El tiempo permite los procesos, entre otros el de la memoria. La memoria permite que, el olvido no lo destruya todo, sino rescate aquello que ayude a vivir. El proceso de la memoria si ha incubado la fe, permite una mirada nueva sobre los hechos atesorados por la memoria histórica. La dimensión contemplativa de la fe, permite ahondar en la nueva mirada, discernirla e interpretarla de forma creativa. Parece ser lo que ocurrió con el proceso de conformación de los evangelios. La memoria oral y escrita sobre los acontecimientos vividos junto a Jesús, celebrada, re-leída y recomentada, permitió una mirada que transfiguró aquellos hechos. El cuarto evangelio al relatar la crucifixión comenta que “…uno de los soldados atravesó el costado (del cuerpo de Jesús) con una lanza y en seguida brotó sangre y agua.” Sabemos en la teología de Juan, el agua representa el Bautismo y la sangre la Eucaristía. Así lo atestigua una conocida interpretación de algunos Padres de la Iglesia. “En el costado abierto de Jesús nace la vida de la Iglesia.” Entonces lo que había sido el final del procedimiento de una ejecución sumaria del Imperio, unas cuantas décadas después, es asumida por la Comunidad de los creyentes y amigos, como el acontecimiento de un nuevo nacimiento y una nueva vida en Dios. El mismo orificio abierto por el metal de la lanza se vuelve, ante la mirada contemplativa de los cristianos, un canal de parto en el que Dios hace nacer a sus hijos (el agua) y por donde son alimentados con su propia vida (la sangre). Aún más el costado abierto del Crucificado, signo de su eliminación total, en el cuerpo del Resucitado es argumento determinante para que Tomás no solo crea sino reconozca la divinidad de Jesús, “…Señor mío y Dios mío.” Podemos interpretar sin forzar el texto y la fe de la Iglesia, que el Acontecimiento Pas- A 50 años … una mirada Fernando Ortiz – sobrino del padre Carlos Mugica “El tiempo es superior al espacio” Papa Francisco “La memoria vence al tiempo” Lucio Gera 7 cual, continúa haciéndose presente en todas las situaciones humanas donde los indefensos son eliminados violentamente por algún poder. Siempre y cuando la memoria iluminada por la fe y la fe ahondada por la dimensión contemplativa de esos hechos históricos nos ayuden a discernirlos e interpretarlos de manera creativa y renovada. Cabe preguntarse si los años llamados “de plomo”, que acabaron con tantas argentinas y argentinos (también estos que corren), podrían tener una interpretación no solo trágica y dolorosa sino también esperanzada. Cabe preguntarse si las balas que atravesaron tantos cuerpos dando muerte a tanta gente, podrían ser miradas e interpretadas por la Comunidad de los creyentes como aquellos clavos y aquella lanza que dieron muerte a Jesús. Si el canal que abrieron para derramar sangre de personas indefensas podría ser interpretado como canales de parto hacia la vida… En ese caso nuestra mirada sobre la historia reciente de los argentinos, junto al dolor y al terror, junto al resentimiento y la bronca, junto a la tristeza y la frustración, permitiría abrirse a otras percepciones, como las que tuvieron la primera generación de cristianos. Que la sangre de los indefensos derramada por la violencia, es asumida, purificada e integrada a aquella otra sangre derramada por todos. Quizás la muerte del padre Carlos Mugica, a 50 años de su asesinato, pueda verse como fuente de vida y de luz, como camino de esperanza y alegría para todos, especialmente para los indefensos de siempre.
