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Homilía Mons. García Cuerva – Domingo XXV Tiempo Ordinario

por prensa_admin

EVANGELIO

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo  (19, 30–20, 16)

Jesús dijo a sus discípulos: «Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros, porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. Trató con ellos un denario por día y los envío a su viña.
Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza, les dijo: «Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo». Y ellos fueron.
Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: «¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?» Ellos les respondieron: «Nadie nos ha contratado». Entonces les dijo: «Vayan también ustedes a mi viña».
Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: «Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros».
Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario. Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario. Y al recibirlo, protestaban contra el propietario, diciendo: «Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada».
El propietario respondió a uno de ellos: «Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. ¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?»
Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos».

Palabra del Señor


Homilía Mons. Jorge García Cuerva – Domingo XXV Tiempo Ordinario. 24 de septiembre de 2023 – Catedral Metropolitana

 

El Evangelio de hoy, de San Mateo, capítulo 19, creo que es un Evangelio que nos hace ruido en el corazón. Cómo es que aquellos que son contratados ya, entrada la tarde, cobran lo mismo que los que trabajan desde la mañana temprano. Y por eso me parecía importante plantear como introducción de este Evangelio lo que yo llamo los No. Hay algunos No que tenemos que tener claro a la hora de reflexionar sobre este texto de la Palabra de Dios.

El primer No lo da la primera lectura que leímos hoy, la lectura del profeta Isaías. La lectura del profeta Isaías decía, los pensamientos de ustedes no son los míos. Y efectivamente es así. Aquí está el primer No. Dios nos dice, los pensamientos de ustedes no son los míos. El razonamiento de Dios no es como el de los hombres. Primer No.

El segundo No. Nos tiene que quedar claro en este Evangelio que acabamos de leer, que Jesús no nos quiere dar una lección sobre relaciones laborales. Este Evangelio no trata sobre relaciones laborales o sobre cuestiones de trabajo. Aunque el ejemplo que se usa es el ejemplo de estos hombres contratados para trabajar en una viña. Pero no tenemos que buscar aquí un mensaje laboral o entender que Jesús nos quiere hablar de cuestiones de trabajo.

El tercer No relacionado con el anterior. Dios no es un empleador y nosotros no somos asalariados que queremos cobrar por lo que hicimos. Dios no es un empleador y nosotros no somos asalariados que queremos cobrar por el trabajo realizado.

El cuarto No. Las relaciones que tenemos con Dios no son relaciones laborales o relaciones de trabajo. Los vínculos con Dios son vínculos de amor.

Y el último No de este Evangelio. Dios, a través de esta parábola que acabamos de escuchar, nos deja claro que los criterios de Dios no son los criterios de nuestra sociedad.

Puede parecer no necesario, pero, al contrario. Puede parecer no necesario, pero, al contrario. Yo creo que es muy necesario plantear algunas como advertencias frente al Evangelio del que vamos hoy a reflexionar. Y me parece que nos tiene que quedar claro primero a nosotros estos No.

Este primer No lo da la primera lectura de Isaías. Los pensamientos de Dios no son los pensamientos de los hombres.

El segundo No. Jesús en este Evangelio no quiere dar una lección sobre relaciones de trabajo o relaciones laborales.

El tercer No. Dios no es un empleador y nosotros no somos asalariados que vamos a reclamar por el trabajo realizado.

El cuarto No. El vínculo que tenemos con Dios no es un vínculo laboral. Con Dios establecemos un vínculo de amor. Porque Dios es un padre, Dios es una madre que establece un vínculo de amor con sus hijos.

Y el último No. Todo el Evangelio de hoy nos deja claro que Dios no tiene los mismos criterios que tenemos en nuestra sociedad.

¿Por qué digo esto? Porque me parece que puede ser importante para todos tener estas advertencias para tratar de comprender un poquito más de qué se trata el Evangelio de hoy.

En el Evangelio de hoy nos queda claro cuál es la imagen que Jesús nos quiere transmitir sobre Dios. Dios es un Dios de amor infinito. Dios es un Dios de amor para todos. Para los que trabajan desde la mañana en este ejemplo de la parábola y para los que se acercan a última hora. El amor de Dios es absolutamente gratuito. La relación con Dios no es una relación mercantilista. En la cual soy merecedor de los favores divinos por todo mi buen obrar. Como soy buena persona, merezco que Dios me retribuya todo lo bueno que yo hago en este mundo. Así no es el amor de Dios, porque en definitiva así no es el amor. El amor es absoluta gratuidad.

¿Qué padre o qué madre que ama verdaderamente a sus hijos, los ama y hace por ellos un montón de cosas a cambio de que ellos le devuelvan? Imagínense si así no lo hace un padre o una madre, mucho menos Dios. El amor de Dios es pura gratuidad. Y creo que tenemos que tener cuidado de esa relación a veces comercial o mercantilista que imaginamos y queremos tener con Dios. En el cual me tiene que dar porque yo le doy a Él.

