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Fiesta grande de San Cayetano: «venimos a pedir por más trabajo»

por prensa_admin

Monseñor Jorge García Cuerva presidió la Santa Misa en el Santuario de San Cayetano.

Como cada 7 de agosto se celebra la memoria de San Cayetano, patrono del pan y del trabajo.

El nuevo arzobispo de Buenos Aires y Primado de la Argentina, celebró la Santa Misa en la calle con un gran marco de público.

En su homilía, monseñor Jorge destacó que: «como cada año, venimos a pedir a San Cayetano por más trabajo».

En un discurso basado en el evangelio y la realidad social que vive nuestro país, el arzobispo destacó que: «le pedimos a San Cayetano un trabajo digno bien remunerado; le pedimos paz para nuestro pueblo atravesado por la violencia de la inseguridad social y económica».

Además sumó que: «le pedimos pan, porque, aunque muchos tienen trabajo, no alcanza. Le pedimos salud; la salud física que necesitamos para salir cada día a enfrentar la vida».

Al finalizar la homilía dijo que: «Hoy San Cayetano estamos pedigüeños: hoy como cada 7 de agosto te pedimos trabajo, pero vamos por más: te pedimos mejor trabajo, te pedimos mejor pan, te pedimos más salud, te pedimos paz para nuestro pueblo; y lo hacemos con mucha fe, a pesar de la exclusión, de la inflación, del desencanto y de los sueños rotos».

Al terminar la misa, monseñor Jorge bendijo a los periodistas y les agradeció por su labor. Después, cómo ya es tradicional, recorrió la fila de los peregrinos a quienes saludo, bendijo y roció con agua bendita.


 

Homilía San Cayetano, 7 de agosto 2023

“Junto a San Cayetano, pedimos paz, pan, salud y trabajo”

En el evangelio que proclamamos en esta misa, uno de los discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice a Jesús: “Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados”. (Jn 6, 9)

Les propongo que pensemos en ese niño. No conocemos su nombre, tampoco sabemos su edad, pero seguramente habrá sido como tantos niños que la semana pasada volvieron al colegio luego de las vacaciones de invierno, o tantos niños que van a algún club de barrio a hacer deporte, o tantos niños que juegan con sus abuelos en las plazas de la ciudad, o incluso, tantos niños que hoy están aquí visitando el santuario. Pero también como tantos niños que viven en la calle, que duermen en las estaciones, que juntan cartones o revuelven la basura buscando algo para comer o vender.

El chico del evangelio carga cinco panes y dos pescados. Me imagino que los habrá ido juntando, los habrá ido pidiendo, y ahora los ofrece para el milagro de la multiplicación.

Recordemos cuando cada uno de nosotros éramos niños y teníamos esa actitud propia de los chicos de pedir, de querer algo que a veces llegábamos a reclamar con gritos, con llanto, pataleando y haciendo una escena de capricho.

Pedíamos un pancho y luego queríamos la gaseosa; pedíamos un alfajor y después pedíamos el helado. Sin darnos cuenta, sin saber si nuestros padres, abuelos, o padrinos podían satisfacer todos nuestros pedidos, seguíamos diciendo: “quiero, quiero, cómprame, dale, no seas malo”.

En la primera lectura el profeta Elías parece no haber perdido ese espíritu del niño que pide, y entonces el relato nos dice que pide un jarro de agua para beber, y luego un pedazo de pan, aunque la viuda de Sarepta le dice que tiene solo un puñado de harina y un poco de aceite. (Cfr. 17, 10 y ss)

¿Por qué quiero hoy resaltar esta actitud de pedir? Porque como cada año, venimos a pedir a San Cayetano por más trabajo.

