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«Inconformistas, como nuestros pibes»

por Justina Kleine

La tercera edición de la jornada «No más chicos descartables» se desarrolló durante el día de hoy en el Instituto Nuestra Señora de Fátima de Villa Soldati. Convocó a niños, adolescentes y adultos de los barrios populares del AMBA, para compartir actividades deportivas y artísticas, y conversar sobre el cuidado, educación y desarrollo digno de los más chicos.

El evento inició con una pequeña reflexión de Monseñor Jorge García Cuerva, mientras en simultáneo se daba inicio al torneo de fútbol femenino y masculino en las canchas, y se desarrollaban talleres artísticos en el patio del Instituto. «Me gustaría que siempre nos haga ruido el título, que nos resulte casi repugnante pensar que nuestros chicos sean descartables«, dijo el Arzobispo.

El padre Jorge llamó a «despertar al héroe dormido dentro de cada pibe» y recordar que los chicos «no son peligrosos, sino que están en peligro». Además, pidió que «seamos inconformistas, como nuestros pibes. Que la pregunta del joven rico (¿Qué me queda por hacer?) te taladre el corazón, te taladre el alma».

La mañana continuó con dos paneles de exposición, mientras en simultáneo, el Arzobispo se reunió con los jóvenes para conversar y escuchar sus sueños, anhelos, miedos y dudas. Un espacio de liberación de tantas emociones contenidos frente a la realidad que les toca vivir todos los días.

Los paneles de exposición

La deuda invisible: impacto y mirada de las pobrezas en las infancias y las adolescencias

En el primer panel, moderado por Pablo Vidal, fundador de los Hogares de Cristo, participaron Ianina Tuñón, del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, Natalia Zarza, referente del MTE de niñez y adolescencia, Claudia Bernazza, de las Organizaciones de los chicos del pueblo, y el Padre Pepe Di Paola, Presidente de la Federación de los Hogares de Cristo.

Mientras que Ianina presentó el panorama social, que revela una distribución muy desigual de las oportunidades a lo largo y ancho de todo el país, y una pobreza estructural que requiere de estrategias de acción social, Natalia compartió su experiencia en los espacios integrales de contención y acompañamiento de las familias que se desempeñan en muchos de los barrios populares del país. «Los pibes no se guardan en ningún lado», dijo Natalia y agregó, «nuestra mirada no es de objetos, nuestra mirada es de derechos».

Por su parte, Claudia expuso una propuesta de proyecto político para que el Estado participe de esta realidad, basada en dos postulados: «El hambre es un crimen» y «Con ternura venceremos». Además, aseveró que «nadie egresa del amor, en todo caso hay un acompañamiento hacia la vida juvenil y adulta».

El Padre Pepe contó cuál es la tarea que llevan a cabo los Hogares de Cristo para acompañar la realidad de consumo de drogas en los barrios más vulnerables. Destacó la importancia de las tres C: Capilla, Colegio y Club a partir de las que «podemos ir construyendo, junto con el protagonismo de la comunidad, una muralla de contención y derechos de la vida».

El rostro de la exclusión: calle, consumo y violencia en nuestras infancias y adolescencias

El segundo panel fue moderado por Norberto Liwski, y participaron la Hna. Cecilia Lee, Franciscana Misionera de María y miembro de la Cooperativa de cartoneros y del Centro Educativo Popular Eduardo Mignona de Villa Itatí, Juan Manuel Gauna de los Hogares de Cristo, Cristian Gianera, acompañante par de la casa de la juventud Virgen de Itatí, y un joven de los Jóvenes Exploradores.

Todos ellos compartieron sus experiencias acompañando a los más chicos de las barrios vulnerables, donde la realidad es dura la mayoría de las veces, pero la esperanza nunca se apaga.

Los proyectos y obras que ellos realizan son sólo algunas opciones para que los niños y adolescentes crezcan en un entorno que les enseñe a valorar la vida, a soñar y perseguir sus sueños, a ser líder y protagonista, a tomar decisiones, y a reconocer que «la vida es más fuerte que la muerte», como dice la oración de los Jóvenes Exploradores.

Foros, deporte, arte y comunidad

Luego del almuerzo, varias actividades continuaron realizándose en simultáneo. Mientras en las aulas se realizaban foros de discusión sobre temáticas asociadas al desarrollo de los niños y adolescentes de la sociedad; los torneos de fútbol femenino y masculino continuaban, y la presentación de números artísticos de música y danza comenzaba en el escenario principal.

