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Homilía Mons. García Cuerva – Domingo Primero de Adviento

por prensa_admin

EVANGELIO

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos (13, 33-37)

Jesús dijo a sus discípulos:
«Tengan cuidado y estén prevenidos, porque no saben cuándo llegará el momento. Será como un hombre que se va de viaje, deja su casa al cuidado de sus servidores, asigna a cada uno su tarea, y recomienda al portero que permanezca en vela.
Estén prevenidos, entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño de casa, si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o por la mañana. No sea que llegue de improviso y los encuentre dormidos.
Y esto que les digo a ustedes, lo digo a todos: ¡Estén prevenidos!».

Palabra del Señor.


Homilía Mons. García Cuerva – Domingo Primero de Adviento. 03 de diciembre de 2023. Catedral Metropolitana

Comenzamos el Tiempo del Adviento. Comenzamos también el mes de diciembre, último mes del año y creo que la primera lectura del profeta Isaías, del capítulo 63 y 64, nos puede ayudar en nuestra reflexión y para prepararnos para este Tiempo del Adviento.

Isaías escribe en el contexto de la comunidad judía que está retornando del exilio en Babilonia. El pueblo judío había sido exiliado, había estado en Babilonia y ahora estaba retornando a su tierra y entonces están viviendo el desafío de restaurar la nación. Están experimentando este volver a empezar, como cuando uno vuelve a la propia casa después de mucho tiempo.

Por supuesto que dentro del pueblo judío algunos están prefiriendo la nostalgia de vivir de tiempos pasados y recuerdos del pasado. Y por eso Isaías, este profeta de la primera lectura, acompaña con sus escritos, con su mensaje, a esta comunidad judía que está retornando del exilio.

El profeta al mismo tiempo utiliza imágenes muy lindas que valen la pena ser leídas y releídas para mostrar cuál es el estado anímico del pueblo. Dice Isaías: “nos hemos convertido en una cosa impura. Toda nuestra justicia es como un trapo sucio. Nos hemos marchitado como el follaje. Nuestras culpas nos arrastran como el viento”.

Vuelvo a insistir, creo que estas imágenes que nos da Isaías nos hablan del estado de ánimo del pueblo en aquel momento. Nos hemos convertido en una cosa impura. Toda nuestra justicia es como un trapo sucio. Nos hemos marchitado como el follaje. Nuestras culpas nos arrastran como el viento.

Y quizá nosotros, muchos años después, podríamos decir que en algún punto tenemos un estado anímico similar. Nosotros también hemos experimentado y vivido momentos difíciles. Hemos sentido también que nuestro país, que nuestra justicia, se ha transformado como en un trapo sucio. También nos sentimos marchitados como el follaje, marchitados en la esperanza, marchitados en las ganas, en el entusiasmo. Sentimos el corazón un poco marchito.

Y también sentimos nuestras culpas, nuestras responsabilidades en todo lo que vivimos, en todo lo que nos ha pasado. Pero al mismo tiempo, en lugar de quedarnos en el lamento, el profeta Isaías también hoy nos ilumina. Y hacia el final de la lectura nos dice, y cito textualmente: “Pero Tú, Señor, eres nuestro padre, nosotros somos la arcilla, y Tú, nuestro alfarero: ¡todos somos la obra de tus manos!”.

En este contexto de estar retornando del exilio, y más allá de que se describe con estas imágenes poéticas el estado anímico del pueblo, hacia el final, Isaías tiene una certeza. “Señor, Tú eres nuestro padre, nosotros somos la arcilla. Tú eres nuestro alfarero: ¡todos somos obras de tus manos!”.

Y creo que aquí hay una certeza. Esa certeza también la tenemos nosotros. Más allá de haber tenido tiempos difíciles, más allá de estar terminando un año muy complicado, más allá de que quizá nuestro estado anímico esté marchito como el follaje, como nos dice Isaías, lo que no podemos dudar es que Dios está con nosotros, y que es nuestro alfarero, y que nosotros somos arcilla en sus manos.

En tiempos de tormenta, es bueno tener anclas que nos sostengan. Es bueno tener puntos en los que nos podamos apoyar. Por eso, en los primitivos tiempos de la Iglesia, la esperanza era simbolizada con un ancla. Esta idea de tirar hacia adelante y de clavarnos en el fondo para sostenernos.

Que nuestra ancla, en tiempos difíciles, nuestra esperanza sea, “tú eres Señor nuestro Padre, tú eres nuestro alfarero y nosotros somos arcilla en tus manos”.

Y al mismo tiempo, Isaías nos da una pista de cómo seguir. Nos dice Isaías: “cuando hiciste portentos inesperados que nadie había escuchado jamás, tú vas al encuentro de los que practican la justicia y se acuerdan de tus caminos”.

Isaías hace una memoria agradecida porque sabe que Dios no abandonó al pueblo y por eso está recordando tiempos y portentos inesperados que hizo Dios y habla de acordarse de todo lo que Dios hizo por el pueblo.

Quisiera entonces animarnos a nosotros también a hacer memoria agradecida en nuestra vida, a pensar en nuestra vida cuando Dios estuvo cerca, cuando experimenté la presencia de Dios en mi vida, cuando sentí que Dios me acompañaba. Porque como nos dice también la segunda lectura, Dios es fiel, Dios no cambia. Y si alguna vez lo sentí cerca, quiere decir que Él está, que Él no me abandona. Que puede ser como aquellos días nublados, que el sol esté medio escondido, pero Dios no nos abandona.

Y creo que entonces vale la pena hoy hacer esa memoria agradecida que nos propone Isaías. Por un lado, la certeza de que Dios es nuestro padre y nuestro alfarero.

Y, por otro lado, como nos invita el profeta, la memoria agradecida. Saber que Dios estuvo en nuestra vida y que, si hoy son tiempos difíciles, podamos recordar que sentimos a Dios muy cerca en algún momento y eso también tiene que ser un motivo de alegría.

Hay un teólogo luterano-alemán, Gollwitzer, que tiene un librito que se llama Vivencias de Navidad. Y allí dice en el primer capítulo que tenemos que aprender a esperar como los niños. ¿Y cómo esperan los niños? Los niños esperan con una esperanza inquieta, esperan con una esperanza alegre, porque saben y tienen la certeza de que algo bueno va a pasar.

Acordémonos cuando llegaba el Día del Niño o la Navidad o el cumpleaños y uno iba a recibir un regalo. Cuando éramos chiquitos, la esperanza era inquieta, era una esperanza alegre. Sabíamos que algo bueno iba a pasar, porque ya recordábamos que el año anterior también había pasado algo lindo.

Creo que tenemos que volver a ser como niños en este tiempo de Adviento y tener la esperanza que tienen los niños.

Esperemos con alegría. Jesús está viniendo. Seamos profetas de la esperanza y la alegría en nuestro país. Seamos capaces de confiar en el futuro. Seamos capaces, más allá de nuestro estado anímico, como nos describía Isaías, de saber que Dios no nos abandona, porque si hacemos memoria agradecida sabemos que estuvo en el pasado, que está en el presente. Y como los niños, tenemos la certeza de que algo bueno en nuestra vida va a pasar, porque en Navidad nace Jesús y con su nacimiento renace la alegría y renace la esperanza.

Amén.

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