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Homilía Mons. García Cuerva Domingo XIV del tiempo ordinario

por prensa_admin

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     10, 1-9

    El Señor designó a otros setenta y dos, además de los Doce, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde Él debía ir. Y les dijo: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.
    ¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni provisiones, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino.
    Al entrar en una casa, digan primero: «¡Que descienda la paz sobre esta casa!» Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes.
    Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa. En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; sanen a sus enfermos y digan a la gente: «El Reino de Dios está cerca de ustedes»».

Palabra del Señor.


Homilía Mons. García Cuerva Domingo XIV del tiempo ordinario 

En el Evangelio de este domingo, el Señor envía a sus discípulos. Los envía de dos en dos y es fuerte el verbo que dice: “Vayan”. “Vayan”, es decir, salgan. Pensaba aquí en esta idea que nos ha quedado a todos y que es un desafío a concretar del Papa Francisco cuando decía que “Es preferible ser una Iglesia accidentada por estar en la calle y no una Iglesia enferma por estar encerrada”. 

Cuánto nos falta todavía de ser una Iglesia en salida. Una Iglesia que enamorada de Cristo, comparte la buena noticia de Jesús en las distintas realidades; que comparte la buena noticia de Jesús incluso, como decía el Papa, “En las periferias existenciales”, en cada hermano necesitado, en esas realidades que quizás sentimos que necesitan tanto del Evangelio.

Por eso, como primera idea, pensaba hoy que volvamos a reflotar esta idea de la Iglesia en salida. Y hoy Jesús enviando a los 72 discípulos diciéndoles: “Vayan”, nos está volviendo también a decir, diciéndolo a nosotros: vayan, anuncien, salgan de ustedes mismos, no sean una Iglesia autorreferencial, sino que compartan esa buena noticia con los demás.

En segundo lugar, nos dice que tenían que ir a los lugares donde Jesús después debía ir, decía vayan a los lugares donde seguramente el Señor después tenía que estar, por eso decía a los lugares que lo precedieron. Presidan ustedes primero, vayan ustedes primero y después va a ir Jesús. Y entonces lo que Jesús seguramente nos está diciendo es: sean testigos. Sean testigos porque la gente va a saber de Jesús a partir de la conducta de ustedes. Si ustedes van a tener que ir primero a aquellos lugares donde después irá Jesús, la gente sabrá del Señor a través de ustedes. 

Y entonces recordaba aquí a otro Papa, Pablo VI, cuando nos decía que “El mundo de hoy necesita más testigos que maestros, y si escucha a los maestros es porque primero fueron testigos”. Qué fuerte esto, poder ser testigos de Cristo con nuestras palabras y con nuestros gestos, testigos coherentes del Señor. Después, si somos maestros y enseñamos está muy bien, pero seguramente el mundo de hoy necesita de los testigos. Qué desafío enorme entonces el de los cristianos, no solamente de ser Iglesia en salida sino además tratar de ser coherentes en nuestra vida para ir a los lugares, a aquellos lugares que necesitan del conocimiento de Jesús y que seguramente lo conocerán, o no, a través de nuestro testimonio personal.

En tercer lugar, Jesús da en el clavo, en el centro, cuando nos dice: “¿Cuál es el mensaje que tenemos que compartir?”. “El reino de Dios está cerca de ustedes”. Y ¿Qué significa que el reino de Dios está cerca nuestro? Significa nada más ni menos que el que está cerca es el mismo Dios; que nuestro Dios está cerca de nuestras realidades, que el proyecto de Dios, el proyecto de justicia, de amor, de fraternidad, es un proyecto viable. Ese es el sueño de Dios para la humanidad. Y ese es el mensaje que tenemos que compartir. Por eso, ser Iglesia en salida, ser testigos y llevar esta buena noticia de que el reino de Dios está cerca de ustedes, está cerca nuestro. 

Me quedaba pensando cuando rezaba con este Evangelio, que si esta hermosa noticia es la que tenemos que compartir, ni más ni menos que que Dios está cerca nuestro, ¿Por qué será que es una noticia que no es valorada? ¿Por qué será que muchos no quieren escuchar o que nosotros no le ponemos entusiasmo a la hora de compartir la buena noticia del Evangelio? Y pensaba que quizá tenga que ver con que lo que transmitimos es un Evangelio domesticado. Un Evangelio con frases hechas que no sirven a nadie para la vida. Un Evangelio en el que repetimos siempre las mismas ideas, creyendo que así vamos a obtener resultados distintos. Un Evangelio aplastado por tradiciones y entonces un Evangelio que le falta fuerza, le falta novedad, le falta actualidad. 

La buena noticia es maravillosa, pero quizá tengamos que repensar ¿Por qué no es valorada? Y puede ser que sea porque nosotros, los testigos de Jesús, planteamos un Evangelio muy domesticado que no significa nada para nadie, con frases hechas que pueden quedar lindas para una tarjetita, pero que para la vida no sirven. O como dije, repitiendo siempre lo mismo cuando en realidad la historia y la vida es tan cambiante. 