Los foros eran cuatro: Trabajo y jóvenes, Pobreza y educación, Crianza y socialización, y Adolescentes, jóvenes y justicia penal. En ellos participaron referentes de proyectos relacionados a estas temáticas que acompañan a las familias de los barrios populares para su desarrollo y promoción social.

Mientras tanto, los jóvenes participaban de las semifinales del torneo de fútbol y competían por las medallas del primer, segundo y tercer puesto del campeonato; y las familias se reunían alrededor del escenario para escuchar las presentaciones musicales y los bailes folclóricos que los chicos habían preparado en los talleres de sus clubes parroquiales y capillas.

Una tarde de mucho color y esperanza que recuerda a la sociedad argentina y, sobre todo, a la comunidad porteña, que los chicos no son descartables, que las infancias y adolescencias tienen derechos y tienen que dejar de ser invisibles, porque cada uno guarda dentro mucha belleza que debe salir a la luz.

El evento, organizado por el Equipo de Curas de las Villas, Cáritas Argentina, Cáritas Buenos Aires, la Comisión de Niñez y Adolescencia, la UCP (Unión de Clubes Parroquiales), la Mesa Bice Argentina, el Observatorio de la Deuda Social – UCA, y la Federación Hogares de Cristo, convocó a un día de fiesta, en el marco de una reflexión mucho más profunda por el compromiso social con los niños y adolescentes argentinos.


Palabras de Mons. Jorge García Cuerva en «No más chicos descartables» – 23 de septiembre de 2023 – Instituto Nuestra Señora de Fátima, Villa Soldati

Creo que siempre en nuestra Argentina van pasando cosas nuevas y los desafíos siempre nos van abriendo nuevas puertas. Con lo cual, más allá de la experiencia pastoral que uno pueda tener, estoy convencido que tenemos que andar por la vida abiertos a las sorpresas. A las sorpresas de Dios, pero en esta Argentina a las sorpresas de lo que nos pasa como país.

Estamos con un horizonte electoral muy próximo y, bueno, estamos todos realmente creo que preocupados, tratando de reflexionar sobre lo que se viene, preocupados sobre la situación social. Y creo que la reflexión mía y, seguramente, las disertaciones que después se puedan ir escuchando, no pueden dejar de ser enmarcadas en esta realidad que les decía recién.

Si bien yo personalmente no voy a hacer un detalle sobre la situación socioeconómica o sobre la situación política, no podemos dejar de pensar que estamos enmarcados en este septiembre de 2023, a poco tiempo de elecciones, con una realidad hoy concreta muy dura, con una inflación galopante, que es el impuesto de los pobres, que es a los que nosotros queremos acompañar.

Y entonces quisiera empezar asi, como diciendo, este es el marco del cuadro, este es el marco de la reflexión. Ahora sí yo me voy a centrar un poco más en lo que tenía pensado compartir con ustedes.

Y lo primero, no sé si les pasó, por lo menos a mí, cuando el Padre Gustavo, ya hace tiempo, me habló de esta jornada, que me habló de una jornada donde hablamos de «No más chicos descartables». Y me pareció impactante poder unir esas dos palabras, chicos y descartables. Con lo cual lo primero que me surge es decir ¡qué enfermos que estamos como sociedad, que, por lo menos en el análisis gramatical, podemos unir chicos descartables!

Es una locura, es una locura poder pensar que ´descartables´ sea el adjetivo o el modificador directo. ¿Se acuerdan del análisis sintáctico? ¿Se acuerdan? «Los chicos descartables»: chicos sería el núcleo del sujeto, ¿sí? Ahora hay una maestra que me va a retar, capaz. Y descartables es el modificador directo o el adjetivo.

¡Qué locura! ¡Qué locura pensar que puedan existir chicos descartables! Que ese modificador directo, que ese adjetivo: descartables, pueda unirse a un hermoso sustantivo como es chicos.

Quisiera remarcar esto, porque me gustaría que siempre nos haga ruido, que ojalá podamos hacer una cuarta, una quinta y una sexta jornada de «No más chicos descartables», pero que siempre nos haga ruido el título, que siempre nos resulte casi repugnante que al sustantivo chicos le podamos sumar el adjetivo descartables.

