El Arzobispo Jorge Ignacio García Cuerva recibió hoy la sede del arzobispado en la Catedral Metropolitana de Buenos Aires. En su primera misa, dijo que sueña con una Iglesia arquidiocesana y una ciudad con lugar para todos.
García Cuerva llegó a la Plaza de Mayo acompañado por el Administrador apostólico, Mario A. Poli, y el Nuncio apostólico, Mons. Adamczyk Miroslaw. Al ingresar a la Catedral, recibió un crucifijo para besar, la llave de la Catedral y un aspersorio para bendecir el lugar.
Todos los sacerdotes y obispos salieron a la Plaza de Mayo en procesión para dar comienzo a la primera misa de Monseñor García Cuerva como Arzobispo de Buenos Aires.
Con una Plaza colmada del Pueblo de Dios y con la presencia del Presidente de la Nación, Alberto Fernández, y funcionarios del gobierno nacional y de la ciudad; Jorge Ignacio habló con sencillez y claridad sobre sus sueños de fraternidad para el camino que continúa en la Arquidiócesis de Buenos Aires.
«El Señor camina con nosotros y es ésta una hermosa noticia que tenemos para alegrarnos y renovar nuestra esperanza: ¡Jesús camina con nosotros!», comenzó su homilía García Cuerva.
Recordó que «Somos herederos agradecidos de una certeza que tantos supieron testimoniar con su vida en los lugares más recónditos de la ciudad» y aseveró «Nadie puede quedarse lejos de la presencia de Jesús, aunque parezca, tantas veces, que no hay lugar para uno más».
Con expresión soñadora afirmó: «Qué hermoso es dejarnos ungir por esta palabra y poder soñar con una Iglesia arquidiocesana y una ciudad con lugar para todos, aunque seamos muchos, aunque haya más gente que en aquella casa en Cafarnaúm», refiriéndose al Evangelio del paralítico.
Lugar para todos en el corazón, en las comunidades y también en la ciudad, «sin excluidos, forjando la cultura del encuentro frente a la cultura del descarte y la indiferencia», expresó.
Volvió a tomar el Evangelio para recordar que «Como aquellos hombres del Evangelio, hoy estamos llamados a reconocer que en medio nuestro, hay personas, familias, amigos que están sufriendo, que se sienten lastimadas en su esperanza», y exhortó «Hay que hacernos cargo, no mirar para otro lado».
«El evangelio nos regala un canto aún más esperanzador: nadie puede cargar solo al paralítico, nadie tiene solo las respuestas; es necesario aprender a encontrarnos y reconocer que somos una comunidad», dijo García Cuerva.
Alimentar la esperanza en lugar de la fragmentación. «¡Cuanta necesidad tiene nuestra ciudad, nuestra sociedad, nuestra Iglesia arquidiocesana de ver esas manos tan distintas sosteniendo juntas esa camilla que reclama esperanza», resaltó.
El arzobispo animó a que «Con confianza podemos contarle al Señor de nuestras parálisis personales y de nuestras parálisis sociales y eclesiales. Contarle al Señor que no podemos caminar sin Él, que sin Él nos gana la pereza y se nos va achanchando el alma».
«Necesitamos de una fuerte conmoción del Espíritu Santo», aseveró Jorge Ignacio, «quien puede ayudarnos a curar la parálisis de no poder soñar y trabajar con otros por un país más justo y fraterno».
Agregó: «la parálisis de la intolerancia y la descalificación que no nos deja caminar al encuentro del otro, que, aunque piense o sea distinto, merece todo mi respeto y consideración. La parálisis de no darnos cuenta que tantas veces somos paralíticos».
«Todos somos paralíticos sanados por Jesús; cuidado con creerse más que los demás», advirtió y continuó: «Todos vulnerables, todos pecadores, pero todos amados y salvados por Dios».
El nuevo Arzobispo de Buenos Aires, invitó a un doble compromiso:
- «No tengamos miedo de unir nuestras manos para levantar los techos que hoy nos impiden llegar a Jesús» y agregó «Levantemos los techos que no nos permiten soñar y que han oscurecido e imposibilitado el horizonte de tantos de nuestros jóvenes».
- «Hagámoslo caminando juntos, de manera sinodal. De mi parte, al inicio de esta misión, quiero comprometerme a trabajar en equipo» fue su segundo compromiso. Y agregó «Y, a la vez, buscar las manos, el consejo y la amistad de nuestros hermanos y hermanas de otros credos, y de todas las personas de buena voluntad que enriquecen y hacen a la identidad de nuestra querida ciudad».
Con un mensaje de alegría y esperanza, García Cuerva concluyó su homilía: «Nosotros también nos queremos seguir jugando la vida por la Buena Noticia de Jesús; ¡entonces no le tengamos miedo al futuro! ¡Atrevámonos a soñar a lo grande!».
Al finalizar la ceremonia, Jorge Ignacio agradeció a Dios, a su familia, a sus compañeros de ministerio y a todas las comunidades con las que compartió durante su camino sacerdotal.
Pidió: «No dejen que me traicione; que como dice Francisco, no me comporte como un príncipe de la Iglesia, porque lo estaría traicionando a Dios que me confía esta misión». Saludó a todos los presentes y comenzó así su nueva misión en la Ciudad de Buenos Aires.
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