Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 16, 13-19
En aquel tiempo, cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” Ellos le respondieron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas”.
Luego les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Simón Pedro tomó la palabra y le dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.
Jesús le dijo entonces: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre que está en los cielos! Y yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo”.
Palabra del Señor.
Homilía Mons. Iván Dornelles Solemnidad de San Pedro y San Pablo
Celebramos hoy esta solemnidad de San Pedro y San Pablo y rezamos especialmente esta misa por nuestro Papa León, su ministerio y su salud.
El Evangelio nos invita a pensar dos preguntas que nos podemos hacer siguiendo el Evangelio ¿no? que es ¿Quién es Jesús? ¿Quién soy yo? Esta pregunta trascendental que nos vamos haciendo a medida que pasan los años y que le vamos encontrando sentido y respuesta. ¿Quién soy yo? es esencial para nuestras vidas, es esencial ¿Quién soy yo? para mi identidad más profunda. Poder definir ¿Quién soy yo? nos ayuda a definir nuestra misión, nuestra tarea en este mundo y también nos va a dar plenitud, nos va a dar una paz y una felicidad en el corazón.
Y podemos pensar este ¿Quién soy yo? pensando esto, miren, a veces las personas nos ayudan a definir ¿Quién soy yo? y esto me gusta pensar cómo nos ayudan a pensar de manera externa ¿Quién soy yo? Y entonces puede pasar desde los vínculos ¿no? Uno dice bueno, yo soy el hijo de fulano o la hija o el nieto y ahí se va abriendo y nos ayuda a definir ¿Quién soy yo?
Puede ser también por nuestro trabajo o el trabajo de nuestros papás, pienso tal vez nos están mirando del interior del país, seguro, y por ahí en un pueblo, en algún lugar se conoce mucho, bueno ¿Quién es esta persona? Es la nieta o la hija del panadero o del médico. Bueno nos ayuda. Y el ¿Quién soy yo? se define tal vez por la profesión de mis padres o tal vez mi propia profesión, lo que yo hago en la vida.
¿Quién soy yo? También puede ser el lugar en donde nací o el barrio en que nací pensando acá en Buenos Aires ¿no? Soy de La Boca, o soy de Devoto, o soy de tal provincia, nos ayuda y nos va dando esa identidad.
Pero estas definiciones sobre ¿Quién soy yo? Pueden ser pasajeros porque, si después mi papá ya no se dedica más a ser panadero esa identidad es pasajera. Por lo tanto ¿Es cierto la identidad externa? Si, pero a su vez puede ser pasajero.
Pero el ¿Quién soy yo? nos ayuda el Evangelio con esta respuesta de Pedro, “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”. Cuando dice esto Pedro no solamente devela quién es Jesús profundamente, es el Cristo, el ungido, el Hijo de Dios sino que al mismo tiempo la propia identidad de Pedro, de sentirse hijo, de sentirse llamado, de sentirse discípulo y después misionero de Jesús hasta dar la vida.
Y Jesús frente a este descubrimiento de su identidad, “tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo” tiene una respuesta para Pedro en ese momento que le va a decir: “tú eres Pedro y sobre esta piedra voy a edificar mi Iglesia”. Simón, entonces, recibe una identidad de ser un nuevo nombre, de ser Pedro, por lo tanto cada uno de nosotros, en ese encuentro con Jesús que pedimos tener todos los días, nos confirma en quiénes somos, pero a su vez también le da una misión: la de ser piedra, la de ser fundamento, la de poder sostener y acompañar a otras personas, a otras comunidades.
El encuentro profundo con el Señor nos da identidad de sentirnos hijos, de sentirnos amados, de sentirnos seguros, de sentirnos perdonados y también nos da esta misión. Cuando esto no se produce en la vida, o se produce a medias, y siempre estamos a tiempo de hacer este proceso por eso este es un lindo día hoy para que cada uno pensemos en nuestra propia vida y responder esta pregunta ¿quién soy? Si no tengo esta identidad y por lo tanto no tengo esta misión, a veces me siento perdido en la vida, o me siento como a oscuras ¿vieron cuando se corta la luz? Que sé que la mesa estaba ahí, que sé que está, pero, si está a oscuras voy como chocando las cosas ¿no? Entonces el encuentro con el Señor profundo interior me revela mi identidad y mi misión.
