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Encuentro con los laicos: «Sueño que podamos soñar juntos»

por Justina Kleine
Encuentro del arzobispo con referentes laicales

El arzobispo Jorge García Cuerva se reunió con los referentes laicales de distintos organismos arquidiocesanos en un íntimo encuentro en los salones de la curia porteña, para conversar sobre el camino pastoral de la Iglesia en Buenos Aires.

El encuentro comenzó con un momento de adoración al Santísimo. En silencio, con la brisa fresca entrando por las ventanas, Jesús Eucaristía fue, desde el principio, el centro de la reunión, del diálogo y la reflexión para el camino pastoral en la ciudad.

Luego, el arzobispo dirigió unas palabras de reflexión a partir del Evangelio del joven rico. Comenzó con la invitación a hacer una memoria agradecida por todo el trabajo realizado: «No sé si todo lo han cumplido, lo que sé es que han hecho mucho y vienen haciendo mucho. Y creo que está bien, y mucho más en tiempos de crisis, mirar la parte del vaso llena. Seguramente como iglesia que Diocesana nos falta un montón. Pero qué bueno que hoy podamos comenzar también diciendo gracias».

García Cuerva exhortó a todos a que sean inconformistas e inquietos cuando se trata de hacer cosas para ser un poco más como Jesús, para conocerlo y darlo a conocer más aún: «La pregunta ¿Qué me queda por hacer? Tiene que ver con la inquietud que les comentaba que tiene al principio y por eso se acerca a Jesús. Tiene que ver con un gran inconformismo«. Y recordó las palabras de Aparecida «nos habla de tener un corazón que renuncia a la autosuficiencia y que reconoce que no puede solo».

Dejar todo y seguirlo, eso es lo que le propone Jesús al joven rico, y lo que el arzobispo recordó a toda la iglesia porteña: «Sin embargo, nos cuesta andar livianos de equipaje. Y la propuesta de Jesús hoy es muy clara, «vende todo lo que tienes». Y yo quería hablar de dos cosas que a nosotros nos pesan, de dos equipajes que a nosotros nos pesan a todos, que el Papa lo llama la plaga y el veneno de la Iglesia, palabras textuales de Francisco: el «siempre se hizo así», y el clericalismo«. dijo el arzobispo.

Dar a los pobres, una de las invitaciones que hizo Jesús al joven rico, una de las prioridades que García Cuerva ha demostrado tener para su magisterio como arzobispo: no olvidarse de los pobres. «¿Quién de nosotros no es pobre? El pobre es el que le falta. Y nosotros, desgraciadamente, lo primero que hacemos es ´pobre espiritual y pobre material´. ¿Qué es eso? Eso es platón puro. Nosotros somos cristianos», recordó el arzobispo, y agregó: «No podemos seguir en el escritorio debatiendo mientras hay un clamor en nuestra ciudad de un montón de gente que está mal».

El cristiano está llamado a ser discípulo misionero, como una sola cosa que no se pueden separar la una de la otra, no como dos cualidades que se suman. » El discípulo es el que siga al maestro, con lo cual, miren qué bueno, recordar que somos siempre discípulos. Porque entonces, lo lindo es que siempre tengo ganas de aprender. Si soy discípulo, voy atrás del maestro. Si soy discípulo, estoy con otros caminando«, reflexionó García Cuerva «Y si tenemos claro que somos discípulos misioneros, el encuentro con Jesús no es para guardármelo, para mí».

El arzobispo exhortó a todos a ser «místicos de ojos abiertos» a ser una Iglesia que «anda por la calle diciendo ´Dios acá está´, y encontrarme con Él en la cara de todos, especialmente de los que más sufren, y vivir mi misión de cristiano con alegría, y retroalimentar mi encuentro con Jesús, porque es el que le da razón a mi vida. Y como es una ciudad muy grande, tenemos que andar livianos de equipaje, porque si no nos vamos achanchando y no vamos a llegar a ningún lado. Yo pensé en todos esos equipajes para sacarnos de encima, clericalismo, y siempre se hizo así, plagas y venenos de la iglesia, dice Francisco, pero siempre inconformistas, siempre inquietos, siempre con esta pregunta, ¿qué más me queda por hacer?».

Luego de las palabras del arzobispo, llegó el momento del café de la mañana. Un tiempo que fue aprovechado para ponerse al día, para conversar sobre la vida y sobre lo que quedaba resonando de las palabras de García Cuerva. El encuentro aún no había terminado, así que, con la energía del café y el corazón contento, todos volvieron a sus lugares para compartir un espacio de testimonios y preguntas.

