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Homilía Mons. García Cuerva – Domingo II Tiempo Ordinario

por Facundo Fernandez Buils

EVANGELIO

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan     1, 35-42

Estaba Juan Bautista con dos de sus discípulos y, mirando a Jesús que pasaba, dijo: «Este es el Cordero de Dios».
Los dos discípulos, al oírlo hablar así, siguieron a Jesús. Él se dio vuelta y, viendo que lo seguían, les preguntó: «¿Qué quieren?»
Ellos le respondieron: «Rabbí -que traducido significa Maestro- ¿dónde vives?»
«Vengan y lo verán», les dijo.
Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con Él ese día. Era alrededor de las cuatro de la tarde.
Uno de los dos que oyeron las palabras de Juan y siguieron a Jesús era Andrés, el hermano de Simón Pedro. Al primero que encontró fue a su propio hermano Simón, y le dijo: «Hemos encontrado al Mesías», que traducido significa Cristo.
Entonces lo llevó a donde estaba Jesús. Jesús lo miró y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan: tú te llamarás Cefas», que traducido significa Pedro.

Palabra del Señor.


Homilía Mons. García Cuerva – Domingo II Tiempo Ordinario. 14 de enero de 2024. Catedral Metropolitana

En el Evangelio de hoy, nos dice que Juan el Bautista está con dos de sus discípulos y lo vieron pasar a Jesús. Y entonces Juan el Bautista dice, «este es el Cordero de Dios». Me parece que primero es interesante ver cómo lo presenta Juan el Bautista a Jesús. Dice, «este es el Cordero de Dios». Lo presenta con este animalito que todos conocemos, que es tan tierno. No solamente porque lo podemos comer, sino, me refiero, un animalito bueno. Un animal que, en general, genera empatía con el ser humano. No es un animal salvaje, no es un león, no es un lobo, no es una araña. Es un cordero. Un animal, como digo, bueno, de mirada dulce. Que, en general, era el animal en aquella época del sacrificio, el animal que se llevaba al sacrificio. Que prácticamente no se resistía cuando se lo llevaba a los sacrificios del Templo. Por eso, no es gratuito que se llame a Jesús, «este es el Cordero de Dios». Nos está hablando de la bondad de Dios. Nos está hablando de la ternura de Dios. Nos está hablando de la mansedumbre de Dios. Nos está hablando de cuánto nos ama Dios. Y, por otro lado, la disposición de Dios a entregarse por nosotros. Porque Jesús, después, como cordero, será sacrificado en la cruz por amor a nosotros. 

Creo que esta definición tan breve de Juan el Bautista, comenzando este tiempo ordinario del tiempo litúrgico, nos puede ayudar a volver a reflexionar sobre cuál es la imagen que tengo de Jesús. Y creo que es lindo pensar a Jesús, no como juez, no como alguien que me está vigilando, no como alguien que está con el dedo o pulgar, aceptando o no mis decisiones en la vida, sino como cordero. Como cordero, aquel que me ama, aquel que me habla de su bondad, aquel que acompaña mi vida, aquel que está dispuesto a entregarse en la cruz, como los corderos eran llevados al sacrificio. 

La segunda idea que quería compartir con ustedes, los discípulos lo siguen a Jesús, y entonces Jesús les pregunta, «¿qué quieren?». Algunas traducciones dicen, «¿qué buscan?». Pensaba que hoy Jesús nos podía hacer a nosotros también, casi en este primer tiempo, en estos primeros días del año, la misma pregunta. ¿Qué buscamos? ¿Qué queremos de la vida? Una pregunta profunda, una pregunta que merece ser bien reflexionada. Algunos creen que la vida es como un supermercado y entonces se la pasan buscando cosas para satisfacer una felicidad pasajera. Creer que si me puedo comprar tal cosa, si puedo tener tal cosa, voy a verdaderamente ser feliz y entonces cuanto más tengo, creo que más soy. Esta idea de creer entonces la vida como un supermercado. Hay otros que lo que quieren o lo que buscan en la vida es escapar, escapar de todo compromiso, buscar comodidades que no me exijan nada con los demás. Hacer mi propia vida, hacer mi propia historia, que nada me moleste y entonces tenemos esta idea de que lo que buscamos o lo que queremos es que me dejen tranquilo. Busco o quiero hacer la mía, busco o quiero liberarme de todo compromiso, de todo aquello que me pueda exigir un poquito más con los demás. Y también habrá otros que ante la pregunta de Jesús «qué quieren» o «qué buscan» dirán, “ya no quiero nada, ya no busco nada, me cansó la vida, bajé los brazos, no tengo más esperanza, para mi está todo terminado, respiro porque el aire es gratis”. Y aunque no parezca, creo que de este tercer grupo hay mucha gente, gente que ya no tiene más entusiasmo, gente que no tiene más ganas, gente que cree que está arrojada en la existencia y entonces no busca nada, no quiere nada. 

