Los peregrinos llegaron a la Basílica de Luján con el cuerpo cansado y adolorido del camino, pero con el alivio de poner en manos de María todas sus intenciones, sus dolores, sus sueños, de poner, en manos de María, «a la Argentina toda que nos duele mucho».
Desde muy temprano en la mañana del sábado, los grupos de peregrinos se congregaron en en el Santuario San Cayetano de Liniers para comenzar su peregrinar hacia la casa de María en Luján. El camino comienza con ánimo y alegría, los pies vuelan con el anhelo de llegar a la casa de la madre, la Virgen, que siempre está preparada para recibir a sus hijos, para cobijarlos y consolarlos.
Poco a poco, el sol y el ejercicio de la caminata fue haciendo entrar en calor el cuerpo de los caminantes agradecidos por el clima que Dios les regaló para este peregrinar. Con carritos que cargaban parlantes con música, alzando la voz para rezar el rosario, conversando con los compañeros del camino, la distancia hasta Luján se fue achicando poco a poco.
Mientras tanto, en la plaza de la Basílica, la celebración de la Eucaristía, que se celebra cada hora, es el alimento que renueva la fuerza de los peregrinos que entregan en manos de María todas sus intenciones. Cada paso, cada dolor, cada entrega de servicio, fue una forma silenciosa de gritar «Madre, estamos en tus manos, danos fuerza para unirnos».
A las 7 de la mañana del domingo, quien celebró la Santa Misa fue el Arzobispo Jorge García Cuerva. Luego de caminar hasta Luján, sintiendo el cansancio de los músculos de todo el cuerpo, igual que los peregrinos, lo primero que hizo en su homilía, fue recordar el amor de María: «Tus manos están bien cerquita del pecho, por eso laten al ritmo de tu corazón de madre que nos ama mucho».
En segundo lugar reconoció los dolores de la sociedad Argentina: el alto porcentaje de pobreza e indigencia, los jóvenes tomados por la droga, los enfermos, la «herida» que divide y confronta al pueblo argentino, «En definitiva, María, ponemos en tus manos a la Argentina toda que nos duele mucho».
En el peregrinar, el Arzobispo reconoció la unión de un pueblo que puede caminar con un mismo objetivo, pero también el dolor de un pueblo que sufre, reflejado en cada ampolla, en cada músculo cansado y dolorido, «Es hora de fraternidad, es tiempo de unirnos. Como lo hiciste vos, María, junto al discípulo amado y las otras mujeres al pie de la Cruz».
El Arzobispo terminó su homilía con un mensaje de esperanza: «Querido peregrino, dejate abrazar por ella. Llorá en su regazo, entregále tus sufrimientos y pecados. Poné en sus manos toda tu vida y la vida de nuestro país. Confiále las intenciones de tu gente. Querido peregrino, estás en Luján, estás con María en esta plaza. Estás en la Basílica, sos su hijo, sos su hija. Sentite en casa».
Llegar a Luján, abandonarse en manos de María, dejar bajo su manto las más profundas intenciones, sentir el alivio de haber llegado a la casa de la Madre… El cansancio y el dolor no se sienten tanto como la alegría de estar allí, y de poder regresar al hogar, a la rutina, llenos del amor de María y de la gracia de Dios que se derramó en esta 49° Peregrinación a Luján.
Encontrá la homilía completa de Mons. García Cuerva aquí.