Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 10, 27-30
Jesús dijo:
Mis ovejas escuchan mi voz, Yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos. Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. El Padre y Yo somos una sola cosa.
Palabra del Señor.
Homilía Mons. García Cuerva IV Domingo de Pascua
La primera oración del Evangelio de hoy nos dice Jesús: “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen”. “Mis ovejas escuchan mi voz”. Dicen que es clave para las ovejas escuchar la voz del pastor. Porque si bien la oveja puede tener una mirada cercana de las cosas, parece que a lo lejos no tanto. Y por otro lado, los hombres de campo en la Patagonia hablan de una enfermedad que se llama la conjuntivitis de la nieve, que produce dificultades en la visión de las ovejas. Muchas veces, ligada al viento y a la nieve, hace que se vaya infectando su vista. Por eso, ante el problema de la vista, qué importante es el oído, escuchar la voz del pastor. Casi podríamos decir que es un tema de vida o muerte, porque es el pastor el que las va a defender, es el pastor el que va a estar cerca y alertar en los momentos difíciles.
Nosotros también queremos aprender a escuchar a nuestro pastor, aprender a escuchar a Jesús. Aprender a escucharlo en la Palabra de Dios, como lo hacen hoy aquellos discípulos y aquellos cristianos que se acercan a escuchar a Pablo y a Bernabé en Antioquía de Pisidia. También para escucharlo a Jesús hacer silencio en el corazón. Vivimos en un ruido constante, vivimos en un activismo constante, vivimos en una ansiedad constante, vivimos llenos de preocupaciones y, por lo tanto, qué difícil hacer silencio en el corazón para escucharlo a Jesús.
Escucharlo en su Palabra, como dijimos, pero también escucharlo en el clamor de los más pobres. También escucharlo en las personas que tenemos cerca. Escuchar al Señor en lo profundo del corazón y también para eso entonces tener que sacarnos aquellos tapones de cera imaginarios ligados a los prejuicios, ligados a los ideologismos, ligados a todo aquello que nos aísla, que nos hace un poco como dueños de la verdad, que no necesitan escuchar ninguna otra voz, ni la de Dios ni la de los hermanos. Y aprender también a escucharnos a nosotros mismos. Escucharnos a nosotros mismos también, que a veces en la conciencia puede ser que nos queramos decir cosas, que no queremos escuchar.
Indudablemente también, y este domingo del Buen Pastor, rezamos por nuestro querido Papa León XIV. Y digo querido porque es el Papa que nos mandó Dios, después de haber vivido la orfandad, la tristeza, la partida de Francisco, que lindo volver a sentirnos acompañados por este Pastor, por el Papa León. Y tendremos que aprender a escucharlo.
Muchos querían opinar de él, muchos periodistas querían también interpretar qué significaba su nombre, querían ya decir de qué pensaba de los distintos temas. Y bueno, de eso se trata. Aprendamos a escucharlo. Será un tiempo en el que tendremos que escucharlo para después poder sacar, si queremos, algunas conclusiones. Y tengo aquí algunas de sus párrafos de lo que nos dijo en el balcón el otro día, que me parece que es lindo para escuchar.
Entre otras cosas nos dijo: “La paz sea con ustedes”. Y nos quiere dar un saludo de paz, dice el Papa León, “Que llegue a todos los corazones, que llegue a las familias, a todas las personas, a todos los pueblos. Una paz que llegue a toda la Tierra”. Y luego nos decía: “Que la paz de Cristo resucitado que Él nos desea es una paz desarmada, una paz desarmante y también una paz perseverante que proviene de Dios, que nos ama a todos incondicionalmente”. Escuchar las primeras palabras del Papa León y escuchar todo lo que vayan diciendo en estos días: un enorme compromiso que tendremos que tener.
Vuelvo al Evangelio. Decía Jesús: “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen”. “Yo las conozco”. Jesús nos conoce. Y nos conoce en profundidad. Y nos conoce como somos. Nos conoce con nuestros secretos, con nuestras luchas, con nuestros pecados. También nos conoce con nuestras esperanzas, con nuestras alegrías, con nuestros talentos y con nuestras virtudes. ¡Qué lindo! Que nos conozca tanto, porque nos ama tanto que ese conocimiento de Dios tan profundo de nosotros no nos tiene que dar ni vergüenza, ni miedo, porque nos ama.
