Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 1, 39-45
María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su vientre, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó:
«¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi vientre. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor.»
Palabra del Señor.
Homilía Mons. García Cuerva IV Domingo de Adviento
Leía hace unos días un texto sobre la esperanza y allí decía que “La esperanza es un antídoto para no ser vencidos de antemano por la incertidumbre y por los miedos”. La esperanza es un antídoto para no ser vencidos de antemano por la incertidumbre y por los miedos y recordaba entonces, cuando el Papa Francisco ha dicho varias veces que en América Latina la esperanza tiene rostro femenino. Y entonces creo que hoy María e Isabel son un poco ese rostro femenino de la esperanza porque las dos creo que han podido vencer en sus vidas la incertidumbre y los miedos.
En primer lugar, nos dice hoy el Evangelio que María partió y fue sin demora, María pudo salir de sí misma. No se quedó cuestionándose esta propuesta de Dios de ser la madre del Señor sino que en algún momento y luego de decir “Aquí estoy, soy la servidora del Señor que se haga en mí según tu palabra” sale. Sale de sí misma, no se queda sino que al contrario, nos dice hoy el Evangelio que se pone en movimiento. Partió y fue sin demora y no sale para cualquier lado, sale al encuentro.
Sale al encuentro de Isabel y seguramente sale al encuentro con mucha delicadeza porque también hoy nos dice el Evangelio que entró y saludó. Me imagino a María golpeando la puerta, esperando que Isabel abra y entonces con mucha delicadeza empezar a acompañar a su prima que también estaba viviendo un embarazo complicado porque era una mujer mayor porque era una mujer anciana que tenía un embarazo por primera vez y que, al mismo tiempo, había quedado mudo su marido Zacarías. Con lo cual, la situación familiar de Isabel, no era nada fácil.
María sale de sí misma y sale a encontrarse con Isabel. Sale a cuidar a Isabel. Y entonces aquí, creo que cuidar es el primer signo de esperanza que podemos encontrar en el Evangelio de hoy. Cuidar es signo de esperanza. Isabel, como dije, una mujer entrada en años que lleva un embarazo por primera vez, su marido había quedado mudo pero se dejó visitar, se dejó visitar y seguramente abrió la puerta de su casa de su casa como habrá abierto la puerta del corazón. Por eso dice la lectura que el niño saltó de alegría en su seno.
Seguramente Isabel se dejó visitar en sus preocupaciones, en sus miedos, en sus problemas, se dejó visitar en toda su vida y aquí entonces el segundo signo de esperanza: Isabel se dejó cuidar. Dejarnos cuidar, creo que cuidar y dejarnos cuidar son dos signos de esperanza que en este tiempo de Adviento y luego en la Navidad deberemos forjar, cultivar, deberemos vivir.
Ser capaces de salir de nosotros mismos como María, darnos cuenta que hay otros hermanos que no la están pasando bien y que nos necesitan y con el cuidado, con la delicadeza, con el modo de María poder entrar en sus vidas para acompañarlos pero al mismo tiempo reconociendo nuestra fragilidad, reconociendo nuestra vulnerabilidad, sabiendo que nadie puede sólo en la vida reconocernos como Isabel también llenos de, a veces, problemas, de preocupaciones y dejarnos cuidar.
Cuidar y dejarnos cuidar creo que son dos hermosos signos de esperanza y María e Isabel, como rostros femeninos de esa esperanza, nos iluminan en el día de hoy. Al mismo tiempo y ya, a pocos días de la noche buena creo que tenemos todos que dejarnos cuidar y visitar por María. Dejémonos visitar por María que seguramente así como golpeó la puerta de la casa de Isabel también golpea la puerta de nuestro corazón. Y la tentación en algún momento es “llega la Virgen y entonces tengo que ordenar mi vida y quiero como esconder la ropa sucia en el placar y quiero pasar rápidamente la escoba para que parezca que está todo ordenado” error.
Creo que hay que abrirle la puerta a María, que como madre nos tomará de la mano y nos ayudará a ordenar nuestra vida. Que como madre no le da vergüenza lo que nos pasa. Siempre digo que tenemos que sacar el romanticismo del pesebre, hemos puesto a veces en la imágenes un romanticismo de creer que en el pesebre está todo bien, sin embargo, es un portal de animales, es un lugar seguramente poco higiénico, es un lugar seguramente oscuro, es un lugar en el que quizás ninguna madre quisiera tener un hijo. Sin embargo, es el lugar en el que Jesús nace, en el que Jesús no tiene problema de nacer. Por eso, mostrémosle a Dios en esta Navidad nuestro corazón, pero mostrémosle a Dios nuestro corazón con todo, con la parte más pecaminosa, con aquella parte más oscura, con aquella parte que nos da más vergüenza a nosotros y confiemos que si nuestro corazón se parece al pesebre de verdad, seguramente con el nacimiento Jesús hará nuevas todas las cosas.
Pidamos entonces al Señor que en el tiempo de Navidad podamos ser también nosotros signos de esperanza cuidando a los demás y dejándonos cuidar y acompañar por los demás. Y cuando María golpea la puerta de nuestro corazón no nos pongamos a ordenar artificialmente nuestra vida ni mostrémosle la mejor parte, mostrémosle la parte que se parece al pesebre de verdad, sin romanticismos, sin vergüenza, sin miedo, porque como madre nos irá acompañando, nos irá preparando para que entonces, en el pesebre de nuestro corazón, en la noche buena, nazca Jesús y haga nueva todas las cosas.
Termino con una poesía de José María Rodríguez Olaizola que se llama María: “Niña con el mundo en el alma. Sutil, discreta, oyente, capaz de correr riesgos. Chiquilla de la espera que afronta la batalla y vence el miedo. Señora del magníficat que canta la grandeza velada en lo pequeño. Y ya muy pronto, madre. Hogar de las primeras enseñanzas, discípula del Hijo hecho Maestro, valiente en la tormenta con Él crucificada abriéndote misterio. Refugio de los pobres que muestran indefenso su desconsuelo cuando duele la vida, cuando falta el sustento. Aún hoy sigues hablando atravesando el tiempo, mostrándonos la senda que torna cada ‘hágase’ en un nuevo comienzo”. Amén.