Y entonces pensaba, enseguida, como para empezar a encontrar la explicación a la unión de chicos con descartables, en el documento de Aparecida. El documento de Aparecida es un documento de los obispos de América Latina del año 2007. Nos dicen que estuvo ahí metida la pluma de Bergoglio, claramente. Él estuvo en Aparecida, en Brasil. Y cuando uno lee este documento, enseguida se da cuenta que metió cuchara varias veces, varias veces.

Cuando hace un par de años fueron a decirle que era necesario hacer otro documento, porque ya habían pasado más de 10 años, Francisco, con su mejor estilo, dijo, «¿por qué vamos a hacer otro documento si todavía este no lo aplicamos? Así que vuelvan y apliquen el documento este en América Latina». Y lo mandó a todos de vuelta. Y ahí surgió lo de la asamblea, porque el Papa sigue insistiendo que este documento no está aplicado.

Quería leerles, solamente para unir esto de chicos con descartables, un numerito, el número 65. Y un párrafo, solamente un párrafo: «Una globalización sin solidaridad afecta negativamente a los sectores más pobres. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y la opresión, sino de algo nuevo: la exclusión social. Con ella queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está abajo, en la periferia o sin poder, sino que se está afuera. Los excluidos no son solamente explotados, sino sobrantes y desechables».

Ya en el 2007, entonces, aquel documento nos dice que, cuando nosotros hablamos de estas jornadas, entonces, de «No más chicos descartables», en realidad estamos hablando de una sociedad absolutamente injusta, de una sociedad que, con absoluta inequidad social, genera a estos pibes que le dan un poco el título a las jornadas. Por eso digo, una sociedad enferma que ha llegado al límite en el cual un sustantivo tan hermoso como ´chicos´, podamos llegar a unirlo a un adjetivo tan terrible como ´descartables´.

El padre Gustavo, que me acompañó el otro día en la presentación de un librito mío, que en realidad tiene las homilías y algunas cartas pastorales de mis trabajos y mis años en Río Gallegos, me marcó un ejemplo que me dijo, «está bueno que esto lo cuentes», por eso le agradezco a él que me lo haya recordado. Y se los leo, porque cuando lo cuento, en general, tiendo a emocionarme y no está bueno en este contexto.

Un ejemplo de los tantos que ustedes conocen, la historia de Martín: «Martín tenía 17 años, vivía alternadamente entre la casa de su madre y la calle, donde se sentía casi más cómodo y feliz, porque por lo menos allí, no recibía los golpes cotidianos de su padrastro. Todos los mediodías, Martín se acercaba a almorzar en el comedor de la parroquia. Como la mayoría de sus amigos, Martín consumía cocaína y tomaba mucho alcohol.

La parroquia llevaba adelante un proyecto de orquesta popular en la que adolescentes y jóvenes del barrio desplegaban todos sus talentos musicales, muchas veces desconocidos hasta por ellos mismos.

Ensayaban en la capilla contiguo al comedor; al pasar se escuchaban los acordes de los violines, las violas, contrabajos, trompas, flautas y oboes…

Ese día a Martín le llamaron la atención esos sonidos e irrumpió en la capilla para ver de qué se trataba todo eso.

Yo estaba sentado en uno de los bancos del templo; Martín se me acercó, se sentó y noté con qué atención miraba a los chicos de la orquesta. Luego comenzó a observar las paredes de la capilla, y se detuvo en una mancha de humedad: «Eh, cura, tenés que arreglar esa pared, se cae la pintura por la humedad».

Medio chicaneándolo le respondí: «Pero si vos no venís nunca, ni a la orquesta ni a la misa, ¿por qué querés que arregle la pared?».

Me miró fijamente y me respondió: «Porque ya sabés, cura, acá se velan a los pibes del barrio y, cuando yo me muera, quiero que me veles a mí, quiero que pongas mi cajón ahí en el medio, que todos me miren, y que todos lloren; ese día sí que voy a ser el centro y voy a ser re-importante. Hasta los que no me dan bola en la calle, me van a mirar y se van a enterar de mi muerte».

Me quedé en silencio…

Qué enfermos estamos como sociedad, que un pibe, un adolescente, fantasea con su propia muerte, y organiza su velorio como si fuera una fiesta, para que, definitivamente, ese día sea importante, ese día sea tenido en cuenta, ese día sea el centro por las horas que dure su velorio; ya muerto, Martín iba a ser el protagonista de la vida del barrio». Ya muerto, por unos instantes no iba a ser descartable.