La experiencia misionera de la Iglesia, los ideologismos que empobrecen, la escucha, historias de acompañamiento, los sueños para la arquidiocesis de Buenos Aires: «Sueño con una Iglesia en salida, que podamos concretar el magisterio de Francisco, que seamos un oasis de misericordia, pero sobre todo, sueño que soñemos juntos. De nada valen mis sueños, sino los colectivos. Sueño que podamos soñar juntos», dijo García Cuerva al finalizar el encuentro.

Con grandes sueños para soñar y muchas tareas para hacerlos realidad, los referentes laicales se despidieron en un mediodía fresco y tranquilo. Un regreso a casa que se convirtió en un tramo del camino de la iglesia porteña y que se recorre juntos.


Palabras de Mons. Jorge García Cuerva – Encuentro con el arzobispo. 21 de octubre de 2023 – Curia porteña

He ido, recogiendo el trabajo que han venido haciendo, las construcciones del sínodo. Y entonces, en función de eso, del mismo modo que tuve el encuentro con el clero por vicaría, del mismo modo que me encontré también con la vida religiosa, me encontré también con los seminaristas, me parecía importante también poder tener un encuentro con todos ustedes, referentes laicale y de distintos organismos.

Yo digo, tema personal, me cuestan un montón las siglas. Tenemos un idioma hermoso que es el castellano, con lo cual a mí todo lo que es sigla me cuesta. Pero es un raye mío, personal, que o lo acepto o voy al psicólogo. Y es más barato aceptarlo. Así que discúlpenme que no termine de entender que el COPAVICA, que el CIS, que el DEMEC. Déjenme, por favor, con mi raye. De a poco lo iré asumiendo. Pero vamos en la línea de encontrarnos.

Y esto es lo que quiero hacer ahora con ustedes, encontrar. Quería compartir, para comenzar, una lectura del Evangelio según San Mateo, del capítulo 19.

Se le acercó un hombre a Jesús y le preguntó, Maestro, ¿qué obras buenas debo hacer para conseguir la vida eterna? Jesús le dijo, ¿cómo me preguntas acerca de lo que es bueno? Uno solo es el bueno. Si quieres entrar en la vida eterna, cumple los mandamientos. ¿Cuáles?, preguntó el hombre. Jesús le respondió, no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio. Honrarás a tu padre y a tu madre y amarás a tu prójimo como a ti mismo. El joven dijo, todo esto lo he cumplido, ¿qué me queda por hacer? Si quieres ser perfecto, le dijo Jesús, ve vende todo lo que tienes y dalo a los pobres. Así tendrás un tesoro en el cielo. Después ven y sígueme. Al oír estas palabras, el joven se retiró entristecido porque poseía muchos bienes. Palabra del Señor.

Un evangelio que todos conocemos, un evangelio que tiene también su versión en el evangelio de Lucas y también en el evangelio según San Marcos. En alguno de estos evangelios el joven es joven, en el otro es solamente un hombre, lo cual nos puede representar a cualquiera de nosotros.

Es verdad que es un hombre inquieto, un hombre que se preocupa porque quiere ver cómo obtener la vida eterna. Y creo que esta es una primera característica que les invitaría a que no perdamos jamás. Ser inquietos, ser buscadores. Creo que, a veces, el problema es cuando nos vamos achanchando. Digo yo, nos agarra la fiaca espiritual. La fiaca espiritual es, «ya está, ¿qué más puede pasar? Ya está, ¿qué podemos cambiar?».

Aquella frase que se decía, el que a los 20 años es incendiario, a los 60 se transforma en bombero. Creo que entre los cristianos no debe ser así. De hecho, creo que lo más lindo es que haya un espíritu joven que en nosotros permanezca más allá de todo. Creo que una de las cuestiones por la cual alguno de estos evangelios lo trata de joven y otro lo trata de hombre, es porque en realidad no sabemos bien la edad.

Lo que no podemos negar es que adentro de él había alguien inquieto, había un espíritu inquieto. Y eso es lo propio de los jóvenes. Tener un espíritu inquieto y, entonces, nos animaría, tengas la edad que tengas, a tener un espíritu inquieto. A no dejar que nos gane la fiaca espiritual. Y quiero concentrarme, quizá, en el final del evangelio de hoy para compartir la reflexión.

Cuando Jesús le dice cuáles son los mandamientos que tiene que cumplir, el hombre inmediatamente le dice, todo eso lo he cumplido, ¿qué me queda por hacer? Y entonces quería, sobre esto de todo eso lo he cumplido, dar gracias a Dios por todo el trabajo que ustedes vienen haciendo. No sé si todo lo han cumplido, lo que sé es que han hecho mucho y vienen haciendo mucho. Y creo que está bien, y mucho más en tiempos de crisis, mirar la parte del vaso llena. Seguramente como iglesia arquidiocesana nos falta un montón. Pero qué bueno que hoy podamos comenzar también diciendo gracias, tener memoria agradecida.