Me parece que lo que nos tiene que quedar claro es que en Dios todo es absoluto don. Todo es absoluta gratuidad. Todo es absoluto amor. Y por eso nos resulta incomprensible que estos hombres que se acercan a la viña a última hora del día se lleven un denario. A mí personalmente me conmueve siempre la pregunta que hace el propietario que representa a Dios cuando dice: ¿Por qué tienes a mal que yo sea bueno? ¿Por qué tienes a mal que yo sea bueno? ¿Por qué te enojas porque sea bueno? Si a vos te doy lo que habíamos quedado, ¿Por qué te enojas que yo quiera ser bueno con tu hermano?

En realidad, yo creo siempre que el que se enoja al leer esta parábola es porque cree que es de los que están desde la mañana temprano trabajando. Y entonces creemos que Dios a nosotros nos tiene que dar un poco más.

En cambio, el que lee esta parábola y la parábola no le hace ruido, sino que, al contrario, la comprende, es porque sentimos que siempre somos de los trabajadores de la última hora. En realidad, siempre nos sentimos en deuda con Dios. Siempre sentimos que todo lo que Dios hizo por nosotros lo hizo porque nos ama, no porque nosotros merezcamos nada. Y entonces no nos atrevemos a enojarnos porque a otros les da más. Porque en realidad sentimos que Dios nos llama y en su absoluta gratuidad nos da mucho más de lo que nos toca.

Quisiera terminar con un texto, un texto del Papa Benedicto XVI, que en una ocasión estando en una cárcel, la cárcel de Revive, en Roma, en diciembre del año 2011, el Papa tuvo un discurso en el cual se refiere a esta parábola que acabamos hoy de leer y que quizá nos pueda ayudar un poquitito a entender de qué se trata esta enorme misericordia de Dios. Esta enorme misericordia de Dios que no establece relaciones laborales con los hombres, sino que establece relaciones de amor. Y el amor supone gratuidad, el amor supone bondad absoluta, el amor no espera nada a cambio.

Decía Benedicto XVI a los presos de esta cárcel de Roma, “queridos hermanos y hermanas, la justicia humana y la divina son muy diferentes. Ciertamente los hombres no pueden aplicar la justicia divina, pero al menos deben apuntar a ella, tratar de captar el espíritu profundo que la anima para que ilumine también la justicia humana.

La parábola del Evangelio de San Mateo sobre los trabajadores llamados al jornal, a la viña, nos da a entender en qué consiste esta diferencia entre la justicia humana y la justicia divina. Porque hace explícita la delicada relación que existe entre justicia y misericordia. La parábola describe un agricultor que asume trabajadores en su viña. Lo hace, sin embargo, en diversas horas del día, de manera que algunos trabajan todo el día y otros solamente una hora. En el momento del pago del salario, el amo suscita estupor, y provoca una discusión entre los jornaleros. La cuestión tiene que ver con la generosidad considerada por los presentes como una injusticia, la generosidad del amo de la viña, el cual decide dar la misma paga tanto a los trabajadores de la mañana como a los de la última hora.

Desde el punto de vista humano, esta decisión parece una auténtica injusticia. Pero, desde el punto de vista de Dios, es un acto de infinita bondad, porque la justicia divina da cada uno lo suyo, y además incluye la misericordia y el perdón.

Justicia y misericordia, justicia y caridad, ejes de la doctrina social de la Iglesia, son dos realidades diferentes solo para nosotros los hombres, que distinguimos atentamente un acto justo de un acto de amor.

Justo para nosotros es lo que se debe al otro, mientras que misericordioso es lo que se le dona por bondad, y una cosa parece excluir a la otra. Pero para Dios no es así. En Él, justicia y caridad coinciden. No hay acción justa que no sea también acto de misericordia y de perdón, y al mismo tiempo no hay una acción misericordiosa que no sea perfectamente justa.

¡Qué lejana está la lógica de Dios de la nuestra, y qué diferente es nuestro modo de actuar del suyo!” Un texto de Benedicto XVI de diciembre del 2011 en la cárcel de Revive, en Roma.

Vale la pena releerlo, se lo puede encontrar en las redes sociales, porque vale la pena la reflexión.

La semana próxima tenemos la peregrinación a Luján. Más de un millón de personas seguramente irá caminando a Luján. Algunos llegarán caminando desde Liniers, otros lo harán desde Rodríguez, algunos lo harán una parte en colectivo o en tren, algunos no llegarán. Y eso no significa que la Virgen, porque no lleguen o porque caminen menos, los vaya a escuchar menos.

Creo que ahí tenemos un ejemplo claro de lo que es el amor, la infinita misericordia y la justicia de Dios. No es que los que van desde Liniers merecen ser más escuchados. Que los que llegan merecen la atención de Dios en sus intenciones. Y los que caminan desde Merlo, o los que hacen el último tramo en un tren, no merecen lo mismo. Al contrario, todos hijos de María, todos invitados el próximo fin de semana a experimentar la enorme bondad y misericordia de Dios expresada en nuestra Madre de Luján.

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