El índice de desempleo en el primer trimestre de este año ha sido del 6,9%, y puede ser más bajo que en otros períodos de la historia argentina. Pero, igual que cuando éramos niños, no nos queremos conformar; soñamos con más y mejor trabajo para todos y todas porque no existe peor pobreza que aquella que priva del trabajo y de la dignidad del trabajo a su pueblo.[1]

Hace unos días en la estación de Once una mujer me contó que trabaja cuidando a una abuela en Constitución ocho horas por día, que cobra en negro y que vive en General Rodríguez. Es decir, tiene más de dos horas de viaje de ida, dos de vuelta y no tiene cobertura social ni aportes jubilatorios. Pienso también en quienes trabajan en el reciclado juntando cartones muchas horas al día, y que con mucho esfuerzo los suben a sus carros, los venden, y así llevan el pan a sus mesas familiares. ¡Cuántas historias similares seguramente conocemos! Ejemplos de grandes laburantes no siempre reconocidos ni valorados. Cuántos hermanos viven situaciones de precariedad parecida: trabajo mal pago, trabajo en negro, trabajo esclavo que aleja de familiares y amigos; y donde, además, lo que te llevas al bolsillo se lo come la maldita inflación.

Por eso hoy venimos a pedirle más a San Cayetano, como niños que piden y piden; y como el profeta Elías en la primera lectura; pedimos más.

Le pedimos a San Cayetano un trabajo digno bien remunerado; le pedimos paz para nuestro pueblo atravesado por la violencia de la inseguridad social y económica; la inseguridad de no tener un futuro alentador, ni esperanzas para los hijos y nietos; le pedimos políticas públicas que reconozcan el esfuerzo y la actividad de tantos hermanos que se desloman todos los días.

Le pedimos pan, porque, aunque muchos tienen trabajo, no alcanza. Los alimentos, como todo, aumentan, y como decía mi abuelo “no hay bolsillo que alcance”.

Y le pedimos a San Cayetano, mejor pan, porque tampoco nos podemos resignar a que nuestros chicos y familias más pobres vivan a polenta, fideos y arroz.

Le pedimos salud a San Cayetano; la salud física que necesitamos para salir cada día a enfrentar la vida en la fábrica, en la oficina, en la calle, en la escuela o en el hogar; pero también la salud del corazón, la salud emocional, la salud del alma: esa salud que se recupera y cuida con ternura, con afecto, con vínculos sanos que tantos necesitamos y aprendimos a valorar en la pandemia, cuando ni siquiera nos podíamos abrazar.

Hoy San Cayetano estamos pedigüeños: hoy como cada 7 de agosto te pedimos trabajo, pero vamos por más: te pedimos mejor trabajo, te pedimos mejor pan, te pedimos más salud, te pedimos paz para nuestro pueblo; y lo hacemos con mucha fe, a pesar de la exclusión, de la inflación, del desencanto y de los sueños rotos.

En definitiva, te pedimos que se hagan realidad en nuestra Argentina que tanto nos duele, las palabras del querido Papa Francisco: “En una sociedad realmente desarrollada, el trabajo es una dimensión irrenunciable de la vida social, ya que no es solo un modo de ganarse el pan, sino también un cauce para el crecimiento personal para establecer relaciones sanas, para expresarse a sí mismo, para compartir dones, para sentirse corresponsable en el perfeccionamiento del mundo, y en definitiva, para vivir como pueblo.”[2]

Para terminar, tomo los versos de una canción, y como pueblo creyente clamamos unidos al cielo:

San Cayetano te pido

que tenga pan y trabajo

no nos dejes sin tu ayuda

bendito San Cayetano.

El que debe responder

no ha de ser San Cayetano

los que deben responder

están mirando a otro lado

El pueblo muy bien lo sabe

pero se aferra al milagro

en tierra quieren el premio

de algún cielo anticipado.

El olvido siempre empuja

con pena a los olvidados

buscando amparo en la fe

no conocen otro amparo..[3]

Mons. Jorge Ignacio García Cuerva

Arzobispo de Buenos Aires y Primado de la Argentina

[1] Confr. Francisco, Encíclica Fratelli Tutti 162

[2] Francisco, Ibid

[3] Carabajal, Peteco y Parodi, Teresa, San Cayetano, canción 1999

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