Este hombre no era tan malo, evidentemente había muchas cosas buenas que había hecho. Todo eso lo he cumplido. No sé si nosotros lo habremos hecho por cumplir. Lo que tengo claro es que hay mucho que hay recorrido, hay mucho que hay caminado. Y eso está bueno darle gracias a Dios. Y darle gracias entre nosotros y reconocer que hay mucho que hemos hecho.

Le podríamos decir hoy al Señor, mucho de eso lo hemos hecho Señor, hemos tratado de vivir los mandamientos, hemos tratado de ser discípulos tuyos. Hemos trabajado, nos hemos comprometido, algunos quizás desde el comienzo de su vida, de niños. Y permanecieron en las comunidades parroquiales, en los movimientos a lo largo de la vida. Y otros desde más cerca en la vida. No importa, recordarán el evangelio de la otra vez, contratados a la mañana temprano o al final del día. Lo importante es que podamos hoy tener memoria agradecida. Y yo en este sentido quiero agradecerles. Del mismo modo que les agradecí a los curas por su sí y por todo su trabajo pastoral a lo largo de sus años.

La arquidiócesis tiene muchos años. La diócesis de Buenos Aires comenzó en 1620. Con lo cual creo que hay tanto para agradecer. Y también tomar la conciencia de que no somos indispensables. A veces yo digo medio en chiste. Fueron felices sin mí desde 1620, con lo cual eso me quita un poquito de presión. Damos entonces gracias a Dios por todo lo hecho, con sus luces y con sus sombras. Somos agradecidos por el camino de todas las comunidades y por el compromiso laical de todos ustedes.

Lo segundo que dice este hombre es ¿qué me queda por hacer? Y esta pregunta me parece fantástica. ¿Qué me queda por hacer? Tiene que ver con la inquietud que les comentaba que tiene al principio y por eso se acerca a Jesús. ¿Qué me queda por hacer? Tiene que ver con un gran inconformismo. Tiene que ver con que no todo lo sabe. Tiene que ver con que se siente un poco incompleto.

El documento de Aparecida, que lo vamos a citar varias veces hoy y que les propongo, por favor, que aparezca. Y no es un juego de palabras. Vamos a tratar de que aparezca Aparecida. Ustedes saben que cuando se acercaron del CELAM, del Consejo Episcopal Latinoamericano, al Santo Padre, le dijeron, Santo Padre, tenemos que volver a juntarnos y hacer un documento, como se hizo Medellín, como se hizo Puebla, como se hizo Santo Domingo, como se hizo Aparecida. Dice que el Papa los miró y esto me lo ha contado él mismo. Y les dijo, ¿y si en lugar de hacer un nuevo documento tratamos de cumplir ese? Vuelvanse. Y a partir de ahí surge lo de la Asamblea y lo del Espíritu Sinodal, que también trató de unir a América Latina. Creo que Aparecida es un documento que tiene que volver a aparecer. Un documento que está un poquito desaparecido. Nos ayuda aquí el juego de palabras.

Pero justamente les quería decir, el documento de Aparecida, en el número 259, cuando habla de la piedad popular, nos pide que tengamos un corazón que renuncia a la autosuficiencia. Un corazón que reconoce que no puede solo. El número 259 entonces nos habla de tener un corazón que renuncia a la autosuficiencia y que reconoce que no puede solo. Creo que este hombre del Evangelio hoy, de alguna manera con esta pregunta, ¿qué más me queda por hacer? No solamente está mostrando su inconformismo, sino que también está mostrando que no es autosuficiente, que necesita confrontar con otro, en este caso con Jesús, para ver qué más puede hacer. Deseo de más. San Agustín, en el libro de las confesiones, tiene aquella hermosa frase, Señor, nos hiciste para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descansa en ti. Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti. Corazones inquietos.

Corazones que reconocen que no todos lo saben. Porque acá, por suerte pasan otras diócesis, no acá, cuando hay laicos con un recorrido grande, cuando hay laicos que vienen ya trabajando en la Iglesia, llega un momento que a veces, no sé si nos agarra la fuaca espiritual, pero nos ponemos un impermeable espiritual. No me entra una bala. Yo ya sé todo. ¿Qué me vienen a decir a mí? ¿Sabés los años? Yo estoy desde la época del Monseñor Casiano. Y vos decís, ¡guau! Te mantenés en formol. Digo, cuidado con el impermeable. Cuidado con esta soberbia que a veces se nos va colando de creer que… Y ya está. Yo ya sé todo. Yo ya sé todo. Me sé de memoria los documentos de la iglesia. Conocí a todos los obispos. Mi párroco. Si querés te cuento. Lo conozco de pibe.

