Vive hace más de 25 años años en la Franja de Gaza; hace 17 que es misionero y 5 que es párroco de la única iglesia católica de esa región, la Sagrada Familia.
El padre Gabriel Romanelli volvió a su hogar, la parroquia, luego de siete meses lejos de ella. Cuando estalló la guerra, el pasado 7 de octubre, estaba afuera del país y recién pudo regresar hace un par de semanas.
En Semanario Orbe 21, Gabriela Laschera tuvo una entrevista con este sacerdote argentino que, a pesar de haberse encontrado con una nueva etapa de dolor y muerte en medio oriente, siente el sabor «agridulce» de regresar con los suyos y poder acompañarlos entre tantas lágrimas y necesidades.
El asalto de Hamas ocurrido hace ya ocho meses sorprendió al padre fuera del territorio. Después de haber viajado a Roma para el consistorio en el que Francisco designó cardenal a Pierbattista Pizzaballa, patriarca latino de Jerusalén, había vuelto a ciudad de Belén, donde estaba esperando un medicamento para una hermana de la orden del Verbo Encarnado que vive con él en Gaza. Llegando a Tel Aviv telefoneó a dicha religiosa y le dijo que llegaría al día siguiente ya que el shabbat cierra la frontera a determinada hora; sin saber que esa noche estallaría la primera bomba.
Un encuentro agridulce
Antes del comienzo de la guerra, eran 135 católicos en un país de más de 2 millones 300 mil habitantes. De esos 135, menciona el Padre, han muerto 37 miembros de la comunidades cristiana, ya sea por bombardeos, por francotiradores, o por falta de atención medica.
Pero Romanelli sonríe, siente felicidad de estar nuevamente cerca de la comunidad, la felicidad de ser bendecido por el Señor o como él dice: «la alegría de Dios», que no es etérea ni sobrenatural; es la alegría del cristiano.
«El bien espiritual es enorme”, afirma, «debo estar un poco loco». Recuerda lo que le dijo el Cardenal de Londres antes de volver:
«sos el único en el mundo que quiere ir a Gaza, todos quieren salir».
Sembrar esperanza en medio del dolor
«Nuestros cristianos son muy creyentes, ninguno se va a rebelar contra Dios». El padre hace una diferencia entre el fiel de occidente y el de oriente; entendiendo el contexto, es que se puede comprender cómo se vive la espiritualidad en la región.
«Ellos son personas de fe», y explica que los palestinos entienden la guerra como cuestiones de los seres humanos y no de Dios. «Él no falla y eso es lo que predicamos». Aunque por dentro el padre Gabriel comprende que sigue siendo extremadamente duro para las familias que lo han perdido todo.
Una forma de sembrar esperanza es en acciones; y eso la comunidad lo sabe. Hace tiempo que son presencia en la zona; y ahora más. Tres escuelas, diez clínicas móviles, la congregación de la Madre Teresa con sus espacios de contención para niños con enfermedades congénitas, entre otras asistencias; mantiene activa a una parroquia que salió a abrazar cerca de 700 refugiados bajo sus instalaciones.
Actualmente son 500 las personas que todos los días encuentran refugio allí: casi toda la comunidad católica, gran parte de la ortodoxa, y unos 50 niños y adultos mayores de la comunidad de Madre Teresa.
En lo que va de la guerra, “hemos recibido más de 2500 refugiados y atendido a miles personas», cuenta el padre.
“Estamos acá por Jesús”
«Gaza, hasta ese 7 de octubre, no era un paraíso. Antes nos manejabamos con 4hs de electricidad, ahora con baterías» . Romanelli describe la vida de la parroquia con naturalidad.
Es parte del día a día la celebración de la Santa Misa, los grupos parroquiales, la asistencia y distribución del agua y provisiones que consiguen. «Es una parroquia verdaderamente ecumenica», se ayuda a todo aquel que se puede ayudar.
La entrevista con el programa Semanario fue pautada a las 19:30 horas de Gaza. Gabriela no quiere demorarlo mucho tiempo más, ambos saben que a las 20 en punto lo llamará el Papa Francisco, como lo hace todos los días desde que inició el conflicto.
«Me llama religiosamente, cada día», dice el padre entre risas, por la paradoja del adverbio. «La gente le trae los chicos para que los bendiga, pregunta (el santo Padre) cómo estamos, nos pide que cuidemos a los niños». Éste es otro de los gestos no sabidos de su Santidad.
¿Cómo podemos ayudar?
Hay tres modos de ayuda asegura el Padre Gabriel: uno es el económico, obviamente; otro es rezar por la situación que están atravesando, “rezar pero también conversándolo, con franqueza, con humildad y sin rencor”. Y el último, pero quizás el más
importante, es desear la paz porque «con más de 37 mil muertos solo en la franja de Gaza, esto no puede pasar inadvertido».