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Mons. García Cuerva: «Demos gracias a Dios por la vida, pero por favor, cuidémosla»

por prensa_admin

El arzobispo de Buenos Aires celebró la Santa Misa en la parroquia San Ramón Nonato y se refirió a la fragilidad de la vida y la necesidad imperiosa de cuidarla.

En en día del santo patrono de las obstétricas, parturientas y embarazadas, Mons. Jorge García Cuerva celebró al Eucaristía en el Santuario dedicado a San Ramón Nonato en el barrio porteño de Vélez Sarsfield.

Con un gran marco de público de todas las edades, el templo repleto escuchaba las palabras del arzobispo que invitaban a detenerse a pensar en la fragilidad de la vida. Haciendo referencia a dos fallecimientos de público conocimiento en el día 31 de agosto, Mons. García Cuerva dijo: «Qué delicada y qué frágil es la vida, cuánto tenemos que cuidarla entre todos».

En una homilía muy profunda y humana, el arzobispo destacó la fragilidad de la vida en todas las etapas de la misma, desde el embarazo hasta la ancianidad. «Por favor, cuidemos todas las vidas. Cuidemos toda la vida. San Ramón nos puede ayudar, pero necesitamos nosotros comprometernos», sostuvo Mons. García Cuerva.

Al finalizar la celebración, el arzobispo dijo «es tan importante estar unidos, que nos sintamos una familia», e invitó a todos a tener un gesto con la mano cuidando la vida. Pidió a todos los presentes que pusieran sus manos sobre la vida que quieren cuidar. A las embarazadas en sus panzas, a las madres en sus hijos, a los nietos en sus abuelos y aquellos que fueron solos, en sus propios corazones, para ser conscientes de la vida que debemos honrar y cuidar en todo momento.

Demos gracias a Dios por la vida, pero por favor, cuidémosla


Homilía Mons. Jorge García Cuerva – jueves 31 de agosto de 2023 – San Ramón Nonato

 

Hoy en la mañana, todos amanecimos con una noticia muy triste, que fue el homicidio de este señor de 42 años, Mariano, que con un puñal le atravesaron el corazón y llegó a pedir ayuda a una heladería y finalmente murió en Palermo. Y a la tarde, o por lo menos al mediodía creo que fue, nos habremos enterado de la muerte de Silvina Luna, una actriz y modelo muy conocida en los medios de comunicación.

La noticia de la muerte de este joven ingeniero, la noticia de la muerte de Silvina Luna, me hizo pensar una vez más en la fragilidad de la vida.

Qué delicada y qué frágil es la vida, cuánto tenemos que cuidarla entre todos, porque parecería que se nos va de las manos, parecería que, en un instante, aquello que es lo más valioso que cada uno de nosotros tiene, podemos perderlo.

Y pensaba entonces en la fragilidad de todas las vidas, la fragilidad del bebé que se va formando en la panza de la mamá y que la madre cuida enormemente, tratando de hacerse los controles médicos, tratando de no tropezar y caerse. La fragilidad del bebé que algunos han traído en brazos para agradecerle a San Ramón, ese bebé que no puede solo, que necesita de la asistencia constante de la mamá, del papá. Los nenes que quizá traes de la mano, que por momentos no sabes qué hacer porque hacen lío, como ayer que me decían: “padre bendiga a mi angelito” y la misma mamá me decía: “bueno, tan angelito no es”. Pero vos sabes que ese angelito que no es tan angelito, solo no puede, necesita de la mamá y del papá, por eso reclama, por eso llora.

Pensaba en la fragilidad de la vida de nuestros adolescentes, en una sociedad que parece que les ofrece más que mejor educación, mejor droga, más que mejor educación, les ofrece un futuro incierto y les dan más ganas de irse que de quedarse. La fragilidad de nuestros adolescentes que a veces no saben ni lo que sienten, pero tampoco tienen una oreja que los escuche, que los trate de acompañar en esa profunda soledad que viven, que es propia de la edad.

Pensaba en la fragilidad de la vida de nuestros adultos, muchos de los que están aquí con problemas de salud, muchos con la angustia de no poder llegar a fin de mes. La fragilidad de la vida cuando querés buscar un turno y te lo dan para dentro de tres meses, pero ya te avisaron que algo tenés.

La fragilidad de la vida de tanta gente que vive sola, aunque somos más de tres millones de personas los que dormimos en la ciudad.