Digo, está bueno el corazón inquieto. Está bueno este inconformismo del corazón. Está bueno saber que no podemos todo. Y que Dios también nos puede sorprender. Aunque tengamos muchos años de Iglesia y de compromiso. Por eso, ¿qué me queda por hacer? Les propongo que sea como un caballito de batalla. Que sea una pregunta que nos movilice, el motorcito. Yo tengo en un texto alguna vez escrito, en realidad relacionado a la pastoral carcelaria. Hablo yo de la espiritualidad de la pregunta. Poder sostener preguntas en la vida. Poder sostener tensiones sin buscar rápidas respuestas.

Quienes hemos podido estudiar, sabemos que en el ámbito académico, si vos querés aprobar, tenés que responder bien. Y entonces, cuantas mejores respuestas, más posibilidad de sacarte un 10. Si te quedás callado o decís no sé, lo más posible es que te aplacen. En la vida estoy convencido que es exactamente al revés. En la vida se merecen un excelente 10 los que dicen no sé. Los que se animan a decir, busquemos juntos, veamos. Vamos a preguntar. Y creo que el problema que a veces tenemos como iglesia, y en esto ni hablar los obispos, que creemos que nos ponen una mitra y entonces ya podemos hablar portugués, sabemos francés, podemos salir a nadar en mares abiertos y manejar una locomotora. El problema es cuando creemos que sabemos de todo. Y que la verdad está de mi lado. Y que yo la tengo súper clara. Por eso los animo a esto. ¿Qué más me queda por hacer? Preguntarme, con este hombre.

Sigo. El versículo siguiente, Jesús le responde a esta pregunta. Y le dice, ven, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres. Después ven y sígueme. Ven, vende todo lo que tienes. Creo que en la vida tenemos que andar livianos de equipaje. En realidad esto es fácil decirlo, pero después cuesta mucho. Si no acordate de algunos conflictos familiares por herencias y sucesiones. Todos queremos andar livianos de equipaje. Pero ese departamento es para mí. Todos queremos andar livianos de equipaje. Pero la estancia esa me toca y yo no la voy a dividir. Y a mí no me jodés. Y empiezan los conflictos legales que terminan, por supuesto, expresando no más que conflictos vinculares y afectivos. Y familias que se destrozan.

Decía mi abuela dos frases que me encantan. La mortaja no tiene bolsillos. Y yo trabajé en una cochería fúnebre y les digo la verdad, no tiene bolsillos. Y si por casualidad algo te quedó, alguno de la cochería se va a ocupar de sacártelo. Y el otro dicho, no hay cochería fúnebre que tenga camión de mudanzas. Sin embargo, nos cuesta andar livianos de equipaje. Y la propuesta de Jesús hoy es muy clara. Ve, vende todo lo que tienes.

Y yo quería hablar de dos cosas que a nosotros nos pesan. De dos equipajes que a nosotros nos pesan a todos. Que el Papa lo llama la plaga y el veneno de la Iglesia. Palabras textuales de Francisco. El «siempre se hizo así»  el clericalismo. «Siempre se hizo así», esa frase, disculpen, pero no le podemos echar la culpa a nadie. La decimos nosotros. Y si tenemos más años en la Iglesia, sonamos.

Ni hablar. El otro día, no voy a dar mayores detalles, pero sobre un rito que se hace en una celebración muy importante. Pregunté por qué tenía que cantarse en latín determinada canción. Y me dijeron, siempre se hizo así. Con lo cual, si no puedo cambiar eso, entonces me voy a mi casa.

Digo, el problema es cuando le decimos a los nuevos, a los que se entusiasman con algo distinto, a los que vienen con una propuesta renovadora, a los que vienen con ese espíritu joven y se quieren animar, les bajamos la caña, les bajamos la persiana, del «siempre se hizo así». ¿Por qué? Y ustedes de eso deben tener miles de ejemplos. Yo tengo los ejemplos de haber sido veinte años párroco, que fue lo más lindo que me pasó en la vida. Pero a veces está el discurso, ¿dónde van los floreros? Las fichas de catequesis que usamos, amarillas, con olor a naftalina, con telaraña, pero siempre se hizo así. ¿Por qué? ¿Qué pasa? ¿No podemos desprendernos de ese equipaje?

