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La celebración de la fiesta de la Iglesia de la Eucaristía

por Justina Kleine

La marcha y la celebración de la Fiesta de Corpus Christi se realizó en el día de ayer con la presencia de sacerdotes, diáconos, funcionarios y el pueblo de la iglesia porteña en la Plaza de Mayo, a las puertas de la Catedral Metropolitana.

El día comenzó tranquilo, la ciudad estaba aquietada y el sol entibiaba las calles. La Plaza del Congreso se fue coloreando de globos, banderas y rostros vestidos de fiesta al llegar el mediodía, de saludos de reencuentro y de cantos y tambores de alegría.

Los jóvenes de las diferentes parroquias, movimientos y comunidades de la ciudad de Buenos Aires se congregaron bajo el lema «Con Jesús al encuentro» y caminaron con cánticos y tambores, hacía la Catedral, para celebrar que Jesús se quedó en Cuerpo y Sangre en la tierra.

La Marcha de Corpus comenzó con el impulso de las palabras del Cardenal Poli quien les recordó que «ustedes dan a este Corpus la sangre joven, la alegría, pero también la responsabilidad, el compromiso, sobre todo con el otro«, el obispo mencionó todos los sectores necesitados de la sociedad y de la Iglesia y aseveró «nosotros sabemos cuál es el lugar nuestro, y si hemos perdido el lugar, el Corpus nos lo va a recordar de vuelta: estar al lado del otro».

Al llegar a la Plaza de Mayo, el altar ya preparado, los sacerdotes y otra gran parte de la Iglesia de Buenos Aires, dieron la bienvenida a los jóvenes para la celebración de la misa; los bombos y gritos de celebración se reemplazaron por el silencio y la escucha atenta del Evangelio y el misterio de la Eucaristía.

La celebración, presidida por el Obispo Mario Poli y concelebrada por los obispos auxiliares y los sacerdotes de la diócesis, se desarrolló al aire libre, a las puertas de la Catedral Metropolitana; durante la homilía, Poli destacó «no nos sorprende que una multitud siga a Jesús, como nosotros; porque Él, ante todo, les anuncia el Reino de Dios y los invita a buscarlo en primer lugar, antes que cualquier otro bien».

Del Evangelio, el Arzobispo rescató la frase «denles ustedes mismos de comer» y sobre eso refirió que así Jesús a sus apóstoles «les exigió que ellos se mostraran compasivos y solidarios con la necesidades de la gente» y agregó «El Señor no aceptó la actitud mezquina de los discípulos, como tampoco acepta cuando podemos hacer algo por alguien y pasamos de largo«.

El Cardenal recordó que «el milagro de la multiplicación acontece en cada misa, es el don que el Señor hizo a su Iglesia de una vez para siempre, un misterio de amor que se actualiza en cada consagración» y destacó que «todo lo que se acerca a la Eucaristía se transforma, se llena de vida y de paz, la que da el Señor resucitado a sus amigos«.

La celebración se desarrolló llena de poesía, de la musicalización del Coro Diocesano y la fraternidad de una Iglesia unida en sus diferentes carismas bajo un mismo motivo: Jesús Eucaristía; y concluyó con una procesión con la Hostia Divina alrededor de la Plaza de Mayo, acompañada con cantos de alabanzas y adoración al Santísimo Sacramento.

Los obispos despidieron el día cantando por la patria argentina y felicitando a todos los padres próximos a la celebración del día del padre.

Poco a poco, la Plaza de Mayo fue descomprimiendo el caudal de gente que se retiró a sus hogares con la alegría de un Dios que se quedó en cuerpo sangre en algo tan sencillo como el pan y el vino; con el encargo de la misión de ser testimonio de que «Somos la Iglesia de la Eucaristía».

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