Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 6, 27-38
Jesús dijo a sus discípulos:
Yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian. Bendigan a los que los maldicen, rueguen por lo que los difaman. Al que te pegue en una mejilla, preséntale también la otra; al que te quite el manto, no le niegues la túnica. Dale a todo el que te pida, y al que tome lo tuyo no se lo reclames.
Hagan por lo demás lo que quieren que los hombres hagan por ustedes. Si aman a aquellos que los aman, ¿qué mérito tienen? Porque hasta los pecadores aman a aquellos que los aman. Si hacen el bien a aquellos que se lo hacen a ustedes, ¿qué mérito tienen? Eso lo hacen también los pecadores. Y si prestan a aquellos de quienes esperan recibir, ¿qué mérito tienen? También los pecadores prestan a los pecadores, para recibir de ellos lo mismo.
Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada en cambio. Entonces la recompensa de ustedes será grande y serán hijos del Altísimo, porque Él es bueno con los desagradecidos y los malos.
Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes.
Palabra del Señor.
Homilía Mons. Alejandro Pardo VII Domingo Tiempo Ordinario
El fin de semana pasado escuchábamos las bienaventuranzas en el Evangelio de San Lucas, recuerdo cuando estábamos en la jornada mundial de jóvenes, en Río de Janeiro en 2013, que el Papa Francisco nos invitaba a caminar de la mano de las bienaventuranzas y de Mateo 25 que era como ese programa de acción que teníamos y recuerdo que, además de decirnos “Hagan lío” e interpretar esas palabras como una acción también después dijo: “Hagan lío pero dejan todo ordenado” decía el Santo Padre pero siempre recuerdo que esas pistas como si fueran un pasamanos que uno se agarra para caminar en el Evangelio siempre nos ayudan como cristianos y Jesús hoy comparte con nosotros otros criterios y otras normas.
Uno las tiene que interpretar y las tiene que cumplir desde el corazón, si queda solamente en algo exterior de cumplimiento en algo frío eso no nos sirve, no nos ayuda a caminar. Cuando nosotros entendemos que hacemos las cosas desde el corazón, ahí cambia la realidad de la vida cristiana. Algunas cosas que dice Jesús en el Evangelio del día de hoy nos pueden interpelar esto de “Amar a los enemigos”, hay que animarse a amar a aquel que te hizo daño, “Poner la otra mejilla”, “Tratar de amar a aquel que te difama». Que cosas tan complicadas, difíciles y que quizá, el mundo, la sociedad, o algunos proponen como todo lo contrario a Jesús.
El Evangelio tiene otra dinámica, esta dinámica es la del amor por eso Jesús invita a caminar en esta confianza al amor misericordioso del Padre y surge dentro de estas normas que propone Jesús la regla de oro del Evangelio, se la conoce así, “Hace por el otro lo que vos querés que te hagan” y eso tendríamos que tenerlo en un cartel pegado en el comedor, en la heladera.
“Tengo que hacer por los demás lo que quiero que hagan ellos conmigo”. Si el mundo se manejara desde esta regla, tantas cosas se modificarían, tantas cosas cambiarían, nuestro corazón está llamado a esto. A pensar, a ponernos en el lugar del otro, a empatizar con los hermanos. Podemos también pensar que esta regla de oro es esa regla de la misericordia, así como Dios tuvo misericordia de cada uno de nosotros, nos pide y nos llama a tener misericordia con los demás.
¿Cuántas veces estamos así con el dedo acusador señalando y mirando la vida de los otros y no nos atrevemos muchas veces a poner nuestra vida en manos de Dios? para que se degenere esa luz, entonces ponemos esa mirada en los demás. Pensar con una memoria agradecida todo el bien y toda la misericordia que tuvo Dios con cada uno de nosotros y desde ahí empezar a vivir de la misericordia.
Este año que estamos transitando es un año jubilar, un año privilegiado de misericordia. Pensar ¿Cuánto Dios me perdonó? ¿Cuánto estoy llamado a perdonar? Fuimos tratados con misericordia, ¿Cómo no vamos a tener también nosotros misericordia de nuestros hermanos? Termina el Evangelio de hoy manifestando la generosidad de Dios. Nadie le gana en generosidad, Dios es don. “Ven y se les dará” se les va a dar una medida apretada, sacudida, desbordante, vamos a recibir mucho de Dios.
De la misma manera tenemos que actuar nosotros, si Dios es generoso con nosotros, si miramos una Cruz, por ejemplo, ahí vemos la entrega generosa de Jesús por cada una de nosotros, una generosidad desmedida de amor.
Santa Teresita del Niño Jesús tenía una frase muy linda que decía: “En el amor el cálculo no entra” a veces estamos ahí un poco, calculando cuánto amamos, si amamos de verdad con generosidad no calculamos, nos la jugamos. En el amor el cálculo no entra, ojalá que podamos siempre vivir con esa medida del amor de Dios puesta en nuestro corazones desde el día de nuestro bautismo.
En este año de la esperanza, en este año jubilar, seamos peregrinos que confían en la misericordia del Padre, fuimos tratados con misericordia, nosotros también tratemos a los demás con misericordia para amar sin calcular. Para amar realmente como Dios nos ama a cada uno de nosotros y desde ahí, vamos a poder construir una sociedad, un mundo, una comunidad distinta desde ese amor de Dios que vive en nuestros corazones, que así sea.
