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Homilía Mons. García Cuerva – Domingo XXIII Tiempo Ordinario

por prensa_admin

EVANGELIO

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo (18, 15-20)

Jesús dijo a sus discípulos:

Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos. Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano.

Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo.

También les aseguro que, si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos.

Palabra del Señor


Homilía Mons. Jorge García Cuerva – Domingo XXIII Tiempo Ordinario. 10 de septiembre de 2023 – Catedral Metropolitana

El Salmo que cantaban recién, y les agradecemos a la comunidad de Nuestra Señora de la Consolación de Villa Crespo y al Padre Iván que nos acompañan.

El Salmo decía: “ojalá hoy escuchen la voz del Señor, no endurezcan su corazón”. Y la palabra de Dios de hoy es muy directa, es muy concreta, por eso me gustaría que en esta reflexión podamos en todo momento repetir con el Salmo que no queremos endurecer el corazón, que queremos verdaderamente escuchar la voz del Señor y llevarla a la práctica.

La televisión y las redes sociales tienen un montón de propuestas culinarias, de recetas de cocina. Hay un montón de programas de televisión ligados a recetas de cocina que nos explican, en distintos pasos, lo que hay que hacer para tener un buen plato. Y en general el chef, o el conductor, va explicando cada uno de los pasos, va haciendo cada uno de los pasos y se supone que quienes están interesados van anotando o van grabando en su memoria cómo es que hay que hacer para poder llegar después al plato terminado.

Cuando uno se saltea alguno de los pasos, cuando uno de repente no tiene presente algún ingrediente, lo más posible es que no llegue al resultado esperado y que al contrario el plato salga mal.

¿Y por qué digo esto? No es que hoy quiera yo también hacer de esta misa una receta de cocina, sino porque creo que hoy también Jesús nos va dando los pasos concretos que hay que dar cuando algún hermano peca.

Y los pasos son muy concretos, muy determinados y creo que justamente el problema que tenemos entre nosotros es que, en general, no respetamos los pasos y por eso no llegamos al resultado esperado.

En el Evangelio, Jesús nos dice: “si tu hermano peca contra ti, ve y corrígelo en privado”. En primer lugar, Jesús una vez más nos recuerda que entre nosotros somos hermanos. No nos dice que somos amigos, amigos tenemos que ser del mismo Jesús. “Ustedes son mis amigos”, dice el Señor, “si hacen lo que yo les mando”. Pero entre nosotros tenemos que ser hermanos.

Los amigos se buscan por afinidad o porque somos del mismo equipo de fútbol o porque hemos compartido la escuela o porque nuestros hijos van al mismo colegio y entonces nos hicimos amigos los padres. Y en general los amigos se cuentan con los dedos de una mano, uno no es de tener demasiados amigos o en todo caso no tiene como Roberto Carlos que es el único que tiene un millón. Pero de los que sí tenemos que ser hermanos y de todos es de los demás, hermanos, entre nosotros hermanos, vivir la fraternidad. Podremos tener mayor afinidad para tener amigos, pero hermanos de todos, aun de los que piensan distinto.

Y entonces en este primer paso de la receta de la corrección fraterna que hoy Jesús nos da, está esto de ve y corrígelo en privado.

Segundo paso, si te escucha dice habrás ganado un hermano, pero si no te escucha busca una o dos personas más para conversar con él. Quizá no te escuchó, no te prestó atención, tiene algún problema con vos y entonces no reconoce que se equivocó. Busca uno o dos testigos y si tampoco así tu hermano te escucha dice ve y dilo a la comunidad.

Tercer paso, hablarlo con otros. Pero no con cualquiera, con la comunidad, con aquellos que se conocen y se quieren y se reconocen como hermanos. No con los que viven enfrente, que no sabemos ni quiénes son. No con mis compañeros de trabajo, que no forman parte de esa comunidad. Sino con la comunidad de hermanos, porque se supone que ya nos conocemos y nos queremos.

Y el cuarto paso, si tampoco resultó al anterior, dice considéralo un pagano o un publicano. En definitiva, lo que te está diciendo es “volvé a empezar”.  Volvé a empezar, quiere decir que se equivocó y entonces tendrás que empezar de nuevo, ve y corrígelo en privado, si no busca uno o dos testigos, si no dilo a la comunidad.

Los pasos son muy concretos y, como dije, el problema nuestro es que cuando nosotros hacemos esta receta lo hacemos todo al revés, empezamos por el final. Cuando alguien se equivoca, lo primero que hacemos es contárselo a todo el mundo y el último que se entera es la persona que se equivocó.

Así nos va, porque así no se da la corrección fraterna. La corrección fraterna tiene estos cuatro pasos concretos que propone Jesús en el Evangelio. Cuando los pasos no los cumplimos, lo único que generamos es mayor conflicto. Es lo que se llama comúnmente el chusmerío, es lo que llamamos el cuerear al otro, es lo que llamamos hablar mal de los demás, es lo que decimos destruir al otro con el arma más poderosa que la tenemos en la boca y que se llama lengua.

Cuando nuestros dientes ya se parecen a las balas, porque cuando hablamos parece que disparamos. Terriblemente crueles, hablamos mal de todo el mundo, destruimos a los demás, incluso vivimos lo que el Papa Francisco dice “el terrorismo de las redes”. Porque de manera absolutamente impune decimos cualquier cosa y destruimos al otro.

Y, entonces, lo primero que nos pasó es que nos olvidamos que hoy Jesús nos dice: “si tu hermano…”, estoy destrozando a mi hermano. Y después nos olvidamos de los cuatro pasos y el primero era corrígelo en privado y nosotros lo hacemos de manera pública en las redes o hablando con los demás, chusmeando, como decimos vulgarmente, y el último que se entera es la persona.

Imposible que podamos vivir la corrección fraterna si nos salteamos los pasos o si hacemos al revés la receta.

Si fueran milanesas lo que tenemos que hacer y estoy seguro que más de uno de ustedes alguna vez habrá hecho milanesas, sabrá que lo primero que hay que hacer es tener la carne y después habrá que pasarla por el huevo y después por el pan rallado para después fritarla. Si yo comienzo poniendo la carne en el aceite frío y lo último que hago es pasarla por el huevo me va a salir un desastre. Eso de las recetas culinarias nos pasa también con la receta que hoy nos propone el evangelio de la corrección fraterna.

La segunda lectura de hoy nos dice algo hermoso en una frase sola, “el amor no le hace mal al prójimo”. Si fuese este el principio que, de alguna manera, reinara en nuestro corazón y reinara en nuestra sociedad seguramente nos trataríamos como hermanos, el amor no le hace mal al prójimo.

Vuelvo sobre el Salmo, ojalá hoy escuchemos la voz del Señor y no endurezcamos el corazón.

El Señor hoy no nos propone una receta de cocina, pero nos propone una receta con cuatro pasos muy concretos para corregirnos y reconocernos hermanos. Ojalá los apliquemos en el orden que Jesús dice, para que las cosas nos salgan bien, para que definitivamente vivamos la fraternidad entre nosotros.

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