Y vuelvo sobre alguna de las cosas que nos dijo el Papa León. Nos decía que: “Dios nos ama a todos incondicionalmente”. Que podamos experimentar ese amor incondicional de Dios, que nos conoce profundamente y así nos ama. ¡Cuánta paz nos tiene que dar saber que delante de Dios nos podemos mostrar como somos! Y al mismo tiempo, el conocimiento de Dios es un conocimiento personal. El pastor conoce a cada oveja. Jesús también, conoce a cada uno de nosotros.
Nos conoce con nuestra historia, nos conoce con nuestro carácter, con nuestras personalidades, nos conoce por nuestro nombre. Genera vínculo. En un mundo también tan anónimo, donde a veces estamos amontonados, pero nos sentimos tan solos. ¡Qué lindo poder experimentar que Jesús nos conoce por nuestro nombre y que cada uno de nosotros para Él somos importantes! No nos olvidemos estas palabras que nos dijo el Papa León en su primer saludo. “Dios nos ama a todos incondicionalmente”. Que esa sea una certeza que nos dé mucha paz en lo profundo del corazón.
Y vuelvo al Evangelio. Dice Jesús: “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen”. Nosotros queremos seguir a Jesús. Queremos ir detrás de sus pasos. E ir detrás de Jesús puede parecer en este mundo ir a contramano, porque seguir los pasos de Jesús es seguir los pasos que quieren construir la paz. Seguir los pasos de Jesús es seguir los pasos que quieren estar al lado de los que sufren. Seguir los pasos de Jesús es descubrir que el otro es mi hermano y que tenemos que tratar de vivir la fraternidad y que tenemos que entre todos construir la paz.
Seguir los pasos de Jesús es construir un mundo más justo, más fraterno. Es poder vivir el amor al prójimo en la vida cotidiana. Por eso digo que seguir a Jesús es como ir a contramano. Porque en el mundo de hoy de la violencia, de la descalificación, del rechazo del otro, en un mundo tan agresivo, seguir los pasos de Jesús es seguir al buen pastor de la paz, del amor, de la fraternidad.
Nos decía, y vuelvo al Papa León, en el saludo desde el balcón: “Seamos discípulos de Cristo. Cristo nos precede. El mundo necesita de su luz. La humanidad necesita de Él como el puente para ser alcanzada por el amor de Dios. Ayudémonos los unos a los otros a construir puentes con el diálogo, el encuentro, uniendonos todos para ser un solo pueblo, siempre en paz”. De eso se trata seguir a Jesús. Saber que Él nos precede y tenemos que ser discípulos del diálogo y tenemos que construir puentes, uniéndonos, ¿Cuánto más los argentinos?
Por eso rezamos hoy por nuestro Papa León XIV. Rezamos por él y le pedimos a Dios que nos dé la capacidad de escucha para poder conocerlo más. Le pedimos también a Dios que podamos seguir experimentando la paz que nos da sabernos conocidos por Dios. Y el Papa León también conoce a su pueblo y por eso también tuvo palabras tan delicadas para la gente de su diócesis de Perú y les quiso hablar en castellano. Y queremos también seguirlo a Jesús y como Iglesia ponernos también a disposición del Papa León y seguirlo a Él en todas sus enseñanzas. Que el Señor nos ayude, que podamos experimentar que somos o vengan del mismo rebaño, todos unidos, todos acompañados por nuestro querido Papa León.
Y termino con también palabras de él cuando nos dijo en estos días: “Tenemos que buscar juntos cómo ser una Iglesia misionera, una Iglesia que construye puentes de diálogo, siempre dispuesta y abierta a recibir, con los brazos abiertos a todos. A todos los que tengan necesidad de nuestra caridad, de nuestra presencia, del diálogo y del amor. Todos juntos entonces, escuchando al Papa León, todos juntos entonces, siguiendo los pasos de Jesús, todos como el mismo rebaño, como la misma iglesia, le pedimos a Dios que nos acompañe en este nuevo tiempo que comienza con el nuevo pastor que el Espíritu nos ha regalado. Amén.