En realidad, creo que es una cuestión psicológica. Entre los problemas que más preocupan a la sociedad está la inseguridad, y entonces le tenemos miedo a la inseguridad. Yo creo que los cristianos le tenemos que tener miedo también a la seguridad. Los cristianos le tenemos que tener miedo también a la seguridad. Hay una frase de Mamerto Menapache, este monje benedictino, que dice «Caminar hacia Dios es abandonar seguridades y arriesgarse a lo sorpresivo». Caminar hacia Dios es abandonar seguridades y arriesgarse a lo sorpresivo. Y a nosotros, el equipaje del siempre se hizo así, nos da seguridad. Nos da seguridad, ¿por qué? Porque el cambio nos genera como cierta angustia, y en realidad es propio del seguidor de Jesús, por lo menos, animarse a la aventura de los cambios. Jesús no vino a este mundo a hacer la plancha. No vino a este mundo a dejar todo igual. De hecho, armó  un lío?Ese es el lío que tenemos que hacer, que nos propone Francisco. No es el lío de salir con una pandereta en la esquina, uy, qué pillos que son, tocan la pandereta en la esquina. Digo, el lío es otra cosa, el lío es una cosa profunda, es el cambio de estructuras.

Recuerden cuando el Papa, en Evangelio y Gaudio, dice que sueña con una reforma profunda. Un tipo de ochenta y pico de años nos habla de que sueña con una reforma profunda y nosotros no queremos cambiar ni el lugar del florero en el altar. ¿Quién es el joven? Él. Entonces, este primer equipaje, el «siempre se hizo así». ¿Cómo poder primero reconocer que yo lo cargo? Y en segundo lugar, tratar desde la estructura en la que trabajo, ver si podemos liberarnos de esto. Escuchar a este Jesús que una vez más nos dice, ve, vende todo lo que tienes. Saquémonos de encima ese equipaje.

Y el otro, el clericalismo. El clericalismo que siempre lo ligamos a un sacerdote mandón, a un sacerdote que se cree el patrón de la estancia, que también es verdad y que eso está muy mal. Y que también eso habla de las inseguridades, porque las inseguridades que uno tiene por dentro, trata de hacerse muy firme por fuera. En general, la naturaleza nos enseña, acuérdense, ¿cuáles son los seres vivos que son blandos por fuera? Los vertebrados. Como nosotros. ¿Cuáles son los seres vivos que tienen mucha cáscara dura por fuera? Los que son blandos por dentro. Entonces, cuando te encontrás con esos que son así y que mandan y que tienen el dedito acusador, seguro tienen un muerto en el placar. Son muy blandos por dentro. Y es de manual, es de manual. Y si no les cuento.

Entonces, ¿el clericalismo tiene que ver con un abuso de poder del cura? Sí. Pero fundamentalmente tiene que ver con una cultura de abuso entre nosotros que tiene que ver con un abuso de autoridad. Tiene que ver con el autoritarismo. Tiene que ver con esto de romper la fraternidad. Tiene que ver con creer que yo mando más. Y es verdad que hay curas clericalistas, pero laicos clericalistas, uff.

Cuento siempre la misma anécdota en la parroquia en la que yo estaba, teníamos una sacristana, miren el nombre, se llamaba Cristina, de apellido Coronel. Y la gorda era un coronel. Y era casi la dueña. Es más, cuando vos medio peleabas con ella, se te ponía así la gorda, así, te ponía brazos de jarroncito, y te decía, ¿sabés a cuántos vi pasar? Vos también te vas a ir. Ah, guau. Y tenía razón. Lo que ella no tenía calculado, que yo me fui de la parroquia y después volví de párroco. Después la acompañé los últimos años y era un dulce de leche. Era un dulce de leche, realmente. Ella decía que me peleaba porque me quería.

Pero, digo, era el modelo de quien quizás por muchas inseguridades personales, una señora que vivía sola. En el velorio llevábamos, ella tenía un loro que lo amaba, lo llevamos al velorio al loro. Pero en serio, porque era su compañero de vida. Entonces, de alguna manera, ella en la parroquia se sentía un poco la dueña, como esa novela de Mirta, ¿se acuerdan? La dueña, fue la última que hizo en la televisión, chicas. L falta tele. Digo, entonces a veces nosotros también tenemos que reconocer que nos sentimos un poco los dueños. Los dueños del grupo, los dueños del área pastoral, los dueños del CIS, del COPAVICA, de la misión permanente. Los dueños. En nuestros modos, incluso. A veces tenemos modos autoritarios. Por eso digo que la cultura del abuso tiene que ver con todo esto del abuso a autoridad. Tiene que ver con esto de que yo creo más. Y a veces sacamos chapa, y sacamos la chapa de mis estudios, sacamos la chapa de mi experiencia, sacamos la chapa de mis años.

Me parece que, a la hora de pensar en una iglesia más sinodal, tenemos que también revisar nuestras conductas, y nuestros pensamientos, y nuestros modos de vincularnos. Porque la gracia supone la naturaleza, entonces quizá Dios tiene muchas ganas de que seamos una iglesia sinodal. Pero si somos tipos recontra autoritarios, tipos recontra inseguros por dentro, que entonces le marcamos la cancha a todo el mundo hacia afuera, es más difícil poder ser esa iglesia fraterna, esa iglesia sinodal, que es un modo de ser, que tiene que ver con esto de caminar juntos.