Y ni hablar de la fragilidad de la vida de nuestros abuelos, la fragilidad de la vida de nuestros ancianos, que no sé cómo hacen magia para poder comprar un remedio cuando un kilo de queso mantecoso ayer, como gran noticia, decían “ofertón, dos mil pesos el kilo”. ¿Cómo puede ser buena noticia eso? ¡Qué mal que estamos! ¿Cómo parece que la vida se nos va de las manos?

Por eso hoy quería que le pidamos con mucha fuerza a San Ramón que interceda por todos nosotros. Cada uno de los que está acá está pidiendo por la vida, alguno por la vida por nacer, otro por la vida de tu bebé, otro por la vida de tus abuelos, otro por la vida de la familia, otro por la vida que querés que llegue porque estás pidiendo para quedar embarazada. Pero todos sabemos que esa vida hay que cuidarla mucho.

El otro día en la misa de niños en el Luna Park me regalaron una planta y me dijeron: “padre tenés que cuidarla mucho porque necesita luz, pero no tanta, agua, pero no tanta”. Dije: “guau”, es como que me regalaron un hijo. ¿Cuánto esfuerzo va a necesitar la planta? Y en realidad, por supuesto que no es un hijo, pero lo que sí dije enseguida, voy a tener que prestarle atención, voy a tener que estar muy atento a cuánta agua le pongo y cuánto la acerco o no a la luz de la ventana, porque es vida. Y la vida es hermosa, pero es frágil. Y como es frágil me tengo que comprometer en cuidarla.

Quisiera pedirles a todos que hoy nos llevemos el compromiso de cuidarnos, de cuidarnos entre nosotros, de cuidar a nuestros abuelos, de cuidar a nuestros hijos, de cuidar a nuestros enfermos, de cuidar a los que están en la calle, que elegantemente les decimos, están en situación de calle, por favor, están padeciendo en la calle. ¿Quién puede vivir en la vereda, por más loco que esté? Cuidar la vida psíquica de nuestra gente. ¿Cuánta gente quedó muy mal después de la pandemia? Nos enseñó la pandemia también eso, la fragilidad que tiene la vida. Descubrimos en la pandemia que las cosas más importantes no se compran en ningún supermercado. ¿Cuánto vale un abrazo? ¿Cuánto vale el perdón? ¿Cuánto vale un familiar? ¿Dónde compro amor?

Demos gracias a Dios por la vida, pero por favor, cuidémosla. Cuidémosla, como dice hoy el Evangelio, que nos envían como ovejas en medio de lobos. Hay muchos lobos, cuidado. Hay muchos que no quieren cuidar la vida. Los mercaderes de la muerte, llamados narcotraficantes, no quieren cuidar la vida. Por favor, cuidemos todas las vidas. Cuidemos toda la vida. San Ramón nos puede ayudar, pero necesitamos nosotros comprometernos.

Espero que mi planta crezca mucho. Espero que mi planta la riegue bien. Ya les contaré el año que viene. Espero que mi planta pueda recibir mucha luz. También la quiero cuidar de las motosierras.

Cuidemos la vida. Vos viniste por tu bebé, y vos por tus abuelos, y vos por tu trabajo, y vos por tu salud.

Pedimos hoy por el eterno descanso de este empresario Mariano. Pedimos por el eterno descanso de Silvina Luna. Dicen que las últimas palabras de este empresario fueron: “No me quiero morir”. Hagámoslas hoy nuestras. Nosotros tampoco. No nos queremos morir. Queremos cuidarla.

Termino con un texto del Papa Francisco. “La defensa del inocente que no ha nacido, por ejemplo, debe ser clara, firme y apasionada, porque allí está en juego la dignidad de la vida humana, siempre sagrada, y lo exige el amor a cada persona más allá de su desarrollo. Pero igualmente sagrada es la vida de los pobres que ya han nacido, que se debaten en la miseria, el abandono, la postergación, la trata de personas, la eutanasia encubierta en los enfermos y ancianos privados de atención, las nuevas formas de esclavitud y toda forma de descarte. No podemos plantearnos un ideal de santidad que ignore la injusticia de este mundo, donde algunos pocos festejan, gastan alegremente y reducen su vida a las novedades del consumo, al mismo tiempo que otros miran desde afuera, mientras su vida pasa y se acaba miserablemente”.

Cuidamos toda la vida. Con este señor Mariano, que Dios lo reciba en su gloria, le decimos a San Ramón, no nos queremos morir. Ayúdanos San Ramón, te necesitamos.

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