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El Cardenal Pironio y su presencia en la Acción Católica

por Nelson Espindola

Tras la alegría que causa  a la Iglesia y a la Acción Católica de la Argentina la declaración como “venerable” del Cardenal Eduardo Francisco Pironio por el Papa  Francisco, desde la filial porteña de la AC queremos evocar algunas de sus reflexiones, extraídas de sus más de 40 publicaciones, que bien pueden adaptarse a la actualidad. Sus virtudes lo han llevado a una permanente preocupación por los pobres y excluidos, la juventud, los ancianos, la justicia, la paz, su invocación a construir un mundo nuevo basado en el Evangelio, su acendrada devoción por la Santísima Virgen María, el agradecimiento que experimentó por su madre al impulsarlo a introducirse en la carrera hacia el sacerdocio, la fe que lo condujo a ser uno de los teólogos fundadores de la teología latinoamericana con base en la doctrina social de la iglesia opuesta a la denominada  teología de la liberación y al marxismo.

Al tiempo que lo recordamos como asesor espiritual de la Acción Católica de nuestro país, teniendo muchos de nosotros la dicha de haberlo conocido personalmente y disfrutar de su  acostumbrada afabilidad, queremos remarcar que quien fue confesor del Papa Pablo VI insistió en la espiritualidad y en su compromiso con los pobres, impulsado por la fe asentada en los Evangelios, con un lenguaje liberador pero que rechazó involucrarse con partidismos políticos argentinos.  Es así que sostuvo “uno de los grandes riesgos y de las más peligrosas tentaciones: politizar la fe, vaciar el evangelio, secularizar el cristianismo”

Otro texto oportuno para la actualidad es: “El mundo actual está hambriento de estos frutos del Espíritu: caridad, gozo y paz, Vive asqueado de su egoísmo, de su tristeza y de su agitación. Reclama urgentemente un poco más de unidad, de alegría y de serenidad. Un auténtico apóstol de los tiempos modernos es el que sabe acercarse a su mundo para comunicar los preciosos frutos del Espíritu: darle la alegría de la fe, la serenidad de la esperanza y la unidad del amor en Cristo. Darle la seguridad de que Dios está en medio de los hombres y preside sus destinos, hacerle sentir la eficaz presencia de Cristo en el corazón de su época. Llenarlo del optimismo de la victoria final por la fe.”

Nos detiene a pensar sobre la época que vivimos lo siguiente: “A veces somos duros sin corazón y a veces somos blandos sin firmeza. En ambos casos faltamos a la caridad y a la justicia: porque nuestra misión apostólica es un compromiso oficial que hemos aceptado ante Dios y ante nuestro pueblo. Jesús perdonó a la adúltera y comió con Zaqueo. Pero a Herodes lo llamó ‘zorro’ y a los fariseos ‘sepulcros blanqueados’. Nuestra condición de auténticos testigos de la verdad no nos permite callar: ‘ El callar es consentir, cuando puedes y debes reprender; y sabemos que está reservada la misma pena para los que obran mal que para los que la consienten ‘predica San Bernardo.”

Sobre la esperanza cristiana indica “Esperanza no quiere decir insensibilidad, indiferencia o irrealismo. La presencia del mal en el mundo –en nosotros mismos y en los demás- no puede dejarnos insensibles. Hay angustias humanas en cierta manera legítimas: sufrimientos, enfermedades, separación, muerte, sensación experimental de nuestra miseria… Sobre todo, no se puede suprimir la sensibilidad frente al dolor ajeno.”

 “No hay peor crisis que la crisis de la esperanza. Cuando el pesimismo y la desesperación se apoderan de un pueblo o de una comunidad, todo se destruye y paraliza…Existe hoy una fiebre de crisis. No es que no las haya, pero debemos hablar menos de ella y dedicarnos con ardor a superarlas”. Crisis en la que vio sumergida a la juventud, y que siendo cofundador de las Jornadas Mundiales de la Juventud, lo llevó a decir “La tentación de la violencia, tan fácil entre los jóvenes, nace precisamente de la comprobación de la necesidad de un cambio dentro de las estructuras. Parecieran haberse agotado los caminos. Sin embargo, mis amigos, tenemos que seguir predicando la fuerza transformadora del Evangelio… Hacen falta jóvenes fuertes que tengan el coraje de construir el mundo desde adentro: con el trabajo, la alegría del servicio y la fecundidad de la esperanza.”

Merece rememorar un párrafo de María y los Pobres referido a los ancianos….”han vivido con ilusión su vida; quizás, también, con mucha generosidad de entrega a Dios y a los hermanos. Ahora, según los cálculos humanos, ya ‘no sirven’, más vale ‘pesan’: tal vez para la familia, para la sociedad y para la misma Iglesia. Hoy que el nivel de vida nos hace pensar en una longevidad serena, no podemos olvidar estos pobres: sea que vivan en hogares propios, sea que estén con su familia o vivan en soledad absoluta. No importa si tienen plata: son dolorosamente pobres.”

Finalmente mencionamos otra cita iluminadora “¡Cómo cambiaría el mundo si los hombres nos convenciéramos de veras que estamos simplemente de paso y lo único que vale es cumplir con nuestra misión concreta y amar sencillamente a nuestros hermanos! ¡Cómo se acabarían los egoísmos y las ambiciones, las envidias, los rencores y las guerras!”

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