Sigo con el Evangelio. Vende todo lo que tienes, entonces les invito a que vendamos, que ni siquiera lo vendamos, porque nadie nos lo va a comprar. El clericalismo, y el siempre se hizo así, que igual es un vicio de muchas instituciones, por lo cual… pero me parece que eso nos puede alivianar el equipaje. Y dice Jesús, y dalo a los pobres. Parecería que siempre en el seguimiento de Jesús, los pobres tienen un lugar importante.

Y acá, lo que me pasó en este tiempo, y les aseguro que yo estoy feliz, y la experiencia en las comunidades es hermosa, pero en cada comunidad, por lo menos en algunas, pasa que se te acerca alguien y te dice, ay Padre, usted es divino. Pero no hable tanto de los pobres. Usted es divino, pero… ¿Viste? Pero en serio, o sea, me lo dice gente que supuestamente me quiere, y que no lo dudo. ¿Viste? Una señora, me agarro de acá (Se agarra los cachetes) Pero eso de los pobres… O sea, evidentemente el tema nos hace ruido. Y yo creo que nos hace ruido porque todo lo analizamos desde el ideologismo. Desgraciadamente somos argentinos, miren que los argentinos sabemos de todo.

No teníamos ni un área de bioquímica, pero te decía, date la Pfizer, ¿eh? Esa es buenísima. La Sputnik, no, no, esa no es buena. No tenés ni el ciclo básico de farmacia y bioquímica. Y hablamos de vacunas. ¿Le estamos dando clase al Papa de cómo hay que ser Papa? Porque todos sabemos cómo ser Papa. Él es un pobre tonto que no sabe. Y le decíamos el mes pasado a quién tenía que meter en las elecciones y a quién tenía que sacar. Y hasta ayer más o menos hubo unos cuantos que sabían de rugby. Hasta ayer más o menos sabía de rugby, ¿eh? Si yo hubiera estado ahí, ganábamos. Pero claro, no hicieron lo que yo dije. Entonces digo, es jodido, disculpen la palabra, ser cristiano. Pero ser cristiano en la Argentina es doble.

Y entonces, cuando hablamos de los pobres, es como dice el Papa, es evangelio puro. El Papa lo dijo ahora en el último reportaje que hizo en Telam y etc. Es evangelio puro. ¿Quién de nosotros no es pobre? El pobre es el que le falta. Y nosotros, desgraciadamente, lo primero que hacemos es pobre espiritual y pobre material. ¿Qué es eso? Eso es platón puro. Nosotros somos cristianos. El pobre es el que le falta, el que necesita. Por supuesto que un deprimido sin guita es más complicado. Un adicto sin guita es más complicado. Una familia desmembrada con 20.000 problemas internos sin guita es más complicado. Por supuesto que el bolsillo complica. Pero no podemos analizar la realidad de la pobreza exclusivamente con mi prisma ideológico.

Cuando Jesús dice, dale a los pobres, el tipo no le responde. ¿Qué pobres? Materiales espirituales. Ay, Jesús, corrala con hablar de los pobres. En el centro tiene que estar el pobre porque es el reflejo de nuestro Jesús. Tuve hambre, me dejé de tomar, tuve sed, me dejé de beber, estaba preso, enfermo, y me visitaste. Por eso creo que tenemos que ampliar la mirada. Tener una mirada evangélica sobre la pobreza y no una mirada social, una mirada al estilo del pobrismo de algún candidato que está en una boleta, me quería matar, lo vi en la boleta de la provincia, pero bueno, no importa.

¿Qué tiene que ver con eso? ¿Qué tiene que ver con reducir el tema? Tiene que ver con reducir el Evangelio, reducir el mensaje de Jesús. Y nosotros estamos para ampliarlo. No podemos mirar todo desde el prisma ideológico que creo que es uno de los conflictos que tiene nuestra Argentina. Por eso, darlo a los pobres y en ese sentido ustedes, testigos de Jesús, laicos comprometidos, miembros de los distintos organismos arquidiocesanos, esto lo tenemos que tener un cachito claro porque si no, del Papa para abajo, discutimos todo y en realidad estamos discutiendo el mismo mensaje del Evangelio.

Cuando he leído los documentos del sínodo, ahí en varios momentos se habla de la realidad de los más pobres en la ciudad. Se habla de las 250.000 personas que viven en las villas, se habla de la cantidad de gente en pensiones, en casas tomadas, en hoteles de mala muerte, que en realidad no son hoteles, dicen hoteles, una estrella, vos decís, ¿qué es esto? Los geriátricos, los ancianos abandonados, la gente en la calle, la gente con problemas psiquiátricos, que es enorme. La pandemia nos destrozó.