Al mismo tiempo, Jesús pide de estos testigos que sean testigos, como dije, tomando la frase de Pablo VI, testigos con palabras y con hechos. Por eso la última oración del Evangelio de hoy es “Sanen a sus enfermos y digan a la gente `El reino de Dios está cerca de ustedes´”. Gestos, “Sanen a los enfermos”. Y no porque los testigos de Jesús son médicos. En todo caso, será porque tenemos que curar tantas heridas; las heridas del corazón, las heridas que provocó el odio, el individualismo, la falta de solidaridad. Las heridas que cada uno de nosotros arrastra y que pueden ser curadas por la ternura de Dios. De eso se trata la misión de los testigos de Cristo. Y como dije, con gestos y con palabras. Y las palabras, como ya dijimos, ni más ni menos son: “El reino de Dios está cerca de ustedes”.

Pensaba que entonces todos nosotros, desafiados por este Evangelio a ser testigos de Cristo, podemos pensar ¿Cuáles son esas características para transmitir el Evangelio esa buena noticia con gestos y palabras? Creo que tenemos que ser evangelizadores que sean al mismo tiempo traductores. No porque sepamos distintos idiomas. Traductores porque queremos hablar del Evangelio de Jesús en fácil. Hablar del Evangelio de Jesús a la realidad concreta de todos los días. Hablar del Evangelio de Jesús al mundo de hoy, con el lenguaje de hoy, poder hacerlo de manera actualizada. Traductores, evangelizadores, también significará usar los medios de comunicación, los medios digitales, aquel modo que sea importante para llegar a todos. 

Al mismo tiempo creo que el misionero, el evangelizador, el testigo, tiene que ser samaritano. Samaritano porque queremos vivir la solidaridad, queremos vivir este compromiso de estar cerca de los que sufren curando heridas como dije antes. Y al mismo tiempo también el misionero, el evangelizador, el testigo, el cristiano, hoy tiene que ser amigo, tiene que generar vínculos. Será por eso que Jesús en el Evangelio nos dice hoy “Permanezcan en la casa donde los reciban”, no anden de casa en casa, como repartiendo folletos, sino generen vínculo. Estén cerca, sepan con quién están hablando, sean amigos.

Por eso pensaba estas tres ideas: ser traductores porque queremos transmitir el Evangelio con el lenguaje de hoy. Ser samaritano porque queremos curar heridas de los que sufren. Ser amigos porque queremos generar vínculos con aquellos con los que nos encontremos. 

El papa León XIV hace algunos días decía que: “El Concilio Vaticano II nos sigue pidiendo superar la autorreferencialidad” ¿Qué es superar la autorreferencialidad? Salirse de uno mismo, no quedarnos mirando el ombligo, ser la Iglesia en salida que nos pedía Francisco. Sigo con la cita del León XIV: “El Concilio también nos pide ser más pobres y ser escuela de los pobres y escuchar a los más pobres”. Es decir, nos está diciendo “Anden livianos de equipaje”. Como nos dice el Evangelio de hoy: no anden buscando qué es lo que van a llevar, que una túnica, que un bastón. Confíen en la providencia, sean una Iglesia liviana de equipaje que quiere ser más pobre y que quiere escuchar a los pobres. 

Y al mismo tiempo nos decía también el Papa León XIV que “Teníamos que intensificar los lazos de comunión”. Y me permito decir que esa es la gran misión de los testigos de Cristo en la Argentina de hoy. Intensificar los lazos de comunión en un mundo de una sociedad como la nuestra, tan dividida, tan violenta, tan agresiva donde el que piensa distinto lo consideramos un enemigo. Donde nos decimos cualquier cosa a través de las redes sociales. Los cristianos tenemos que seguir apostando por intensificar los lazos de comunión. Eso también es la buena noticia. Ese es el proyecto del reino de Dios: construir fraternidad. 

Termino, celebramos hoy también a una Santa que tuvo mucho que ver con la historia de la Iglesia porteña y con la Iglesia Argentina. Santa Nazaria Ignacia, fallecida el 6 de julio de 1943 en el hospital Rivadavia. Fue canonizada en el 2018 por el Papa Francisco. Y, justamente, el carisma de la congregación que ella fundó es que el reino de Dios es al que hay que anunciar, el reino de Dios es justamente la misión y el contenido de lo por lo que hay que ser testigo. Fue una gran misionera, una misionera una testigo de cristo una evangelizadora.

Quisiera pedir entonces hoy su intercesión para que nosotros también escuchando y dejándonos interpelar por el Evangelio de hoy, seamos testigos del Señor. Testigos que hablen en fácil con la profundidad del Evangelio, testigos samaritanos que curen heridas de los que sufren, testigos amigos que estén cerca que permanezcan y que generen vínculo con todos. Y tomando la frase de León XIV, que apostemos, aunque parezca una locura, por la fraternidad, apostemos por la comunión. Que apostemos, aunque parezca contracultural, por la cultura del encuentro entre los argentinos. 

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