La palabra ´educación´ tiene dos raíces latinas, educare y educcere. Y ese es el debate que tiene la educación desde hace mil años. Educare es instruir, darle contenido a los niños y a los adolescentes. De ahí viene la cuestión del alumno. ¿Qué es el alumno?, el que no tiene luz. Y como no tiene luz, viene tu profesor, tu docente, tu maestro a iluminarte. Educar, entonces, es dar contenido, esa es una corriente que es en la que, en general, muchos de nosotros fuimos educados.

La otra corriente, educcere: educcere es sacar de adentro, educcere es buscar lo que adentro tuyo son potencialidades, y ayudar a que las desarrolles. Por eso yo estoy convencido, y me encanta que hoy, en estas jornadas, mientras nosotros estamos acá, estén los pibes haciendo deporte y después haya un festival artístico; porque en definitiva, yo estoy convencido que lo que puede revertir esto de «chicos descartables», es apostar a todas esas potencialidades que están adentro.

Al educcere, a despertar en cada pibe el héroe dormido. Yo creo que dentro de cada uno de los pibes, así como dentro nuestro, hay un héroe. Un héroe que hay que ayudar a desplegar. Un héroe que hay que ayudar a que despierte y que salga. Y todas las iniciativas que, seguramente, cada uno de ustedes lleva en sus centros, en sus parroquias, en sus compromisos sociales o políticos, apuestan a eso, a despertar el héroe dormido en nuestros pibes, que sabemos, como ya lo dije, que no son peligrosos, como muchas veces nos dicen, sino, aunque parezca una consigna solamente, están en peligro.

Me acuerdo cuando empezábamos con la orquesta esta del barrio, de la que hablaba en el ejemplo que les conté, el profesor, un genio, llegaba, estaban todos los pibes sentados, que muchos de ellos estaban porque habían visto luz y habían entrado, no tenían la más remota idea de qué estábamos hablando, cuando les decíamos instrumentos de orquesta. Y los pibes se sentaban, se tiraban así, miraban, se prendían un pucho. Era un quilombo.

Y el profesor, vos lo veías y decías: «¿cómo hará este tipo?». Yo me partía la cabeza, me daba casi vergüenza ajena, porque yo creía en el proyecto, pero me costaba entender cómo lo iba a poder implementar y cómo iba a generar empatía con los pibes. Y me dijo: «quedate tranquilo». Entonces agarró un violonchelo, que son esos grandotes, y lo puso en el medio, y le preguntó a los chicos: «bueno, ¿qué es esto?».

Y los pibes, cualquiera: «una guitarra grande», otros decían «un violín», entonces cuando decían violín, los demás se reían porque, violín, ya sabemos a qué se refiere, «Bueno, no sé», cualquiera, decían. Y en un momento, cuando ya se pasaba el momento de joda, el profesor, con cara de nada, los miraba a los ojos y les decía: «Perdieron, esto es una caja». «Eh, ¿cómo una caja?» «Esto es una caja. Y el curso este va a ser ponerle a esta caja la música que hay adentro de ustedes».

Y me pareció maravilloso, me pareció el ejemplo más lindo de esto de despertar el héroe dormido. Poder sacar de adentro lo mejor, la música que hay en nuestros pibes. Y les aseguro que, aunque al principio desafinaban, con el tiempo, uno empieza a ver lo que es la música que hay adentro de los pibes.

Quería darles como una palabra a ustedes: como dije al principio, en el marco en el que estamos, estamos viviendo tiempos extremadamente complicados. Y yo estoy seguro del compromiso de todos ustedes. Por eso, me permito leer una lectura del Evangelio de Mateo, que muchos quizá conozcan, para compartirles una reflexión que creo que nos puede ayudar a nosotros:

«Se acercó un joven y le preguntó a Jesús: «Maestro, ¿qué obras buenas debo hacer para alcanzar la vida eterna?». Jesús le contestó: «¿Por qué me preguntas acerca de lo que es bueno? Uno solo es bueno. Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos». El joven le preguntó,:»¿Cuáles?» Jesús le dijo: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no perjurarás, honra a tu padre y a tu madre y amarás al prójimo como a ti mismo». El joven le dijo: «Todo eso lo he cumplido, ¿qué me queda por hacer?». Jesús le contestó: «Si quieres ser perfecto, ve, vende tus bienes, dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo, después sígueme». Al oírlo, el joven se fue triste porque era muy rico». Palabra de Dios.