Repito siempre que hay una pandemia de COVID-19 que más o menos la vacuna la curó, la controló, pero hay otra pandemia que está ligada a las emociones que nos atravesó la vida y aún hoy nos destroza la vida. Por los abrazos no dados, por los seres queridos no despedidos dignamente, por la soledad que vivimos, porque de algún modo perdimos un año. Y eso nos atravesó. Y hay gente que la atravesó tanto que la destrozó. ¡Cuánta pobreza! Y miren si nos vamos a poder discutir que si pobrismo, no pobrismo, que si pobre material, que pobre espiritual. No podemos seguir en el escritorio debatiendo mientras hay un clamor en nuestra ciudad de un montón de gente que está mal. Nosotros mismos cada uno tiene su agujero en el corazón y andamos por la vida tratando de curar heridas como todos.

Y así al final Jesús dice después ven y sígueme. El ven y sígueme me parece que tiene que ver con vincularnos con Jesús, con estar con Él, con reencontrarnos con Jesús en su palabra, en la celebración de la Eucaristía, en la comunidad. Seguirlo a Jesús tiene que ver con esto de ponerlo en el centro de nuevo. Porque también el tema con el paso de los años es que profesionalicemos nuestra misión. Que seamos profesionales laicos, profesionales curas, profesionales religiosas. Y me parece que siempre en el centro tiene que estar Él.

Por eso la Evangeli Gaudium, otro documento que tenemos que reflotar y muy fuerte. Nos dice enseguidita que empieza, en el número 3. Dice Francisco, invito a cada cristiano en cualquier lugar y situación en que se encuentre a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo. O al menos a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él. E intentarlo cada día sin descanso. Wow, me parece que esto es la piedra angular de nuestra misión en la arquidiócesis y de nuestro ser cristiano. Renovar nuestro encuentro personal con Jesús o al menos tomar la decisión de dejarnos encontrar con Él. Y de intentarlo cada día sin descanso. Para no profesionalizar nuestra misión. Por eso Jesús le dice ven y sígueme, vení, encontrate conmigo y ahí le vas a encontrar sentido a todo. Ahí le vas a encontrar sentido a todos tus cuestionamientos, a todas tus inquietudes, a todo tu inconformismo. Vení, liviano de equipaje, sacate aquello que te venís arrastrando. Él siempre se hizo así, el clericalismo. Poné en el centro de tu vida a los más pobres, a los que necesitan, porque son el mismo rostro de Jesús.

Miren, mañana el Evangelio es dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Yo por suerte grabé el martes. El martes todavía no había… ¿Cómo se llama? Veda. Veda electoral. Ahora si lo pasan mañana, problema de otro. Pero el Dios de los romanos era el emperador y el emperador estaba en un billete. En una moneda. Ahí estaba el Dios de los romanos, el César, en una moneda. ¿Dónde está nuestro Dios? ¿Dónde está el Dios de los cristianos? ¿Está en un billete también? ¿O está en el rostro de los que sufren?

Y si me dan cinco minutos más, menos también, a partir de este Evangelio yo quisiera leerles tres textos de Aparecida que están en los primeros números, que vuelvo a insistir, son los fundantes. Son la base para el seguimiento de Jesús. Aparecida habla de eso hermoso, de ser discípulos misioneros de Jesús. Y dice Francisco, no es discípulos y misioneros, es discípulos misioneros. El discípulo es el que sigue al maestro, con lo cual, miren qué bueno, recordar que somos siempre discípulos. Porque entonces, lo lindo es que siempre tengo ganas de aprender. Si soy discípulo, voy atrás del maestro. Si soy discípulo, estoy con otros caminando. El discípulo no se queda quieto, va detrás de su maestro. Y si tenemos claro que somos discípulos misioneros, el encuentro con Jesús no es para guardármelo, para mí. Por eso entonces, en estos tres textos, de distinta manera, se hablan de estas tres cosas. De conocer a Jesús, de encontrarnos con Él, y de misionar, de transmitir el Evangelio, y de ser enviados. Son como tres tiempos. Conocer a Jesús. Y cada uno habrá tenido su propia experiencia. Desde un retiro espiritual, la fe de los abuelos, la fe encarnada. Lo hemos conocido. Pero eso no alcanzó. Necesitamos encontrarnos. Y hay que renovar ese encuentro constantemente. Pero no es para mirarme el ombligo. Es para ser testigo, para ser enviado, para la misión.

