos desafíos y oportunidades para ser cada vez más hermanos en Jesús y hacer vida la caridad que él nos enseña.