Por eso los invito a que cada uno de nosotros se pueda hacer esta pregunta en estos días. Si Jesús me la hace, «¿qué querés? ¿Qué buscás?» Poder sincerarnos y decirle: “Señor, yo como si la vida fuera un supermercado, lo que quiero es tener cosas y me amargo mucho cuando no las consigo, cuando no consigo hacer el viaje, cuando no consigo aquel auto, cuando no puedo comprarme tal ropa, tengo una búsqueda un poquito superficial y materialista”. Habrá otros que dirán, “yo lo que busco es escapar, busco no tener compromiso, busco hacer la mía” o sincerarme también delante de Jesús y decir “Señor, yo no tengo más ganas de buscar, la vida se me complicó demasiado y entonces ya no quiero nada, no espero nada”. 

Los animo a que nos contestemos con sinceridad esa pregunta que nos hace el Señor. «¿Qué querés? ¿Qué buscás?» Y podamos volver a Él. A veces el mes de enero es un mes bueno para pensar, tenemos un poquito más de tiempo. Pensá, ¿qué querés? ¿Qué buscás? En esta vida en la que estamos. 

Y después hacia el final, Jesús les dice, cuando ellos le dicen, «¿dónde vivís?« Jesús les dice, «vengan y lo verán». Vengan y lo verán. Y pensaba, frente a tanta gente que busca, frente a tanta gente desalentada, triste, angustiada, tanta gente que está cansada de la vida, si en nuestras parroquias tuviéramos que colgar un cartel en la puerta que diga: «vengan y lo verán”. ¿Será que en nuestras comunidades se podrán encontrar con Jesús? ¿Será que si decimos vengan y lo verán, lo verán al Señor? ¿O verán las peleas entre nosotros? ¿Verán las luchas de poder? ¿Verán gente que se cree que es más que otros porque hace 30 años que está? ¿Verán a gente que pelea por la llave o por tal salón? ¿Verán algunos que le tienen miedo a todos los cambios? ¿Verán un discurso o una prédica alejada de la realidad, con un lenguaje difícil que no tiene nada que ver con lo que nos pasa? Vengan y lo verán. 

Quería pedirle en esta misa también al Señor que cada una de nuestras comunidades parroquiales, nuestras capillitas, nuestros centros misionales, puedan verdaderamente ser motivo de encuentro personal con Jesús. Nuestra gente necesita a Jesús, necesita de su ternura y de su misericordia. Necesitan encontrarse con el Cordero de Dios, con aquel que los ama, con aquel que les regala ternura, amor y está dispuesto a entregar la vida por ellos. «Este es el Cordero de Dios». Así dijo Juan el Bautista, que ojalá nos podamos encontrar con ese Dios, el Dios del amor y la ternura. 

«¿Qué buscas? ¿Qué quieres?» Que nos animemos a hacernos esa pregunta existencial y profunda y con sinceridad tratar de responderla. Si creo que de esta vida lo que busco es como un supermercado, cosas que me den felicidades pasajeras, o si realmente quiero encontrar algo profundo, encontrarlo al Señor. Imaginarnos que en nuestras parroquias colgamos el cartel “Vengan y lo verán». ¿Será que vamos a ver al Señor o será que nos vamos a encontrar con discusiones, con peleas, con luchas de poder? Nada más alejado del Evangelio. Entiendo que el Evangelio de hoy es un Evangelio que nos cuestiona, un Evangelio que nos hace pensar. Estamos en este mes de enero con menos actividades. Les propongo releer el Evangelio, dejarnos cuestionar por Jesús y entonces, iluminados por su Palabra, generar los cambios que se necesiten. Amén.

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