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Mons. García Cuerva: «necesitamos ser escuchados»

por prensa_admin

El arzobispo de Buenos Aires celebró la Santa Misa en el Santuario de San Pantaleón, en el barrio porteño de Mataderos.

 

Mons. Jorge García Cuerva presidió la celebración central en la fiesta grande del santo mártir, patrono de los médicos y enfermos.

«Venimos a dejarnos acariciar el alma y rezar para sanarnos nosotros y a nuestra patria», dijo el Primado de Argentina, al comenzar la Misa.

En su homilía destacó el agradecimiento a San Pantaleón por escuchar los pedidos de los fieles: «Me gusta que le damos gracias, porque San Pantaleón nos escucha. Necesitamos ser escuchados, porque a todos nos pasan cosas, porque no está todo bien».

En una prédica muy cercana, el arzobispo de Buenos Aires reconoció la necesidad de curarnos con amor y ternura: «la dulzura del amor cura y cicatriza las heridas del alma», dijo. Además, finalizó la homilía diciendo que: «hoy cada uno pídale a San Pantaleón por su problema de salud. Pero por favor, pidámosle también por nuestra Argentina, porque estamos enfermos y necesitamos salir adelante entre todos».

La comunidad del Santuario se mostró muy alegre por la visita de Mons. Jorge. Un feligrés cantó una canción en su honor, el arzobispo recibió como regalo una fotografía que le sacaron durante la celebración y disfrutó de un baile del grupo folclórico de la parroquia.

 


Homilía Mons. Jorge García Cuerva – jueves 27 de julio de 2023 – Santuario San Pantaleón

A veces, estoy seguro que se habrán encontrado con algún amigo, algún vecino, algún familiar y le decimos: “hola, ¿Cómo estás? ¿todo bien?” Claro, el otro enseguida te dice: “sí, todo bien”.

Esa pregunta es muy tramposa. Porque cuando uno al otro le dice, “¿cómo estás? ¿todo bien?”. Es como que ya te estoy poniendo una barrera. Como diciéndote no se te ocurra decirme que andás más o menos, no se te ocurra decirme que tenés algún problema. Por eso, casi inconscientemente decimos, ¿todo bien? Como para decir: “no me vengas a joder y a cargarme de problemas”. Decime que sí, que está todo bien.

Y así andamos por la vida. Traten de llevarse esta pregunta y van a ver que muchas veces la decimos así y la repetimos todo el tiempo. “Hola, ¿Cómo estás? ¿todo bien?”. Listo, ya está, te bajé la persiana y no te dejo ni un minuto para que te cuentes que quizás tenés algún problema.

Y así andamos por la vida, sin escuchar.

Así andamos por la vida, sin darnos oportunidad de poder decirle al otro que las cosas no andan todo bien, que tenemos dificultades y problemas.

Por eso a mí me gustó cuando el Padre ayer me mandó el lema de este año, de esta fiesta de San Pantaleón, donde le damos gracias a San Pantaleón por estos 60 años de escucha y de salud.

Me gusta porque le damos gracias porque San Pantaleón nos escucha, porque necesitamos ser escuchados, porque a todos nos pasan cosas, porque no está todo bien.

A veces tenemos problemas en casa, a veces tenemos la preocupación de un ser querido enfermo, a veces nosotros mismos recibimos un diagnóstico del médico que nos angustia mucho. No está todo bien y por eso le damos gracias a San Pantaleón porque él nos escucha.

Le damos gracias porque San Pantaleón nos sale corriendo cuando le empezamos a contar nuestros problemas.

Necesitamos ser escuchados.

Y es muy lindo saber que acá, en San Pantaleón, mi vida es importante y mis problemas puedo contarlo. Y me voy como un poco más liviano.

Me imagino que cada uno carga una mochila muy pesada en el corazón y entonces venir acá es como, acá descargo mi mochila porque el Santo me escucha, porque al Santo le puedo decir la verdad y le puedo contar que no está todo bien.

Yo digo que hay un tiempo que vivimos todos muy difícil que fue el de la pandemia. Y gracias a la vacuna, en la pandemia de COVID-19 casi que se terminó. Pero hay otra pandemia que todavía todos cargamos en el corazón y el alma, que es la pandemia de emociones. La pandemia de emociones por los abrazos que nos dimos, por los seres queridos que no pudimos despedir, por aquella bronca porque no pudimos salir adelante con algún emprendimiento económico, por la bronca también acumulada por la injusticia, porque quizás nosotros no podíamos ni salir ni encontrarnos con otros y algunos festejaban. Y esa pandemia de emociones todavía hoy nos duele y creo que la mejor vacuna para esa pandemia del corazón es la escucha y la ternura.

Escucharnos, poder descargar nuestras broncas, nuestras tristezas, poder decirle al hermano todo lo que siento en el corazón y poder presentárselo a San Pantaleón nos hace bien.

Y la ternura, porque realmente el corazón está herido y cuando el corazón está herido lo que mejor nos hace es un abrazo.

Miren, yo hace muchos años tuve un accidente en la pierna derecha, me corté 15 centímetros y 5 para adentro, una flor de herida. Y entonces me cosieron, alguien me decía ahí, me decía: “padre usted andaba a veces por el hospital de fuerza aérea en Pompeya”, efectivamente ahí me cosieron.

Y entonces al mes no podía caminar y andaba con muletas y digo “¿qué está pasando?”. Y en realidad me fui de vuelta al médico y lo que estaba pasando era que no había drenado la herida. Entonces, la herida estaba cargada de sangre coagulada. Me tuvieron que abrir y salía como una morcilla. Ahora cuando comas asado te vas a acordar de mi pierna. Y el médico me dijo: “mire padre”, no yo era seminarista, no me dijo padre, me dijo: “mirá no te voy a poder volver a coser, no se pueden volver a coser las heridas que se abren así, pero te voy a enseñar para que cicatrice: todos los días lava la herida y ponele azúcar”. Y entonces durante 15, 20, 30 días, todos los días lavaba la herida y le ponía azúcar, de esos sobrecitos que siempre te llevas de los bares, y le ponía azúcar. Y así fue cerrando la herida.

Y entonces yo creo que, así como el azúcar curó mi herida física de la pierna, la dulzura del amor cura y cicatriza las heridas del alma.

Por eso hoy le damos gracias a San Pantaleón, porque nos escucha, porque no tiene miedo que le digamos no está todo bien, y le podamos abrir el corazón y contar de esa pandemia de emociones que todavía duele.

Y también San Pantaleón nos cuida y le damos gracias por la salud, porque nos da un abrazo de ternura con lo cual cicatrizan las heridas del alma.

San Pantaleón, te damos gracias. Gracias por la escucha. Gracias por la salud. Gracias porque sabés lo que nos pasa. Gracias porque podemos aquí llorar, reír, agradecer y pedir.

Que aprendamos de vos, y entre nosotros también, aprendamos a escucharnos, aprendamos a cuidarnos, aprendamos a tener gestos de ternura.

Y, solamente una cosa más, así como hay pandemia de emociones y enfermedades que cada uno puede llevar, creo que también nuestro país está enfermo. Nuestro país también necesita de San Pantaleón. Estamos enfermos de odio, estamos enfermos con esa grieta que yo llamo herida, porque duelen las entrañas del pueblo.

Estamos enfermos de prejuicios, necesitamos fraternidad, necesitamos unidad, necesitamos preocuparnos por los que más sufren y por los más pobres.

Por eso hoy cada uno pídale a San Pantaleón por su problema de salud. Pero por favor, pidámosle también por nuestra Argentina, porque estamos enfermos y necesitamos salir adelante entre todos.

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