O si no otro ejemplo: se dice a veces popularmente cuando uno pega con el martillo, “darle en el clavo”. Y a veces, si no, si esto no está bien sintonizado en mi vida, si no hay armonía entre lo exterior y lo interior, lo que la gente piensa quién soy yo, y quién soy yo profundamente, es como pegar al clavo, pero no pego al clavo, pego alrededor y hasta corro el riesgo de pegarme en el dedo y salir lastimado de los vínculos, de las situaciones. Entonces Jesús nos invita a un camino interior, a conocernos profundamente.
El encuentro con el Señor nos da identidad, nos revela una misión y a su vez nos da un horizonte, por eso va a decir Jesús y va a confiar en Pedro, “Te voy a dar las llaves”, las llaves para atar y desatar, para hacerlo en el cielo y en la tierra. Y esto como un signo de unidad, el cielo y la tierra como un mismo mundo, como lo exterior de nosotros y lo interior de nosotros, que tiene que ser una unidad, tiene que haber una armonía y un conocimiento diario de quiénes somos.
Si hay esta división, nos puede pasar esto, miren, cuando no hay armonía en nuestras vidas es a veces, nos podemos encontrar con alguna persona que a toda propuesta que le podemos hacer o vincularnos, a veces nos responde mal, nos responde como desde la inseguridad, nos responde de una manera que decís “qué le pasa a esta persona”. No hay un conocimiento profundo de sí mismo y eso lleva a que se sienta insegura, de que se sienta insatisfecha, de que toda persona que aparezca alrededor puede ser como un posible enemigo.
Nos puede pasar en las comunidades, doy este ejemplo: si mi identidad más profunda está por ser ministro de la comunión y ahí está mi confianza, mi seguridad, ¿qué pasa el día en el cual el párroco me dice: ‘Bueno llegaste hasta acá, ahora le vamos a dar la oportunidad a otro’?. Mi vida entra en crisis, porque estaba asentado sobre esa misión. Pero somos mucho más que un rol, sino que somos hijos de Dios y estamos enviados a formar comunidad, a vivir como hermanos fraternalmente, como tanto nos habló el Papa Francisco.
Estas llaves, cuando le confía las llaves a Pedro, las llaves es como ese medio sobrenatural para desatar, para liberarnos, como le pasó a Pedro en la primera lectura, estaba atado, estaba preso, bueno, pudo ser liberado. Nosotros tenemos también las llaves que nos ofrece Jesús para liberarnos y para desatar, para andar libres, para poder amar. Cuando nos sentimos interiormente libres, seguros, cuando podemos sanar alguna aflicción, algún dolor que tenemos, vivimos de manera distinta, entonces, los vínculos, las amistades, las relaciones son como distintas.
Lo contrario, si hay algo que nos pone inseguros, vuelvo al ejemplo del Ministro de la Comunión, conservo esto como un poder, como un lugar y que nadie me saque de esto. Entonces, en vez de estar preocupado en servir, estoy preocupado como en conservar y afianzarme a esto que es pasajero, es para servir al Señor.
Recapitulando un poco lo que dije, primero de todo, poder escuchar la voz de Dios en mi interior, en mi conciencia, que tiene algo para revelarme, algo para decirme de mí mismo. Él se revela como Dios y me revela quién soy yo. Y yo pongo en palabras la divinidad de Dios como hizo Pedro, ¿se acuerdan? “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Un pasito más: después de eso Jesús nos bendice con su presencia, cuando descubrimos quién es Él, quién soy yo, nos da identidad, nos da certeza, nos da amor en nuestro corazón y tenemos el nombre de Simón pasa a Pedro. Un pasito más: esa identidad nos da la misión, esta piedra nos da fecundidad para dar vida. Un pasito más: nos da autoridad, esa identidad es reconocida por medio de estas llaves que nos llama como a sanar el corazón, nos da los medios para poder sanar y vivir de una manera distinta.
El Papa León lo dijo hace poquito, algo así: todo encuentro con el Señor nos da una profunda humanidad. Entonces, en el camino de la vida que podamos hacer este itinerario verdadero de humanización para que vivamos más felices y más plenos. Y todo comienza cuando nos preguntamos ¿Quién es Jesús?, ¿Quién soy yo? Que así sea.