Yo me quiero quedar con esto: el joven le dijo: «Todo eso lo he cumplido, ¿qué me queda por hacer?» Yo quisiera pedirles, por favor, que siempre tengan esa pregunta dentro, «¿qué más podemos hacer?» Que seamos como nuestros pibes, inconformistas. Sé que uno diría, «ya hice todo, ya cumplí, ya no puedo más, se me quemaron todas las ideas, los resultados que tenemos son pocos, las frustraciones son millones». Entonces, acuérdense de este pibe.

Cuando ustedes dicen, ¿qué más me queda por hacer?. Que esa pregunta te taladre el corazón, te taladre el alma. Porque creo que tenemos mucho más por hacer. Siempre repito aquella frase que me encantó de un teólogo, «somos caballeros derrotados de una causa invencible».

La vida nos ha golpeado y nos sigue golpeando y nos mete un gol atrás de otro. Pero la causa del reino de Dios, la causa de un mundo más justo, la causa de chicos que no sean descartables, sino que sean pibes protagonistas de su vida, es invencible. Por eso siempre, ¿qué más podemos hacer? ¿Qué otra cosa podemos hacer? Que tengamos ese inconformismo adentro.

Termino. El Papa siempre plantea que no hay dos crisis, una ambiental y una crisis humana, sino que el Papa habla de una sola crisis socioambiental. Por eso la imagen de la cultura del descarte, el Papa la liga a las cuestiones ambientales, pero también a las cuestiones sociales. El Papa alerta en Laudato Si, por ejemplo, sobre lo que es las sociedades que producen basura todo el tiempo.

Bueno, de alguna manera, también podemos hacer el paralelismo con las sociedades que consideran basura a muchos de sus grupos sociales. En Río Gallegos, cuando comencé el Ministerio Episcopal, la primera misa la hicimos en el basural. Algunos se enojaron, pero yo decía, «es lo más gráfico de lo que es la cultura del descarte». Así como veíamos pasar durante la misa los camiones que tiraban basura en cantidades en un basural a cielo abierto, también creo que en nuestra sociedad consideramos basura. Por eso hablamos de chicos descartables. Por eso, por ejemplo, yo fui capellán de unas cárceles en el Camino del Buen Aire construidas en el basural del CEAMSE, porque simbólicamente es la basura sobre la basura. De ahí es que la cultura del descarte y de la indiferencia sea una sola, ambiental y social.

Termino compartiéndoles una poesía que tiene que ver con esto del joven rico también. ¿Qué más podemos hacer? Bueno, la poesía se llama ¿Qué le queda por probar a los jóvenes? Y podemos llevarla a ¿Qué le queda por probar a los chicos? ¿Qué les queda por probar a los adolescentes? Es de Mario Benedetti, poeta uruguayo.

¿Qué le queda por probar a los jóvenes
en este mundo de paciencia y asco?
Solo grafiti, rock, escepticismo.
También les queda no decir amén,
no dejar que les maten el amor,
recuperar el habla y la utopía,
ser adolescentes y jóvenes sin prisa y con memoria.

Situarse en una historia que es la suya,
no convertirse en viejos prematuros.
¿Qué les queda por probar a los adolescentes y jóvenes
en este mundo de rutina y ruina?
¿Cocaína?, ¿cerveza?, ¿barras bravas?
Les queda respirar, abrir los ojos,
descubrir las raíces del horror,
inventar paz, así sea a ponchazos.

Entenderse con la naturaleza
y con la lluvia y los relámpagos
y con el sentimiento y con la muerte,
esa loca de atar y desatar.
¿Qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de consumo y humo?
¿Vértigo?, ¿asalto?, ¿discotecas?
También les queda discutir con Dios.

Tanto si existe como si no existe.
Les queda tender manos que ayudan y abrir puertas
entre el corazón propio y el ajeno.
Sobre todo, les queda hacer futuro
a pesar de los ruines del pasado
y los sabios granujas del presente.

Nos queda mucho por hacer. No bajemos los brazos, cuidemos a nuestros pibes de los sabios granujas del presente. Muchas gracias.

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