Primer texto, Aparecida 18. Conocer a Jesucristo por la fe es nuestro gozo. Seguirlo es una gracia. Y transmitir este tesoro a los demás es un encargo que el Señor, al llamarnos y elegirnos, nos ha confiado. Conocer a Jesucristo por la fe es nuestro gozo. Seguirlo es una gracia. Y transmitir este tesoro a los demás es un encargo del Señor. Eso es, sintéticamente, nuestra razón de ser en la Iglesia. Aparecida 28. En el encuentro con Cristo queremos expresar la alegría de ser discípulos del Señor y de haber sido enviados por el tesoro del Evangelio. Ser cristiano no es una carga, sino un don. Dios Padre nos ha bendecido en Jesucristo, su Hijo salvador del mundo. Ser cristiano no es una carga, sino un don. Y aquí incorpora la alegría. ¿Dónde quedó la alegría? ¿Jesús está vivo o está muerto? Avisale tu cara. Digo. Está vivo. El Papa nos plantea, desde que comenzó su magisterio, que la clave de la evangelización es la alegría. Y yo creo que ese es el motivo por el cual muchas veces nuestras comunidades no tienen más gente, nuestras comunidades están era vacías, porque somos quejosos, apesadumbrados, dice Francisco, cara de vinagre, porque nos falta resurrección, nos falta entusiasmo, porque nos falta encuentro con Él, porque Él está vivo. Nos falta dejar de lado ese profesionalismo con el cual me fui acostumbrando, se me achanchó el alma. Y entonces ya nada nuevo.

Y último texto, aparecía 29, el siguiente. Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona. Haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida. Y darlo a conocer con nuestras palabras y obras es nuestro gozo. Nosotros tenemos un enorme desafío: el ser discípulos misioneros en la ciudad de Buenos Aires. Y no es hacer una pastoral en la ciudad, tenemos que poder generar una pastoral urbana, porque tenemos la certeza, y eso lo dijeron ustedes, no lo digo yo, de que Dios vive en la ciudad, de que Dios está en nuestras calles, está en nuestras casas. Por eso tenemos que tener una mirada contemplativa. Digo yo, ser místicos de ojos abiertos, andar por la calle diciendo Dios acá está, y encontrarme con Él en la cara de todos, especialmente de los que más sufren, y vivir mi misión de cristiano con alegría, y retroalimentar mi encuentro con Jesús, porque es el que le da razón a mi vida. Y como es una ciudad muy grande, tenemos que andar livianos de equipaje, porque si no nos vamos a chanchando y no vamos a llegar a ningún lado. Yo pensé en todos esos equipajes para sacarnos de encima, clericalismo, y «siempre se hizo así», plagas y venenos de la iglesia, dice Francisco. Pero siempre inconformistas, siempre inquietos, siempre con esta pregunta, ¿qué más me queda por hacer?

Termino. En la parecida 514, del 2007 es este documento, no es un estreno. La fe nos enseña que Dios vive en la ciudad, en medio de sus alegrías, de sus anhelos y esperanzas, como también en sus dolores y sufrimientos. Las sombras que marcan lo cotidiano de la ciudad, como por ejemplo la violencia, la pobreza, el individualismo y la exclusión, no pueden impedirnos que busquemos y contemplemos al Dios de la vida también en los ambientes urbanos. Las ciudades son lugares de libertad y de oportunidad. Tenemos una hermosa oportunidad. Los animo entonces a eso. Termino con una poesía, a veces vieron que los chicos son los más inconformistas, siempre quiero, quiero, quiero. Los chicos son los que tienen un corazón que no es autosuficiente porque no pueden solos nada. Necesitan de mamá, necesitan papá para comer. Los chicos son los que en general buscan a otro y les encanta jugar y estar con otros y disfrutan de ese encuentro. Por eso creo que cuando Jesús dice volver a ser como niños, no es tonto. Los animo a volver a ser como niños, con ese espíritu propio de los niños y de los jóvenes, que nos animemos al encuentro con Él. Y si andamos medio pinchados, medio achanchados en el alma, medio con el impermeable de ser profesionales del cristianismo, si andamos demasiado pesados de equipaje con el siempre se hizo así, con creerme que soy un poco el dueño de la fe y de la vida, si ando demasiado pesado creyendo que la verdad la tengo yo y que no tengo nada que preguntar y nada que buscar con otros, animate a esto que leo acá:

«Cuando la duda atenaza y se exige respuesta,cuando cuesta la esperanza, quizás por miedo otro golpe, cuando su voz es inaudible y su rostro se apaga entre mil rostros, cuando el mensaje pesa más que alivia, cuando la muerte parece haber vencido y la vida sabe a derrota, cuando la soledad es cruel y no hay salida, salta, salta hacia la fe, salta hacia la vida, salta hacia la verdad primera que es Él. No te dejes doblegar por el viento en contra, verás como hay quien recibe tu apuesta, porque la vida siempre gana» Muchas gracias.

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